Hace algunos años me dedicaba a la extracción de madera de los bosques, trabajo que siempre me había gustado, pero gradualmente comencé a tener dificultades en mis relaciones con ciertas personas. Una situación en particular se empeoró mucho, con actitudes de dominación, arrogancia e incompetencia, de manera que la alegría que tenía en mi trabajo quedó destruida. El lugar y la naturaleza del trabajo eran ideales; el problema era estrictamente de relaciones discordantes. Pasaron los meses y la situación se fue empeorando de manera alarmante. En un momento de extrema depresión me di cuenta de que la religión podría ayudarme porque había oído que la experiencia de uno puede mejorar por medio de la oración.
Memoricé el Salmo veintitrés y esta declaración de Filipenses (4:13): “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Me aferré a estos pensamientos varias veces durante el día y en pocas semanas me había liberado de las tinieblas de la depresión y el desaliento.
Encontré por mí mismo que la oración realmente trae bendiciones inmediatas a la experiencia humana.
De niño había sido alumno en una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, y me fue natural recurrir al libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, donde encontré esta significativa declaración (pág. 322): “Las dolorosas experiencias que resultan de la creencia en la supuesta vida de la materia, así como nuestros desengaños e incesantes aflicciones, nos tornan como niños cansados a los brazos del Amor divino”.
Comencé a estudiar todos los días la Lección-Sermón según se indica en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana y pocos meses después dejé el hábito de fumar que había mantenido durante quince años. Esto me impresionó porque la gana de fumar desapareció sin que tuviera que luchar con el uso de la fuerza de voluntad para dejar de fumar.
Más tarde la relación humana discordante se desvaneció, y nuevas relaciones fueron menos medrosas y más interesantes.
El tomar bebidas alcohólicas en reuniones sociales comenzó a atraerme cada vez menos hasta que dejé totalmente de hacerlo al encontrar esta declaración en Miscellaneous Writings por la Sra. Eddy (Escritos Misceláneos, pág. 289): “La bebida fuerte es indiscutiblemente un mal, y el mal no puede ser usado con temperancia; su más mínimo uso es abuso; por lo tanto la única temperancia es la abstinencia total”.
Mientras estacionaba una camioneta en el depósito de enfrente, dejé a mi hijo de cuatro años pararse en el estribo. Sin darme cuenta, el niño arrastró un pie en el pavimento mientras la camioneta estaba en marcha. Al escuchar los gritos de una vecina salté de la camioneta y encontré a mi hijo tendido en la entrada para coches, con gran dolor. El temor y el sobresalto me paralizaron hasta que me vino la idea de que aquí tenía una oportunidad para que curara la Ciencia Cristiana.
Serenamente llevé a nuestro hijo a un dormitorio tranquilo y lo hice repetir conmigo la oración para los niños pequeños (ibid., pág. 400):
Padre-Madre Dios,
en Tu amor,
guárdame al dormir,
guía mis pies al ir
de Ti en pos.
Entonces le leí de Ciencia y Salud en voz alta. En pocos minutos dormía apaciblemente. Le quité los zapatos y lo dejé.
Aproximadamente una hora después del incidente, fui a verlo. Despertó, se paró y caminó sin indicios de dolor, como si nada hubiera ocurrido. Esta experiencia me impresionó profundamente.
La Ciencia Cristiana ha traído a nuestro hogar un afecto y una armonía más profundos. También me doy cuenta de que surgen nuevas oportunidades en mi trabajo.
Estoy agradecido de que la Sra. Eddy haya tenido la fe, el valor y el amor para ofrecer la Ciencia Cristiana al mundo y fundar la Iglesia de Cristo, Científico. He experimentado bendiciones de esta religión en la proporción exacta a mi comprensión y obediencia a ella. La magnífica experiencia de haber recibido instrucción en clase me disipó muchos conceptos equivocados y me aportó una mayor comprensión de Dios de la cual hacer uso práctico en la vida diaria.
Nanaimo, Colombia Británica, Canadá
