David era un niño pastor. Cuidaba de las ovejas de su padre. Cuando un león vino a robar un cordero de su rebaño, él salvó al cordero. David no tenía miedo, era valiente porque sabía que Dios cuidaría de él.
Más tarde David salvó a su pueblo, los israelitas, de sus enemigos, los filisteos, quienes vinieron a pelear contra ellos. Los filisteos tenían un soldado llamado Goliat, quien era muy grande y temible. Asustaba a todos. Vestía un traje de bronce llamado armadura. Y llevaba una gran espada y una lanza.
Los soldados israelitas huyeron al ver a Goliat. Pero David decidió enfrentarlo y detenerlo. Entonces Goliat se burló de David porque era sólo un jovencito. Pero David sabía qué hacer. Corrió contra Goliat. No le temía. Era valiente y detuvo a Goliat allí mismo.
Luego todos los soldados filisteos huyeron rápidamente, y los israelitas ganaron la batalla. David sabia que el Dios de Israel era el Dios verdadero que había salvado a Su pueblo.
Cuando David creció, fue rey de los israelitas, un gran rey. Y escribió muchos salmos, o canciones, maravillosos. El Salmo 23 en la Biblia comienza, “Jehová es mi pastor; nada me faltará”. Más adelante dice, “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”.
Mary Baker Eddy en la página 578 de Ciencia y Salud muestra cómo poniendo la palabra “Amor” en lugar de “Jehová” hace que este salmo tenga un significado todavía mayor para nosotros: “El [amor divino] es mi pastor: nada me faltará... Y aun cuando ande por el valle de la sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque el [amor] está conmigo”.
Cuando nos enfrentamos a algo que trata de asustarnos, al igual que David, podemos correr al encuentro del miedo y no huir de él. Podemos enfrentar a nuestros gigantes, los males grandes, sabiendo que Dios está con nosotros. Porque lo amamos a Él y somos lo suficientemente valientes para hacer lo que es correcto, Dios nos cuidará en todo momento.
