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LA CONTINUIDAD DE LA BIBLIA

[Serie de artículos que indica cómo se ha revelado progresivamente el Cristo, la Verdad, en las Escrituras.]

Sansón: nazareo y juez

Del número de mayo de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La historia de Sansón, ya sea que esté basada enteramente en hechos verídicos o sea en parte el resultado de la glorificación con que se rinde culto a los héroes, retiene aún así muchos elementos de interés y valor permanentes. Sus fabulosas hazañas de destreza casi sobrehumana (ver Jueces 15:4–6, 15; 16:3, 29, 30) puede tener un toque folklórico, pero entrelazado con la narración encontramos información referente a la historia y a las costumbres hebreas que no puede clasificarse como simple leyenda. Además, como nazareo y juez, Sansón merece ser considerado seriamente.

Al igual que Isaac y Samuel en el Antiguo Testamento, y Juan el Bautista y, aun Jesús en el Nuevo, Sansón fue un hijo prometido. Su madre, la mujer de Manoa, que procedía de la tribu de Dan, la que en esa época estaba situada en la frontera de Filistea, había pasado muchos años sin tener hijos, pero “el ángel de Jehová” le anunció que tendría un hijo (Jueces 13:3). No solamente su hijo tendría que ser criado como un nazareo, sino que ella misma, durante el período del embarazo, tendría que someterse, en cierto grado, a las estrictas disposiciones nazareas, tales como la de abstenerse de ingerir alimentos considerados técnicamente como inmundos y de beber todo tipo de bebidas alcohólicas o cualquier producto de la vid, fermentado o no. El requisito básico del voto para ser nazareo (ver Números 6:1–21) era completa dedicación al servicio de Dios. Otra demanda era que el cabello de un nazareo nunca debería ser cortado.

El nacimiento de Sansón trajo aparejados renovados indicios de la naturaleza de su obra, que fue la de “salvar a Israel de mano de los filisteos” (Jueces 13:5), e indicios de la guía divina que aguardaba su aceptación, porque Jehová bendijo al niño y pronto “el Espíritu de Jehová comenzó a manifestarse en él en los campamentos de Dan” (versículo ).

Pocos personajes bíblicos han recibido augurios tan auspiciosos respecto a la naturaleza y al cumplimiento de sus carreras como los recibió Sansón. Pero a medida que fue transcurriendo el tiempo, su espectacular éxito fue empañado muchas veces por la sensualidad, y su extraordinaria fortaleza física, por su debilidad de carácter.

El primer indicio de que Sansón se interesaba por las mujeres filisteas, a pesar de que los filisteos eran los enemigos mortales de su país, aparece en su ferviente deseo de casarse con una mujer filistea de Timnat (ver Jueces: ). Sus padres, como era de esperarse, se opusieron a su deseo, sin darse cuenta de que era parte de un plan divino para derrotar a las fuerzas de los filisteos (ver versículo 4).

Al final, Dalila, otra mujer filistea de la que Sansón se enamoró, lo traicionó al revelarle a su pueblo lo que él consideraba era el secreto de su fuerza — el cabello largo, típico del nazareo. Cuando se lo cortaron, su fuerza lo abandonó. Los filisteos lo ataron y le sacaron los ojos, humillándolo al exhibirlo en el templo de su pretendida deidad, Dagón.

Por fin, Sansón despertó a la necesidad que tenía de orar; le rogó a Dios que le devolviera su fuerza, y tuvo éxito. Haciendo desmoronar las columnas centrales del santuario pagano, se destruyó, no sólo a sí mismo, sino también a más de tres mil enemigos de Israel.

Un hombre de gran promesa, que “juzgó a Israel veinte años” (Jueces 16:31) y que, se supone, trató de cumplir con las elevadas obligaciones de un nazareo, se dice que Sansón tuvo en su carrera repetidamente la ayuda del “Espíritu de Jehová”. Si bien él abrogó muchas de sus oportunidades con sus acciones extravagantes e innecesarias y por su debilidad para con las mujeres, demostró, sin embargo, el poder de la oración y se le nombra entre los héroes de la fe que son honrados en el Nuevo Testamento (ver Hebreos 11:32).


Ahora conozco que Jehová salva
a su ungido; lo oirá desde sus santos cielos
con la potencia salvadora de su diestra.
Estos confían en carros,
y aquéllos en caballos; mas nosotros
del nombre de Jehová nuestro Dios
tendremos memoria.

Salmos 20:6, 7

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