Durante mi niñez y adolescencia casi hasta los veinte años de edad, me atormentó una dificultad que tenía para hablar. De niño se me hizo una operación que no solucionó nada. Obtuve la curación después que me hice estudiante activo de Ciencia Cristiana, y luego de haberme afiliado a La Iglesia Madre y a una iglesia filial local donde la comisión directiva me pidió si podría servir como maestro de la Escuela Dominical.
Esta invitación para enseñar en la Escuela Dominical era un verdadero desafío. En circunstancias comunes había aprendido a enfrentar en parte este impedimento, pero leer en voz alta estaba lejos de ser posible. Enseñar en una clase de la Escuela Dominical parecía aún más imposible. Oré sobre este asunto. Rechazar este nombramiento basándome en el temor y en la deficiencia habría sido admitir una constante limitación. Para aceptar el cargo debía cambiar mi perspectiva mental.
Pude ver que la Escuela Dominical era una actividad estipulada en el Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy. Comencé a entender que el propósito de las actividades relacionadas con el Manual de la Iglesia es un propósito gobernado por Dios, y es completo. Estaba aprendiendo que quienes verdaderamente se identifican espiritualmente con la idea de La Iglesia Madre y sus actividades basadas en el Manual, también se identifican a sí mismos con la totalidad espiritual y perfecta de la creación de Dios.
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