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“... tus hijos como plantas de olivo”

Del número de enero de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Los Salmos emplean hermosas metáforas instructivas. Ellas adquieren significado cuando la Ciencia Cristiana muestra la proximidad, pertinencia, y poder sanador de la verdad que yacen a la raíz del mensaje metafórico. El Salmo 128 habla de la familia ideal, en la cual “tus hijos [son] como plantas de olivo alrededor de tu mesa”. Salmo 128:3;

En los tiempos bíblicos para que una planta de olivo fuera plenamente productiva necesitaba de diecisiete a dieciocho años de incansable cultivo y cuidado. Uno podía darse cuenta de si el país estaba en paz o en guerra observando sus huertos de olivos; si estaban cuidados, eran señal de paz en el país; si descuidados, ¡de guerra! Cuando las plantas crecían descuidadas y silvestres daban un fruto incomible. No es de extrañarse entonces que el Salmista se refiera a “plantas de olivo” para describir a los hijos que son obedientes a los mandamientos de Dios como resultado de la enseñanza espiritual recibida de sus padres.

Por algún tiempo, una madre del siglo veinte estaba desesperada a causa del comportamiento de su hijo. Sus oraciones y las de practicistas de la Ciencia Cristiana no parecían tener efecto alguno en la rebelión y desobediencia del muchacho. Su poco interés en ser bueno o en hacer lo bueno, resultó en malas notas en el colegio y en discordancia en el hogar.

Un día el pensamiento de la madre fue atraído al Salmo 128 y su sorprendente concepto de hijos como “plantas de olivo”. Se dio cuenta de que para ver a su hijo, y verse a sí misma, como una criatura espiritual de Dios, necesitaba cultivar con persistencia la comprensión espiritual acerca de Dios perfecto y hombre perfecto, que es la base fundamental de la curación en la Ciencia Cristiana. Agradeció la revelación demostrable en la Ciencia de que Dios, el Espíritu divino, el Amor, es el único creador, y que Su creación, incluso el hombre, es enteramente espiritual y afectuosa; por lo tanto, las creencias de rebelión, animalidad, obstinación — creencias carentes de amor — no son inherentes a los hijos de Dios.

Para sus dos últimos años de enseñanza secundaria, el muchaco fue enviado a una escuela particular. Todos los días la madre dedicaba tiempo para orar — para cultivar en su pensamiento la idea espiritual de filiación. La metáfora de la “planta de olivo” la ayudó a ser constante y consistente, paciente e insistente en su trabajo. A medida que su concepto de “planta de olivo” maduraba, las áridas creencias mortales de herencia y de autodecepción fueron desapareciendo de su pensamiento.

Moisés tuvo dificultades para guiar a los hijos de Israel fuera del cautiverio. El mensaje que Dios le dio para Faraón “... te he dicho que dejes ir a mi hijo, para que me sirva” Éx. 4:23; cobró para la madre pertinencia en su actual situación. Comprendió esto como una orden de abandonar las creencias de maternidad basadas en los conceptos biológicos de parentesco sanguíneo para ver al hombre, y por lo tanto la verdadera identidad de su hijo, como totalmente originado en Dios, su Padre-Madre, y completo en Su cuidado exclusivo. La Sra. Eddy escribe sobre el origen espiritual del hombre: “En la Ciencia el hombre es linaje del Espíritu. Lo bello, lo bueno y lo puro constituyen su ascendencia. Su origen no se halla, como el de los mortales, es el instinto animal, ni pasa él por condiciones materiales antes de alcanzar la inteligencia. El Espíritu es la fuente primitiva y última de su ser; Dios es su Padre, y la Vida es la ley de su existencia”.Ciencia y Salud, pág. 63; La madre meditó sobre estas declaraciones y se aferró a ellas hasta que se establecieron en su pensamiento llenas de vida y esperanza.

Otro peldaño hacia el progreso se presentó con la significativa declaración de Pablo: “Cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, inmediatamente no consulté con carne y sangre”. Gálatas 1:15, 16 (según la versión King James de la Biblia). La madre comprendió que la gracia es la afectuosa bendición que Dios otorga a cada uno de Sus hijos. En las curaciones de Cristo Jesús, la gracia hizo lúcida la verdad, y la realidad espiritual posible de experimentar. La gracia — el tierno, aunque vibrante, poder renovador del Espíritu — faculta al individuo para aceptar los hechos espirituales del ser verdadero en contraste con el sentido mortal de la existencia. La madre sintió el impulso dinámico de la gracia despertando la verdad en su consciencia, delineando el verdadero concepto de la filiación del hombre con Dios. Las ilusiones autoengañosas de fricción, impaciencia, enojo y animosidad, perdieron su influencia.

En Apocalipsis 21:7 leemos: “El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo”. Este versículo fue el precursor de la curación para la madre: la voluntad humana dejó de perpetuar un falso concepto de individualidad. La imagen de un hijo rebelde fue vista como una imagen invertida cuya delineación en la consciencia obstruiría ésta con falsedades mentales. Percibió que la verdadera consciencia, o sea, la consciencia espiritual, está consciente sólo de las imágenes derivadas de Dios y transmitidas por la Mente divina mediante la Ciencia divina. Cuando la falsa imagen fue eliminada del pensamiento, la verdadera idea de la filiación del hombre con Dios se activó en la consciencia de la madre. Se dio cuenta de que las palabras y obras de Cristo Jesús presentaron la base comprobable de la filiación divina para toda la humanidad. A medida que oraba para tener en ella la Mente de Cristo, su pensamiento respondió a la verdadera idea de filiación, que es el Cristo incorpóreo siempre presente, la imagen y semejanza divina, por siempre manifestándose, perpetuándose y sosteniéndose a sí misma.

El resultado visible de este despertar espiritual fue un muchacho redimido del egoísmo. Al finalizar el primer año de clases el director de la escuela le informó a la madre que su hijo había experimentado un cambio completo en su manera de ser. Era cariñoso y gentil, y en su último año logró altos resultados académicos. Fue a la universidad, después tomó cursos postgraduados, y obtuvo los premios y honores más altos.

La “planta de olivo” de la madre maduró porque, mediante el cultivo paciente y espiritual de la idea verdadera en su pensamiento, pudo ver que el hijo de Dios ya es bueno, completo, perfecto, íntegro, libre. Se vio que el sentido material de hijo era ilusorio y falso.

Dios es Amor omnipresente y ningún niño es privado de la disponibilidad inmediata del poder del Amor, ni puede tampoco renunciar al Amor divino. La experiencia de la madre fue un caso en que se comprendió y demostró que el amor de Dios responde a las necesidades humanas, y que en esta situación evidenció la santidad inherente del muchacho, como también la de la familia. El Amor y su idea están eternamente relacionados en la unidad divina de causa y efecto.

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