Dios es la Mente omniactiva y omnipresente, y el hombre, la imagen y semejanza de Dios, es la idea perfecta y activa que emana de esta Mente.
Cuando Cristo Jesús dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”, Juan 5:17; se refería a Dios, el Padre, como el origen de toda acción verdadera, y al Cristo, su verdadera identidad, como expresando y reflejando eternamente esta acción. Él indicó, en esta forma, que el hombre no puede tener acción aparte de Dios, que la acción de Dios nunca finaliza y que, por lo tanto, el hombre, como imagen y semejanza de Dios nunca deja de expresar su Principio divino o Mente omniactiva. Estas verdades espirituales capacitaron al Maestro para devolver la actividad y utilidad a la vida de los enfermos cuyos cuerpos habían sido paralizados por la creencia de vida en la materia.
Nosotros también podemos probar el poder sanador del Cristo, la Verdad. Podemos rechazar como irreal la pretensión de la mente mortal de que los músculos pueden quedar inmóviles o de que ciertas clases de enfermedades orgánicas o funcionales pueden paralizar partes del cuerpo humano. En realidad no hay mente mortal que pueda tener existencia, poder o acción contrarias a Dios.
En el universo de Dios, la acción y el movimiento están basados en la ley divina. Las fuerzas espirituales de la Mente gobiernan el universo en perfecta armonía. Ellas gobiernan, regulan y sostienen todo lo que realmente existe. La Sra. Eddy nos enseña: “La Mente inmortal, que lo gobierna todo, tiene que ser reconocida como suprema en el tal llamado reino físico, lo mismo que en el espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 427.
En el orden divino del universo no puede haber acción disminuida como tampoco puede haber Mente o Dios inactivo. El entendimiento total del supremo gobierno de la Mente hará que las funciones de nuestro cuerpo actúen de acuerdo con la ley de la Vida, la ley de la acción perpetua y armoniosa.
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía,
sino de poder, de amor
y de dominio propio.
2 Timoteo 1:7
