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LA CONTINUIDAD DE LA BIBLIA

[Una serie señalando el desarrollo progresivo del Cristo, la Verdad, a través de las Escrituras.]

El llamamiento de Moisés para liberar a Israel

Del número de abril de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A pesar del consumado adiestramiento que tuvo Moisés en Egipto y su aparente aceptación en la corte egipcia, él permaneció hebreo de corazón y no podía dejar de ver la creciente opresión infligida a los israelitas. Finalmente viendo que “un egipcio ... golpeaba a uno de los hebreos, sus hermanos” (Éxodo 2:11) — fuera un pariente o simplemente un compatriota israelita no tenemos medios de saberlo — “mató al egipcio y lo escondió en la arena”. Muy pronto llegaron a oídos de Faraón noticias de este impetuoso acto y Moisés se convirtió en un fugitivo. De esta manera se había unido irrevocablemente a la suerte de su propio pueblo “escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado” (Hebreos 11:25). Al huir de Egipto, llegó a la tierra de Madián, al este de la península de Sinaí, pasando el Golfo de Akaba. Al llegar a un pozo, se encontró con las siete hijas de un próspero sacerdote-pastor que se llamaba Reuel, o Jetro, y las defendió cuando unos pastores hostiles trataron de atacarlas a ellas y al ganado. Más adelante, Moisés se casó con Séfora, una de las hijas.

Por cerca de cuarenta Moisés se quedó con Jetro, cuidando sus ovejas (ver Hechos 7:30), mientras que la situación de los israelitas se hacía cada vez más insoportable.

Buscando nuevos pastos para las ovejas de Jetro, Moisés llegó a Horeb, descrito como el “monte de Dios” (Éxodo 3:1), en donde tuvo aquella profunda experiencia espiritual relacionada con la zarza que ardía. La naturaleza física de la zarza no tiene importancia, pero al atraer la atención del patriarca, la zarza que ardía lo condujo a recibir el mensaje divino, porque ahí mismo Dios se reveló a Sí mismo como la Deidad que había guiado y protegido a los antepasados de Moisés, Abraham, Isaac y Jacob. Moisés fue informado también de que Dios tenía pleno conocimiento de los problemas de su pueblo y que además terminaría con su esclavitud de Egipto, estableciéndolos en una “tierra buena y ancha” (versículo 8). Por otra parte, el representante de esta liberación sería Moisés mismo. Abrumado por la responsabilidad que esto implicaba, Moisés se sintió reacio a aceptar esta tarea que se le asignaba, aun cuando se le aseguró de la presencia y la guía perpetuas de Dios y del hecho de que los israelitas llegarían a adorar a Dios en ese mismo monte.

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