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¡Anda, toma el librito!

Del número de abril de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Si un amigo pareciera muy necesitado, y si usted tuviera algo que supiera positivamente que lo ayudaría — algo que le traería consuelo y curación — ¿no se lo ofrecería usted en seguida? ¿O se lo negaría por temor a que pudiera pensar que usted lo hacía por presunción? ¿O se lo negaría por temor a que no lo aceptara con gusto? Si a usted realmente le importara, dejaría de lado todas esas dudas. Decidiría dárselo y esperaría el momento propicio en que él lo recibiera con gusto y se lo ofrecería con todo su amor. ¡En ese caso usted le habrá dado lo mejor que tiene!

Disponemos de un regalo de esa naturaleza para compartirlo con nuestro prójimo. Las verdades acerca de su ser verdadero, las verdades de lo que realmente sucede en su diario vivir, la manera de orar por sí mismo — esto y mucho más está incluido en ese regalo. Se trata de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, el libro de texto de la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens.. Este libro explica la Palabra de Dios. ¿Quién se lo negaría a un amigo que se encontrara en una situación difícil? ¿Hay alguna razón para retrasar la entrega de este regalo?

A veces tenemos dudas sobre si debemos prestar o regalar el libro de texto a un amigo, porque pensamos que puede ser demasiado profundo para él. Tal vez no lo comprenda. Quizá un folletito, o una de las publicaciones periódicas, o una conferencia (impresa) le sería más fácil de comprender. Sin embargo, ¿no es importante recordar que hay un capítulo completo — cien páginas — en ese precioso volumen en que se relatan curaciones confirmadas, de personas que recibieron ayuda con sólo leer el libro de texto? Ellos no tuvieron practicistas que los ayudasen, ni nadie que les explicara la Ciencia. Simplemente leyeron el libro y la verdad que contenía realizó la tarea de sanarlos.

En ese capítulo intitulado: “Los Frutos de la Ciencia Cristiana”, tenemos un hermoso ejemplo de la potencia sanadora de Ciencia y Salud. Es el de una mujer que había abandonado toda esperanza de recuperarse. Ella escribe: “Una amiga muy querida había dejado sobre el piano el libro Ciencia y Salud, ... Alegrándome de salir un poco de mis tristes pensamientos, abrí el ‘librito’ y comencé a leer. Había leído por muy poco tiempo cuando se efectuó una maravillosa transformación. Fui renovada, — vuelta a nacer. Las meras palabras no pueden relatar la historia de la maravillosa elevación que me condujo a las mismas puertas del cielo. Cuando comencé a leer el libro, la vida era una carga, pero antes de que hubiese terminado de leerlo por primera vez, ya estaba haciendo todo el trabajo doméstico y haciéndolo con facilidad: y desde ese día glorioso he sido una persona sana”.Ciencia y Salud, pág. 661; ¿Qué hubiera pasado si la Científica Cristiana que vio la necesidad de su vecina no le hubiera dejado ese “librito”? ¡Cómo hubiera fracasado en su deseo de ayudar!

La expresión “deseo de ayudar” está muy en boga en esta época. Muchos hombres y mujeres están despertando a la necesidad de tenderle la mano al prójimo — de hacer algo por él, de darle algo que lo ayude a sobreponerse a su pena, a sus temores, enfermedad o pobreza — a consolarlo con amor. Sin embargo, debido a que este deseo de ayudar se practica, en gran medida, sobre una base puramente humana, se ven frustrados en sus tentativas. Lo que hacen no basta.

La Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, comprendió esto. Nos dice en Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos): “Cierto apotegma de un filósofo del Talmud, concuerda con mi concepto de lo que es hacer el bien. Dice así: ‘La caridad más noble consiste en evitar que un hombre acepte caridad; y la mejor limosna es enseñarle y capacitarle para que prescinda de limosnas’ ”.Mis., pág. ix; ¡Cuán eficazmente Ciencia y Salud hace exactamente esto! ¿Qué deseo más elevado puede haber que el de compartir este valioso volumen con nuestro prójimo? ¡Significa darle lo mejor!

Constantemente agradezco a la querida señora que ofreció por primera vez el libro de texto a mi madre hace más de cincuenta años. Era una vecina que venía con frecuencia a nuestra casa a hablar por teléfono. Durante unos días no la vimos y mi madre preguntó a los vecinos por qué no venía más. Supimos que nuestra visitante solía venir a casa para hablar por teléfono con una practicista de la Ciencia Cristiana, pero ella creía que mi madre se oponía a la Ciencia, por ello el venir la incomodaba.

“Bueno, no conozco nada de la Ciencia Cristiana”, respondió mi madre. “Me gustaría saber algo de eso”. La vecina trajo en seguida un ejemplar del libro de texto. Dejó el libro y prometió volver para hablarnos de la Ciencia. Esperó hasta que estimó que mi madre había sido atraída por el libro mismo, y entonces volvió para mostrarle cómo leer la Lección-Sermón del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Llevó a mi madre a la iglesia, y a mí a la Escuela Dominical (yo ni tenía entonces tres años) y ella se sintió feliz de que nuestra familia se incorporara directamente a la Ciencia. Esta señora realmente sabía cómo llevar los asuntos hasta el fin, sin vacilar, de verdad se comunicaba con los demás. Y empezó su obra con el libro de texto.

Lo más interesante es que al mismo tiempo que mi madre recibía el libro de texto, mi padre — que estaba en viaje de negocios — escribió que había tenido un serio accidente automovilístico y que estaba recuperándose en una ciudad distante. Mi madre le contestó, diciéndole que había encontrado algo que lo sanaría; le dijo que le hablaría de ello en cuanto regresara. Mi padre le preguntó, ¿podría ser Ciencia y Salud? Justo le habían ofrecido el libro y lo estaba leyendo.

Mi padre regresó a casa dentro de pocos días. Después de un profundo intercambio de ideas, él y mi madre tomaron un canasto grande, lo llevaron al cuarto de baño y pusieron en él cuanto medicamento había en los estantes. Desde ese día hasta ahora no se ha usado medicina alguna en nuestra familia. Y el Amor divino, tal como es revelado en el libro de texto, ha sido nuestro único médico.

La vecina que nos dio el libro de texto llegó a ver al niño que ella había llevado a la Escuela Dominical, ya hombre, trabajando en el movimiento de la Ciencia Cristiana, y capaz, a su vez, de ofrecer el libro de texto a muchos más.

La autora de Ciencia y Salud tuvo la capacidad de ver ese libro objetivamente, y su participación en él. Se dio cuenta de que contenía el mensaje que cumplía la profecía de Cristo Jesús de “otro Consolador”. Juan 14:16; Se vio a sí misma como la mensajera que le traía a la humanidad la palabra liberadora de la Verdad, directamente de Dios. Ella nos dice en The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea): “No fui yo, sino el poder divino de la Verdad y el Amor, infinitamente superior a mí, que dictó ‘Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras’. Desde que lo escribí, he venido aprendiendo el significado más alto de este libro”.Miscellany, pág. 114; Y prosigue: “Me avergonzaría de escribir acerca de ‘Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras’ como lo he hecho si fuera de origen humano y yo fuera su autora, aparte de Dios. Pero como yo no era más que un escriba que repetía las armonías celestes en la metafísica divina, no debo ser demasiado modesta en mi estimación del libro de texto de la Ciencia Cristiana”.ibid., pág. 115;

Ella misma estudió cuidadosamente este libro y confió en que nosotros lo haríamos igualmente. Dispuso que este libro con la Biblia se constituyera en el Pastor de su Iglesia. Todos los domingos y miércoles por la noche — en las iglesias de la Ciencia Cristiana en todo el mundo — ese pequeño libro conjuntamente con la Biblia, predica un sermón a aquellos que están anhelosos por comprender la Verdad. Impersonalmente, afectuosamente, habla la Palabra de Dios y sana a los que están preparados para ser sanados.

¡Cuán gigantesco es su alcance! Cada maestro de la Ciencia Cristiana, cada practicista, cada estudiante de esta gran religión, siente la necesidad de leer con profunda atención este libro, por mucho que crea que conoce su contenido. ¡Con cuánta frecuencia descubre una nueva idea que se le revela al leer las inspiradas páginas, casi como si se hubiera agregado una nueva frase desde la última vez que lo leyó! Ha sido escrito para todos sea cual fuere su nivel de desarrollo en la Ciencia, para el que se inicia en el estudio como para el que lo ha estudiado toda su vida.

Para un estudio concienzudo no hay nada comparable a Ciencia y Salud. Hay tesoros preservados en este librito, que sólo un profundo estudio, compenetrado con la oración, podrán traer a luz. Es la Verdad, pura, incontaminada, la que sana. Es la Ciencia Cristiana, que todos pueden comprender. Uno de nuestros himnos lo resume así:

Abierto el librito está
el ángel te lo da ;
allí encuentras la Verdad
que tú comprenderás ;
y si los truenos rugen hoy,
la voz de Dios te sanará.Christian Science Hymnal, No. 74.

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