El hecho básico en cada tratamiento de la Ciencia Cristiana es que el hombre espiritual, la idea de Dios, es perfecto ahora. Constantemente expresa el bien ilimitado que es Dios. Independiente de lo que parece ser tiempo, lugar o circunstancia, esta verdad es inexpugnable y absoluta. Es el punto de partida desde el cual trabajamos y oramos lo que determina si sentimos la verdadera presencia y poder de la realidad espiritual, que incluye la continua aparición del universo divino de ideas espirituales. Como la compuesta idea de Dios, el hombre verdadero existe como consciencia ciencia espiritual individual incluido en la Mente, Dios, que todo lo sabe.
Sin embargo, un cuadro muy diferente se presenta ante el punto de vista mortal. El temor, la debilidad, la limitación, el sufrimiento, parecen ser la realidad del ser, y su predominio en el pensamiento amenaza a la raza humana. Ésta es la llamada experiencia de un concepto o conocimiento material de la vida, que depende de la materia para su evidencia y exige de la materia obediencia a sus creencias. Es sentirse separado de Dios, de todo lo que es bueno, armonioso e inmortal.
Pero, ¿qué puede estar separado de Dios? ¡Nada! Y eso es exactamente lo que es el sentido material — nada. En la Ciencia Cristiana comprendemos que el Espíritu es Dios, y que Dios es Todo. Esto no deja lugar ni oportunidad para que lo opuesto del Espíritu, la materia — más exactamente, el sentido material — sea o haga algo. Hasta una vislumbre de esta verdad, nos ayuda a no impresionarnos tanto con la materia y a estar más dispuestos a no contemplarla y, en cambio, contemplar la identidad espiritual, la inapreciable proximidad del bien. Al hacer esto, experimentamos cada vez más el orden y la armonía de Dios, ya que inevitablemente manifestamos las cualidades que dominan nuestro pensamiento.
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