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El gran mandamiento

Del número de marzo de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Tomás tenía un rifle nuevo calibre.22. Lo había comprado para ayudar a un ranchero a acabar en el rancho con roedores y animales de rapiña. Como recompensa, el ranchero lo ayudó a pagar el rifle.

No mucho después de haberlo comprado, otros muchachos lo convencieron a ir a cazar conejos. Ninguno de ellos necesitaba la carne, pero como todos ellos tenían rifles, les parecía que tirar a latas vacías era algo insulso.

Pues bien, Tomás hizo blanco en su conejo. Pero tuvo que darle un segundo tiro para que el animal dejara de sufrir. Eso puso fin a su anhelo de cazar. Vio que el matar por el solo hecho de matar no era divertido. La matanza de los roedores y animales de rapiña en el rancho tampoco lo habían hecho feliz.

Cuando era más joven, había hablado con su maestro de la Escuela Dominical acerca de matar en general. Esto ocurrió en una iglesia de la Ciencia Cristiana, mientras aprendían los Diez Mandamientos. El maestro había preguntado cuántos de ellos se habían desviado de su camino para pisar hormigas, orugas, y otras criaturas diminutas. Algunos de ellos lo habían hecho. Tomás lo había hecho. Entonces el maestro les pidió que hablaran sobre “No matarás”. Éx. 20:13;

A Tomás no le gustaba pensar en “No harás”. Él quería oír razones de por qué debía hacer las cosas, los “harás”. De manera que le gustó lo que hicieron después. El maestro abrió la Biblia en donde Cristo Jesús repitió este importante mandamiento del Antiguo Testamento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Mateo 22:39;

La clase toda estuvo de acuerdo en que “tu prójimo” significaba criaturas como también personas. Las criaturas son ideas de Dios, del Amor, ellas no son materia insensible.

Tomás nunca había pensado que era divertido pisar insectos; jamás lo había hecho con ira tampoco. Lo había hecho sin pensar, quizas sólo porque podía hacerlo. Él aprendió en esa clase que él en verdad no podía ser un cruel y malévolo mortal. Eso era una mentira acerca de él porque una idea de Dios es semejante a Dios, una idea que expresa Amor divino.

Así que, matar, considerado como un acto ocioso y descuidado, quebrantaba el mandamiento de “amarás a tu prójimo”. Lo mismo que matar por deporte, y — una vez que uno sabía esto — por cierto que matar no era divertido.

Pero, ¿qué decir acerca de matar con ira? Algunas veces la ira se usa como una disculpa para pelear, y el pelear conduce a matar. Ni la ira ni el matar jamás se justifican. Y puesto que la ira es un asesino, lo mejor es aprender desde muy pequeño a nunca dar rienda suelta a la ira en nuestro pensamiento.

Tomás y sus hermanos y hermanas algunas veces se enojaban entre sí y peleaban. Recuerda un día en que volaron los puñetazos, uno de los que peleaban salió por la ventana. Se arrojaron sillas y otras cosas — hasta un cuchillo. Entonces de pronto todo quedó tranquilo.

¿Qué fue lo que inició la pelea? ¿Quién podía siquiera recordarlo? Fuera lo que hubiera parecido ser, no fue sino la explosión de la ira, quebrantando el mandamiento de amar y terminando en violencia.

Ninguno quiso realmente lastimar a nadie. Reflexionando, Tomás pudo ver la estupidez de todo lo ocurrido. La ira es ciega y peligrosa. Cuando sanamos la ira en nuestro propio pensamiento, traemos la paz, y el peligro se esfuma.

Se dio cuenta de que podemos hacerlo reflejando el Amor divino y amando siempre. Eso barre nuestro odio e ira. Percibió, como dice la Sra. Eddy, que “en la Ciencia, sólo el Amor divino gobierna al hombre”.Manual de La Iglesia Madre, Art. VIII, Sec. 1.

Ésa es la mejor manera de obedecer ese mandamiento: “No matarás”.

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