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Matrimonio o celibato

Del número de marzo de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Alrededor del año 55 d. de J.C., uno de los voceros más ilustres de la era inicial del cristianismo recibió una carta en la que nuevos adherentes al cristianismo, que residían en la ciudad griega de Corinto, le hacían preguntas. Esta carta se extravió pero debe haber planteado preguntas acerca de la posición cristiana con respecto al matrimonio, pues existe una copia de la respuesta, escrita por Pablo de Tarso. Su respuesta, que constituye la Primera Espístola a los Corintios, incluye la exposición más prolongada sobre el tema del matrimonio que nos dejara uno de los primeros apóstoles. Ver 1 Cor., Cap. 7;

Pablo da su opinión (declara que no tiene órdenes del Señor) de que es mejor permanecer soltero a los efectos de dedicarle más atención a los asuntos del Señor. No obstante, pone de relieve que si uno se siente inclinado al matrimonio hace bien en casarse. Parece indicar que no hay nada de malo en casarse aun cuando se haya elegido el celibato, y luego no pueda mantener su elección inicial, aun así, aquél que no contrae matrimonio “hace mejor”. 1 Cor. 7:38 (o quizás Pablo se refiere a la decisión de un padre si debe arreglar o no el matrimonio de su hija); De esta respuesta a los Corintios, probablemente surgió la práctica deliberada del celibato entre ciertos cristianos, aun cuando Pablo específicamente declaró que no se cometía ningún pecado al contraer matrimonio.

Después de leer la epístola de Pablo, uno puede, naturalmente, llegar a la conclusión de que el hombre o la mujer que contrae matrimonio es, en cierta medida, menos bueno que el que se mantiene soltero, y que hay algo así como un pecado superficial en las relaciones conyugales. La mayoría de la gente puede que responda con un “Ridículo”. Pero ¿acaso no hace siglos que la práctica cristiana se basa en la conjetura de que tanto Jesús como Pablo prefirieron el celibato para ellos y otros, y que, por consiguiente, los cristianos consagrados deben emular su ejemplo? Aún existe en el pensamiento humano algo más que un residuo de esta creencia, aunque hoy en día el matrimonio es considerado como una institución perfectamente moral, que necesita ser protegida del peligro de la desintegración. Por muy moral que pueda ser el matrimonio, ¿no se nos ocurre a veces que es mejor demostrar el estado completo del hombre otorgado por Dios, por sí solo?

Ahora bien, la Ciencia Cristiana enseña que el hombre verdadero es una idea espiritual y perfecta de la Mente divina. Siendo el reflejo exacto de su Padre-Madre Dios — manifestando las cualidades masculinas y femeninas de la Deidad — el hombre es eternamente completo y se siente satisfecho. El ser humano necesita demostrar esta verdad absoluta en su experiencia, en etapas de progreso graduales y armoniosas.

En realidad, el hecho absoluto de la entidad completa del hombre espiritual se expresa por medio de las ideas individuales de la Mente, no por pares de ideas. De modo que no es sorprendente que la Sra. Eddy en su artículo titulado “El Matrimonio” conteste a la pregunta: “¿Se aproxima más a lo que es correcto el matrimonio que el celibato?” con las siguientes palabras: “El conocimiento humano inculca que lo está, mientras que la Ciencia indica que no lo está”. No obstante, continúa: “Mas es imposible forzar la consciencia del ser científico sobre este punto antes de que sea comprendido, y el creer de otra manera impediría la demostración científica”.Miscellaneous Writings, pág. 288;

El estado humano de celibato puede que se aproxime más al ideal espiritual de la entidad completa del hombre. Pero el intento de acelerar la realización del ser perfecto adoptando el celibato voluntariosamente antes de que estemos preparados para lograrlo no conduce a nada. La demostración científica del hecho de la entidad completa del hombre se logra mediante una comprensión profunda y gozosa de las realidades espirituales que dan forma a la práctica cristiana, una comprensión de las verdades eternas que las condiciones humanas de matrimonio y celibato sólo pueden simbolizar.

Jesús y Pablo fueron ciertamente grandes maestros de las verdades respecto a la consumación espiritual del hombre. Al hacer un profundo y minucioso examen de la vida de ellos descubrimos mucho más que la observación general de que no estaban casados. La esencia del ejemplo de Jesús fue su identificación con el Cristo, la Verdad, en todos los instantes, bajo cualquier circunstancia. También el propósito más profundo de Pablo fue el estar en constante obediencia a la guía y dirección del Cristo. Él sabía que el Cristo no actúa de acuerdo a fórmulas, respuestas oportunas, ni por lemas. En verdad, podemos notar este enfoque en su exposición sobre el matrimonio. Nótese que Pablo calificaba su consejo muy cuidadosamente indicando que no provenía de la inspiración o revelación divina. Él no estaba emitiendo una regla infalible sino su mejor juicio.

Parece que Cristo Jesús ni siquiera formuló un consejo sobre el tema. Él trató el tema del matrimonio solamente en dos oportunidades, que sepamos, ambas en respuesta a preguntas capciosas de los saduceos o de los fariseos. Su declaración más absoluta sobre el matrimonio de que “en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo”, Mateo 22:30; en realidad, provino de un debate sobre el tema de la resurrección de los muertos. El matrimonio no constituyó el tema central del debate.

En otra ocasión, los fariseos le preguntaron acerca de sus puntos de vista sobre el divorcio. Su respuesta citó el Pentateuco hebreo: “El hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”. 19:5, 11, 12; Él opinó que la infidelidad era la única causa de divorcio. Sobre este punto, algunos de los discípulos ofrecieron su opinión diciendo que en ese caso sería hasta mejor no casarse. Jesús respondió: “No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado. .. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba”.

En efecto, una vida de celibato no es para todos los hombres un modo práctico para lograr el desarrollo espiritual. Para aquellos que permanecen solteros mediante inspiración y la demostración de su satisfacción, el celibato es un estado progresivo, pero uno no puede imponerse este estado a la fuerza con buen éxito.

Jesús y Pablo fueron prácticos en su manera de considerar o tratar la aplicación de las verdades espirituales en los asuntos humanos. Su practicabilidad no se basaba en el razonamiento humano o en el ensayo o los experimentos, sino que se basaba en el verdadero entendimiento de Dios y Sus hijos. Este entendimiento se manifiesta por medio del Cristo o la Verdad. Es el Cristo el que guía y gobierna con sabiduría — no la opinión humana acerca de lo que es mejor, más puro, más espiritual y más cristiano.

Los esfuerzos por expresar la bondad que no son revelados y sostenidos por la Mente divina mediante el entendimiento espiritual se ven a menudo privados de la belleza y gozo del Alma, el calor y la espontaneidad del Amor, la vitalidad y fuerza de la Vida. Como resultado, pueden ser expresiones incompletas e inadecuadas de Dios, que es Alma, Amor y Vida. Debido a su aridez, no son más cristianos sino menos cristianos.

El Cristo es la revelación cabal de la naturaleza de Dios. Esa naturaleza incluye toda cualidad atractiva concebible — incluso la inspiración, la realización, la satisfacción, el gozo y el amor. A medida que aquellos que somos solteros dejemos que el Cristo nos revele estas cualidades como inherentes a nuestro propio ser, comprenderemos en primer lugar de que no tenemos que decidir por nuestra cuenta si el matrimonio es bueno o no lo es, o si nos casaremos o no. La Verdad nos muestra en forma reconfortante el poder de Dios que nos guía y gobierna.

Nuestra responsabilidad es comprender el hecho espiritual del estado completo del hombre otorgado por Dios. Para lograrlo debemos analizar una de las más perfectas vislumbres de la Ciencia Cristiana absoluta, registradas en la Biblia — la Revelación de Juan. En la visión de Juan, el Cordero de Dios se desposaba con la novia, la Nueva Jerusalén. Ver Apoc., Cap. 21; La idea verdadera y espiritual del Amor divino, se une a la consciencia armoniosa y celestial. Cuando comprendemos el amor espiritual, que es el único amor que realmente existe, vemos que nuestra identidad semejante al Cristo, el reflejo del amor de Dios, nunca puede estar separada de la experiencia del hogar y del cielo.

La Sra. Eddy dice: “La esposa del Cordero presenta la unión de varón y hembra, ya no como dos individuos desposados, sino como dos naturalezas individuales en una; y esta individualidad espiritual compuesta refleja a Dios como Padre-Madre, no como a un ser corpóreo. En esta consciencia espiritual, divinamente unida, no hay impedimento para la felicidad eterna, — para la perfectibilidad de la creación de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 577;

¿Qué tiene que ver todo esto con el casamiento humano? Simplemente lo siguiente: La idea espiritual de casamiento representa la unidad existente entre Dios y Su expresión perfecta, el hombre, la cual nunca está separada del amor, el hogar, la felicidad, el compañerismo. El matrimonio es, además, el estado en el cual la masculinidad y la feminidad de Dios se unen para siempre. En razón de que el hombre individual es la emanación continua del Padre-Madre Dios, él posee todas la cualidades masculinas y femeninas. No carece de ninguna de ellas. El hombre es la consciencia individual de la entidad completa.

El matrimonio entre un hombre y una mujer es el concepto humano del hecho espiritual arriba mencionado. Aporta felicidad y satisfacción en la medida en que su base sea la unidad y entendimiento espirituales. Como la Sra. Eddy pone énfasis en su capítulo titulado: “Matrimonio” en Ciencia y Salud: “La atracción entre las cualidades innatas será perpetua sólo mientras sea pura y verdadera, trayendo dulces temporadas de renovación como la primavera que retorna”.ibid., pág. 57.

Hoy en día, a menudo se oyen protestas contra la monogamía, aduciendo que dos personas no pueden mantenerse mutuamente atraídas por toda una vida y que simplemente la gente se cansa el uno del otro. Tal vez las personas puedan cansarse una de otra, pero nunca se cansan de la armonía, la ternura, y de la consideración afectuosa. Si la atracción se basa sobre estas cualidades, y si se comprende que es espiritual, será permanente. Cuando el matrimonio humano se realiza sobre una base espiritual, se verá como un reflejo del estado perpetuo de gracia o del ser armonioso del hombre. Si uno contempla el matrimonio desde el punto de vista de la armonía espiritual, su impulso natural será entonces el de querer compartir, compartir su gozo, ingenio, belleza, paz, serenidad y solicitud desinteresada.

El sentido de realización, la felicidad, el progreso, provienen de lo íntimo de un entendimiento firme y una visión siempre presente de nuestra unidad en Dios con todo el bien, todo el amor. Cuando la seguridad de la omnipresencia de Dios es firmemente implantada en nuestros corazones, no buscaremos el amor en ninguna parte, o de parte de alguien, o en el casamiento humano o el celibato. No trataremos de conseguir algo. Sabremos que poseemos, y veremos el propósito de nuestra vida como la oportunidad para compartir lo que Dios tan abundantemente nos ha dado. En la medida que acrecentemos esta oportunidad, el interrogante acerca del matrimonio o el celibato se manifestará de la manera que sea mejor para nosotros. Estaremos seguros de que nuestro estado humano es el resultado, no de la propia voluntad sino de la demostración de nuestra completa identidad verdadera.

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