Uno de los pensamientos sanadores que la Ciencia Cristiana transmite, es el de la naturaleza indestructible de la substancia espiritual. El Espíritu y la substancia espiritual llenan todo el espacio en el universo de Dios. A medida que comprendemos esto, las discordancias materiales desaparecen.
¿Por qué pone énfasis la Ciencia Cristiana en la irrealidad de la materia? En Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos) estas palabras impresionantes de la Sra. Eddy sugieren una espléndida respuesta: “Por medio del Jesús humano, aprendemos algo de las cualidades de la Mente divina. El poder de su bondad trascendente se manifiesta en el dominio que le confirió sobre las cualidades opuestas al Espíritu, que los mortales llaman materia”.Mis., pág. 199;
Dios, el Espíritu divino, es la única realidad. Cualquier problema que se presente en la experiencia individual o mundial, implica la creencia de que la materia es real, que es deseable, o que es un factor determinante de la vida o la salud. Pero la Ciencia Cristiana enseña que la materia no es la substancia sólida que parece ser. Es limitación que se produce por condescender con las “cualidades opuestas al Espíritu”. Sabiendo esto, uno empieza a superar estos rasgos erróneos. Sólo por medio de esta superación podemos demostrar salud, libertad y plenitud en medida ilimitada.
Podemos identificarnos a nosotros mismos y a los demás correctamente, y al resto de la creación de Dios, como expresiones individuales de Sus atributos. Las identidades no son objetos físicos. A medida que comprendemos esto, nuestros pensamientos se desprenden del sentido mortal, y comenzamos a reconocer la substancia espiritual. El resultado es la curación, y esto nos ayuda a comprender la declaración que la Sra. Eddy hace en la página 264 de Ciencia y Salud: “El Espíritu y sus formaciones son las únicas realidades del ser. La materia desaparece bajo el microscopio del Espíritu”.
Al trabajar conscientemente para expresar más de las cualidades de Dios, aprendemos a ponernos “toda la armadura de Dios”, Efes. 6:11; mencionada en el último capítulo de Efesios. El fortalecer cualquier debilidad obvia en nuestra armadura espiritual, nos hace menos vulnerables a las sugestiones de que la materia puede ser substancia, buena o mala. A medida que progresamos, la discordancia material se desvanece como consecuencia natural de nuestra renuencia a expresar “las cualidades opuestas al Espíritu, que los mortales llaman materia”. Así experimentamos y efectuamos más curaciones, como Cristo Jesús esperó que hicieran sus seguidores.
Aprendí lo práctico que es ese modo de pensar, durante la curación de una inflamación de aspecto desagradable, consecuencia de un accidente. El dolor fue curado en veinte minutos, al reconocer yo firmemente que, puesto que Dios nunca hizo el dolor, yo no podía experimentarlo. Pero la inflamación no desapareció tan rápidamente.
Al analizar los factores que parecían haber causado el accidente — presión y apuro — ambas “cualidades opuestas al Espíritu”, recordé que el reconocer las cualidades espirituales que expresamos puede evitar la monotonía de las tareas que tenemos que realizar. Cuanto más afirmaba en mi pensamiento las cualidades de orden, aseo, belleza, y cuanto menos consideraba como meras tareas las responsabilidades que implica el manejo de una casa, tanto más fácilmente hacía las cosas.
Pude superar el temor que hacía que me preguntara por qué no había cedido la inflamación al comprender que la apariencia mortal no es el hombre y que la materia, ya sea discordante o no, nunca es realmente substancial. Medité en las palabras de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “El pensamiento será finalmente comprendido y visto en toda forma, substancia y color, pero sin acompañamientos materiales”,Ciencia y Salud, pág. 310; y así percibí el hecho de que ahora mismo podemos estar más conscientes de esa substancia espiritual. Entonces la neblina mental que se había expresado como inflamación material comenzó a disiparse.
En cierto momento el continuo progreso pareció detenerse. Un pariente mío que no estudia Ciencia Cristiana, sugirió que algunos problemas sólo pueden ser resueltos con ayuda médica. Rechacé esta falsa creencia generalmente aceptada. El desaliento cedió a mi comprensión más amplia de que Dios, el gran Sanador, mantiene Su creación — cuya substancia es espiriutal — en perfecto orden y armonía.
Cuando la creencia de tiempo se asocia a un problema, esto sólo es parte de la sugestión de que puede existir realmente un problema. El entender yo cada vez más claramente esta verdad, acalló la tentación de aceptar un falso sentido de substancia como parte permanente o aun temporaria de mi experiencia.
Muy pronto fui designada para desempeñar algunas actividades en la iglesia que requerían más estudio y oración en la Ciencia Cristiana. Al progresar en el esfuerzo por alcanzar un entendimiento espiritual más claro, descubrí que la creencia insubstancial de materia inflamada se desvaneció por completo. Mi mano había vuelto a la normalidad.
Sólo el progreso espiritual, o sea, el obtener nuevas perspectivas de la Verdad y eliminar “las cualidades opuestas al Espíritu”, es esencial para la curación. A menudo, si un problema no cede inmediatamente a las afirmaciones específicas de la Verdad y a la negación del error, es conveniente que estemos más conscientes de las fuerzas espirituales tales como el gozo y la alabanza, expresados por Cristo Jesús. Esto eleva la consciencia por encima de la materia a la atmósfera espiritual del Amor divino. Entonces pensamos menos en las condiciones materiales; la materia nos parece menos formidable; y obtenemos vistas más claras de la substancia real al aceptar la invitación del Salmista: “Engrandeced a Jehová conmigo, y exaltemos a una su nombre”. Salmo 34:3.
