“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”. 1 Juan 3:1; ¡Qué promesa tan maravillosa incluye esto! Realmente debiéramos dar gracias alegremente todos los días por ser hijos de Dios ahora, y no solamente en un tiempo futuro.
En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy, en su definición de “hijos”, en la parte que corresponde a la interpretación espiritual, dice: “Los pensamientos espirituales y representantes de la Vida, la Verdad y el Amor”.Ciencia y Salud, pág. 582; Es nuestro privilegio, en verdad nuestro deber, reclamar y expresar nuestra filiación con Dios. Él nos concede la habilidad para hacerlo, porque no puede pedirnos nada para lo cual no nos haya capacitado previamente para ser y hacer.
Se nos dice en la Biblia: “Creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Gén. 1:27; Por tanto en nuestra identidad espiritual, nosotros — Sus hijos — hemos sido creados a Su imagen y semejanza. Por consiguiente, no tenemos que hacernos de nuevo. En realidad, reflejamos a Dios; no nos creamos. Nuestro amado Padre-Madre Dios es Amor, el bien infinito. Él confiere al hombre perfección, pureza y salud. Como expresión del ser de Dios, no podemos dejar de ser afectuosos, buenos, perfectos, puros y sanos.
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