La Verdad existe. Por esta razón realmente no es posible aumentarla o disminuirla con la oración o por cualquier otro medio. Desde el punto de vista de la Mente divina, o sea, Dios, lo único que existe es el Ser infinito, perfecto, inmutable, que se expresa en el hombre y en el universo. Por lo tanto, lo que en la experiencia humana parecen ser condiciones materiales mejoradas, no son un aumento de la verdad del ser, sino la desaparición de las nubes de conceptos erróneos que tratarían de ocultar lo que siempre ha existido y existirá.
Es prudente no considerar jamás las condiciones humanas del momento como si fueran absolutas o definitivas, porque cualquier concepto del ser que se base en algo menos que lo divino, menos de lo concebido por Dios, tiene que ser transitorio. Lo malo que parece manifestarse en la experiencia humana es, por supuesto, totalmente el estado subjetivo de la ignorancia — de una mente que no es Dios. Pero también es importante ver que lo que consideramos bueno en la experiencia humana siempre es, en el hecho espiritual verdadero, el efecto de la comprensión divina manifestándose, a pesar del sentido humano limitado, no debido a él. Nuestra Guía, la Sra. Eddy, explica: “El pensamiento humano nunca ha proyectado la más mínima parte del ser verdadero”.Ciencia y Salud, pág. 126; Sólo cuando percibimos el bien bajo el punto de vista de la Mente que es Dios, el bien, lo tenemos seguro.
La eliminación de la ignorancia y las limitaciones mediante la comprensión devota de lo que es verdadero no puede destruir ni un ápice de lo real y tangible. Este proceso no puede dejar un vacío o destruir algo que sea verdadero. La Verdad existe a pesar de los conceptos humanos erróneos acerca de ella. Es alentador saber que, aun cuando tratáramos de renunciar o de perder el más mínimo elemento que pertenece al conocimiento de la Verdad, no lo lograríamos porque lo único que por siempre puede desaparecer es el error respecto a ello. Por esto es que Jesús pudo prometer: “No he venido para abrogar, sino para cumplir”. Mateo 5:17; La interpretación estéril e inadecuada acerca del ser cede a la Verdad, y esto se manifiesta en una vida cada vez mejor.
Para la percepción humana, en todo momento la Verdad aparece en su más alta forma tangible. Aunque ninguna condición humana es absoluta, la suma total del ser está siempre presente para que se la exprese progresivamente. La pérdida de lo que es pernicioso y limitativo en la existencia sólo sirve para revelar aún en mayor medida lo que realmente existe.
La experiencia humana no es una alternativa para lo divino, sino el concepto humano que se abriga de lo divino. En realidad, sólo puede haber una existencia si ésta es infinita. Contemplar la vida como material es atribuir a ese sentido de vida las cualidades de la materia, entre las cuales se encuentran las limitaciones, el dualismo y la incertidumbre. Contemplar el ser a través de la lente espiritual es dejar que nuestra experiencia esté caracterizada por las cualidades del Espíritu, Dios. Es el punto de vista lo que realmente cuenta.
La verdad de todo lo que disfrutamos existe como idea, como consciencia, no como materia. La comprensión de esto actúa como la ley que nos brinda el sentido más alto de normalidad en la experiencia humana. Por ejemplo, la comprensión de que la actividad, el abastecimiento y la percepción son totalmente espirituales y que están sujetos sólo a la ley de Dios se manifestará en empleo e ingresos seguros y en vista intacta, mientras esto sea lo que humanamente se necesita. Este sentido científico del ser significa mayor normalidad, éxito, abundancia de bien, gozo e interés hacia lo que nos rodea. En conformidad con las palabras de Cristo Jesús “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”, Juan 10:10; estos resultados son evidencia natural de la única Vida cuando se la vive con un mínimo de concepto erróneo.
Una consciencia liberada de la ignorancia significa una vida liberada de limitaciones. Pero recordemos que la apariencia humana, por muy agradable y natural que sea, sólo es símbolo, no sustancia. Todo lo que es verdaderamente cierto acerca de cualquier cosa es lo que Dios sabe de ello, y esto es del todo espiritual. El símbolo está a salvo en nuestra experiencia en la medida en que es secundario a nuestro verdadero propósito como Científicos Cristianos, el cual es conocer la verdad como Dios la conoce.
Entonces, cuando estemos preparados para la recepción de vistas nuevas y más altas acerca del único Ser, no nos aferremos a los símbolos del pasado. Los símbolos cambian; sólo la consciencia de la Verdad es inmutable. Todos los conceptos materiales tienen que desaparecer porque el punto de vista material no representa al “ser verdadero”.
Cuando la escena humana es de cambios e inestabilidad cada vez mayores, es bueno recordar esta declaración de nuestra Guía: “Desnudemos al error. Entonces, cuando soplen los vientos de Dios, no buscaremos protección cobijándonos bajo nuestros andrajos”.Ciencia y Salud, pág. 201; No tenemos que temer o preocuparnos cuando desaparecen de nuestra experiencia aquellas cosas en que confiábamos, porque la iniciativa está siempre del lado de la Verdad. “Los vientos de Dios” barren con todo concepto deteriorado e incompleto de la existencia, con toda confianza que se haya puesto donde esta confianza no pueda descansar segura. Y las cosas sólo parecen deterioradas cuando lo inadecuado de los antiguos puntos de vista sale a la superficie, cuando estamos listos para una nueva vestidura — para un punto de vista más elevado.
El más alto sentido perceptible de todo lo que experimentamos sólo es adecuado en tanto que represento lo más elevado, y esto varía de acuerdo con las diferentes etapas de progreso en la existencia de cada individuo. En lo humano no existe el bien absoluto. Pero si confundimos el símbolo del momento y nos aferramos a éste, entonces estamos resistiendo el mandato de abandonar lo material tan pronto como sea práctico. El Amor divino no permite una condición fácil y descansada en la materia porque el Amor nos obliga a aceptar sólo el bien más elevado. Intentar permanecer en el más alto sentido del bien que abrigábamos ayer, es eludir las demandas que nos hace la Verdad para progresar hoy.
La Sra. Eddy dice: “Maravillas, calamidades y pecados abundarán mucho más a medida que la verdad apremie a los mortales con las demandas que ellos tanto resisten; pero la terrible osadía del pecado mismo destruye el pecado y presagia el triunfo de la verdad”.ibid., pág. 223; Tanto la Biblia como Ciencia y Salud presagian el total derrumbre de todo lo que se basa en un concepto material y deteriorado del ser, y podemos ver hoy en día que estas profecías se están cumpliendo. Es bueno recordar que las demandas de la Verdad requieren despojarse de un sentido material de las cosas justamente porque un sentido falso de seguridad en la materia es fatal. El Amor no nos permite morar en nada que no sea lo mejor.
Desde un punto de vista, no hay duda de que muchas cosas en el mundo en las cuales la gente confiaba parecen estar desmoronándose. Pareciera más difícil ahora que antes hacer frente a los gastos diarios, sentirse seguro en un empleo, hacer alcanzar las fuentes de riquezas naturales del mundo, y mantener la estabilidad de la sociedad. Las viejas teorías enfrentan un desafío a cada momento. Los problemas ecológicos, urbanos, económicos y de explosión demográfica parecen multiplicarse, junto con los temores de guerra, desconfianza en la autoridad, corrupción en altas esferas y rechazo de muchas cosas que en el pasado parecían asegurar el más alto bien humano. Para el observador materialista vivimos en una era inconfortable, bajo el sombrío presagio de un futuro incierto y expuestos a un presente cuyos cimientos se desintegran.
Desde otro punto de vista, sin embargo, ésta es una era de promesas y realizaciones. Ninguna de esas cosas debiera alarmarnos o confundirnos cuando nos damos cuenta de que lo que está ocurriendo es la caída del error, no del hombre. Lo que es verdadero nunca puede ser dañado o cambiar. Cuando soplan “los vientos de Dios” son sólo las falsas confianzas y las evidencias materiales lo que puede ser barrido. Todo lo que está realmente ocurriendo es el desarrollo de la realidad espiritual subyacente y, ¿quién querría aferrarse a un sentido deteriorado de vida cuando el manto sin costura de Cristo — la protección y seguridad del ser sin tacha — ya nos pertenece? El ser verdadero, con todo lo que incluye, está tan a salvo como Dios y es tan eterno como Él. Sólo lo que no procede de Dios es lo que está excluido.
Una fuerza mucho más poderosa que cualquier credo político o ley económica acompaña a la Ciencia Cristiana, y esto está obligando a los mortales a elevarse más alto en la comprensión de que la Vida es, y nunca podría ser otra cosa, que Espíritu. Las experiencias de malestar y desesperación pertenecen sólo al punto de vista que continúa buscando estabilidad en lo que es esencialmente inestable, y lo infinito en lo finito. La aflicción es porque se intenta resistir las demandas de la Verdad; la bendición está en reconocer que al dejar que los vientos barran con nuestros “andrajos” quedamos libres para disfrutar de una vida llena de bien.
En la Epístola a los Hebreos leemos: “[Dios] ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles”. Hebr. 12:26, 27. La actividad, la provisión, el bienestar y el dominio no pueden ser conmovidos en nuestra experiencia cuando se comprende que ellos son la expresión de lo que Dios conoce, y que nunca están expuestos a condiciones materiales de ninguna clase. La disolución de lo efímero es la disolución de la ignorancia, de la nada. La autodestrucción de todo lo que está basado en la materia no toca la plenitud de la Vida. La Verdad existe.
