La Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) está liberando a muchas personas de la dolencia mental llamada ofensa, la cual, hasta que se supera, a menudo conduce a la irritación, a la mala voluntad, al odio y a veces hasta a la venganza. De este sórdido semillero mental frecuentemente se desarrollan desórdenes físicos que se resisten a ser eliminados hasta que la condición mental que exteriorizan sea corregida.
¿Qué es lo que ofende? ¿Qué es lo que se siente ofendido? ¿Cuál es el procedimiento para destruir las ofensas?
Se halla una respuesta en una declaración de la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, cuando dice en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “La base de la discordancia mortal es un concepto equivocado acerca del origen del hombre”.Ciencia y Salud, pág. 262 ; Entonces, el remedio para cualquier discordancia mortal es el verdadero concepto del origen del hombre. Por cuanto las ofensas son una forma de discordancia mortal, proceden de un concepto equivocado acerca del origen del hombre. Éstas desaparecen cuando ese falso concepto del origen da lugar a la verdadera idea de Dios.
La Ciencia Cristiana familiariza a los hombres con Dios. Enseña que como el origen del hombre es inteligente, ese origen debe ser la Mente perfecta, porque la inteligencia sólo mora en la Mente genuina. La Biblia enseña que el hombre existe como testigo o evidencia permanente de esta eterna y continua Mente causal. Pero las ofensas no se originan en la Mente inteligente. La inteligencia no puede desarrollar nada que sea discordante.
Si las ofensas no proceden de la única Mente inteligente, entonces, ¿de dónde provienen? Se derivan de la mente falsa, ignorante, que Pablo describe como “mente carnal” la cual, dijo, “es enemistad contra Dios”. Rom. 8:7 (Según la Versión King James de la Biblia); Este concepto material o carnal de la mente, es el maligno, la fuente de toda discordancia. Pretende usurpar el poder, lugar y prerrogativa de Dios, la Mente verdadera, y desarrollar una creación y un hombre materiales desemejantes a aquellos creados por la Mente divina cuya creación y hombre son buenos y permanentes. Con este concepto material, no permanente, de la creación, los mortales de mentalidad materialista piensan impulsados por la mente mortal, dicen y hacen aquello que no es bondadoso, y así son la causa de que otros mortales se sientan ofendidos. ¿Es éste acaso el verdadero orden del ser? No. ¿Por qué no?
Para Cristo Jesús esta mente carnal no era sino un mentiroso, que no permanecía en la verdad. Ver Juan 8:44; En otras palabras, la mente carnal y material, sus pensamientos y todo lo que oye, siente, y reacciona a causa de ellos, jamás es parte alguna de la Mente verdadera o de sus identidades. Lo negativo y el mal, están por siempre excluidos de lo positivo y del bien.
Lo que ofende, y lo que se siente ofendido, es un efecto de esta mente mala, lo opuesto de Dios. Supongamos que esta mente pretende crear y animar a una persona llamada Sr. A, que lo incita con pensamientos poco amables hacia la Sra. A, o la Srta. C, o al Sr. B. Más aún, pretende animar a la Sra. A, a la Srta. C, o al Sr. B, a que se sientan ofendidos cuando el Sr. A expresa tales pensamientos despiadados.
Pero nótese que todo esto es una mezcla de negaciones — un concepto negativo de mente y sus pensamientos negativos animando un concepto material negativo acerca de la identidad. Este fenómeno, en su totalidad, no tiene raíz en la Mente inteligente, ni en su manifestación, y por lo tanto no tiene derecho alguno para que se acepte como una realidad. De lo básicamente falso, nada puede desarrollarse que tenga la sustancia de la realidad.
¿Cómo puede demostrarse esto? Jesús dio la respuesta en nueve palabras: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Vers. 8:32; La Ciencia Cristiana nos muestra cómo conocer la verdad, la cual debe ser la verdad en cuanto a Dios y Su reino, creador y creación. La Mente es la única causa universal posible, y el hombre, individual y colectivamente, es definido en la Biblia como el hijo de Dios, la evidencia más elevada de la Mente genuina. Éstas son las realidades que debemos y podemos comprender, o saber, que son las únicas. Al hacer esto, nos liberamos mentalmente de una ilusión del mal llamada ofensa.
Lo que agresivamente le sugiere tanto a usted como a mí que somos mortales propensos a ofendernos es la mente mentirosa que le habla a su propio concepto o identidad errónea, que dice que es nuestra identidad. Cada vez que aceptemos la sugestión de que nuestra identidad es un mortal que se puede ofender, primeramente tenemos que creer que hay un segundo dios que nos ha dado una vida y consciencia que están aparte del Dios único y expuestas a que otro mortal les cause ofensa. Esto es una fabricación de mentiras, que proceden todas de la mente mendaz, maligna, que nunca conoce ni ofende al hombre de Dios. Este cuadro es totalmente desconocido para la Mente omnisapiente, Dios, y por lo tanto, es desconocido para la actividad consciente de todos los hijos de la Mente genuina, que están perpetuamente conscientes de lo que su origen inteligente y continuo los hace estar conscientes, de la totalidad de Dios y Sus obras.
Si un estudiante de Ciencia Cristiana es enfrentado por la tentación de creer que es un mortal ofendido, desafía esa sugestión sabiendo que no es otra cosa que la voz mesmérica y viperina del mal. Reconoce que el mal básico, la mente mortal, nunca ha sido en realidad el origen de él mismo o de su hermano, porque Dios, el Espíritu, es eternamente el único origen. Las identidades que Dios crea son natural y eternamente semejantes al origen de ellas, enteramente espirituales y buenas. Son gobernadas por las fuerzas espirituales y morales de la Mente de ellas, que actúa a través de legiones de ideas correctas, los ángeles que hacen del gobierno del Amor, de todas sus identidades, una continua realidad.
El hombre, como Dios lo ha creado, ni ofende ni se siente ofendido. Está tan libre de ofensas y es tan incapaz de ser ofendido como su Ego, la Mente positiva, con la cual armoniza y cuya inmunidad de las insensatas y malévolas fuerzas comparte eternamente. Las despiadadas fuerzas del pensamiento mortal no pueden ofender o afectar la consciencia de aquel que sabe que su único estado verdadero, así como el de su hermano, está por siempre amparado en el Cristo, la iluminadora idea de Dios, en la Vida que es la Deidad.
Muchas personas creen que en determinado momento de su pasado, de algún modo, el mal, estorbó la continuidad del gobierno inteligente y amoroso de Dios por Su familia universal de identidades buenas, y que algunas de ellas fueron impulsadas a decir, o hacer, aquello que dejó cicatrices en la mentalidad de otras personas. Sólo el mal, la mente carnal mentirosa, arguye así. No arguye con el único Dios infinito o con Su reflejo, el hombre, quien procede siempre del Espíritu, la Mente, omnipresente, y en él vive. El mal arguye sólo con sus propios estados de consciencia mortal. Es importante entrar en el reino de la Mente verdadera y su fraternidad. Lo que es negativo e hipotético no tiene poder para proyectarse en lo que es positivo y verdadero.
De modo que nuestra defensa contra la mentira de que alguien pueda habernos ofendido, es estar conscientes de que el único “él”, el único “yo”, el único “nosotros” verdadero, cuando la mendaz mente mortal pretendió representar su escena ofensiva, eran el “yo”, “el” y “nosotros” que Dios, la causa única, estaba ocasionando que fueran las verdaderas identidades de los interesados. En ese preciso momento, estas identidades estaban conscientes de los pensamientos espirituales que la única Mente les revelaba como su consciencia y vida verdaderas, pensamientos positivos, inteligentes, afectuosos y buenos, pensamientos que movían a la comprensión, justicia y hermandad. La mente falsa y perversa, con su concepto erróneo de las identidades, expresando animación, palabra y acción falsas, nunca pudo ocupar el lugar de la Mente divina, infinita, y su manifestación infinita, en donde moran por siempre a salvo y sin riesgo alguno todas las identidades verdaderas.
Puesto que la mente material pretende tener todo lo que pertenece a Dios, también pretende sentir. Esto no es el sentimiento verdadero, como tampoco el concepto que la mente mortal tiene de la vida es la vida verdadera, ni el concepto que la mente mortal tiene de la sustancia es la sustancia verdadera. En realidad sólo Dios, la Mente divina, siente. Nuestra Guía, la Sra. Eddy, lo afirma en esta declaración: “La Ciencia declara que la Mente, y no la materia, ve, oye, siente y habla”.Ciencia y Salud, pág. 485; Si sólo la Mente infinita siente, ¿cómo puede existir otro sentimiento opuesto? No puede haber, y lo que pretende ser un concepto mortal de sentimientos es absurdo, una negación de la verdadera sensibilidad. El hecho es que la única identidad verdadera suya o mía nunca siente las falsas fuerzas mentales con que la mente malévola pretende ofender.
En realidad, éstas no son sensibles porque sólo existen en el falso concepto de la mente, que no tiene relación con el ser del hombre, como Dios lo hace — la expresión individual de la facultad de ver, oir, sentir, que tiene el único Ego, la Mente inteligente. La Mente es la que siempre siente todo, y los únicos sentimientos del hombre son la manifestación individualizada del Único que todo lo siente. Así como la Mente no puede sentirse ofendida, tampoco puede sentirse ofendido el hombre, el reflejo de la Mente. Bajo la luz de estas verdades, las ofensas desaparecen y caen al pozo sin fondo de la falsedad a medida que la persona reclama su habilidad innata de sentir solamente lo que Dios, la Mente, le hace sentir, es decir, la armonía, unidad y paz que caracterizan por siempre el reino del Amor.
Jesús llamó nuestra atención sobre la naturaleza protegida del hombre, en su gran declaración: “He aquí os doy potestad... sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará”. Lucas 10:19; Demostró que toda la malicia de la mente mortal no podía dejar ni la más mínima sensación de ofensa en su consciencia. ¿Pero dónde está el poder al cual se refería, el poder que el Cristo nos da a cada uno sobre el enemigo, la mente malévola que pretendería herirnos?
El poder está en la Mente verdadera y le es accesible a usted y a mí mediante infinidad de ideas verdaderas que la Mente nos revela como nuestra única consciencia y vida. En estos poderosos pensamientos de la Mente, está el poder de la inteligencia divina. Es el poder omnipotente de la luz verdadera, que ilumina nuestra consciencia con los hechos espirituales del ser — Dios perfecto y hombre perfecto — de tal manera que la mentira malévola de que en cierto momento hemos sido, o que ahora podemos ser, un mortal ofendido o propenso a ofenderse, se desvanece en su falsedad original.
Puesto que nuestra Guía comprendió tan claramente estas verdades, pudo decir sin reparo alguno lo siguiente: “Declaro con gozo — que ninguna persona puede cometer una ofensa contra mi persona que yo no pueda perdonar”.Message to The Mother Church for 1902, pág. 19. También nosotros debemos entender que nuestra identidad nunca puede ofenderse porque es la expresión de nuestro Dios quien no se ofende.
