El hombre es completo y perfecto. Dios, el Espíritu, lo crea y eternamente lo mantiene como Su perfecta expresión, Su eterna semejanza. El relato espiritual de la creación en el primer capítulo del Génesis nos informa que Dios creó al hombre a Su imagen, que Él vio todo lo que había hecho y lo encontró muy bueno. El relato continúa: “Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos”. Gén. 2:1; Comentando sobre este versículo, la Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Así las ideas de Dios en la existencia universal son íntegras y expresadas para siempre, porque la Ciencia revela la infinitud y la paternidad y maternidad del Amor”.Ciencia y Salud, pág. 519;
La obra de Dios está hecha, Su creación acabada, todas Sus ideas expresadas. No falta ningún detalle, nada que sea esencial. Dios está proveyendo eternamente todo lo que es esencial para la salud y perfección de Su hijo. El hombre como la idea más elevada de Dios, el hijo amado del Padre celestial, es inmortal, completo, espiritual, eterno. Esta enseñanza de la Ciencia Cristiana puede parecer sorprendente al pensamiento mortal, y es posible que sea desafiada por quienes están hipnotizados por el materialismo de esta época. Sin embargo, es una verdad fundamental que puede ser fácilmente probada y utilizada en la solución de problemas humanos.
La Ciencia Cristiana nos capacita para curar mediante la demostración del perfecto acuerdo espiritual que existe entre Dios y el hombre, causa y efecto, el creador y Su creación. La Sra. Eddy escribe: “El Principio divino, o sea el Espíritu, lo comprende y lo expresa todo, y todo tiene por tanto que ser tan perfecto como el Principio divino es perfecto”.ibid., pág. 518; Por emanar del Principio divino, nuestro ser otorgado por Dios nunca está en peligro de perder la salud. Dios nos está apoyando en todo momento. Él sostiene nuestra individualidad entera como la expresión armoniosa y eterna de Su ser.
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