Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

El Amor ama a todos

Del número de enero de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Casi todos en cierto momento anhelan sentirse que se les necesita y ama.

Si verdaderamente expresamos amor, pese a cuánto la gente nos haya ignorado o rechazado, podemos sentirnos amados. Sólo necesitamos comprender a Dios y nuestra unidad con Él, como lo enseña la Ciencia Cristiana, para reconocer que nuestra felicidad es sostenida por Dios. La Biblia dice: “Dios es amor”. 1 Juan 4:16; El hecho de que Dios, que es Amor, crea al hombre a Su semejanza (ver Génesis 1:26) siempre debe dotar a cada persona con un círculo familiar todo afectuoso y digno de ser amado.

Colectiva e individualmente, la familia del hombre es una representación cabal del Amor divino. Cada identidad es esencial para la alegría y plenitud de las otras, porque cada una es esencial para expresar el hecho de que el Padre-Madre Amor es Todo-en-todo. Por lo tanto, somos completamente amados, tiernamente amados, por todo lo que realmente existe.

A veces puede parecer que es más importante para la felicidad humana que lo amen a uno en lugar de que uno ame. Sin embargo, según Pablo, Jesús enseñó: “Más bienaventurado es dar que recibir”. Hechos 20:35; La enseñanza de Cristo Jesús establece en primer término, no la exaltación de ser amado, sino la exhortación de amar. Y hasta nos insta a amar a nuestros enemigos. ¿Podría el doloroso vacío de no sentirse amado indicar una vía para amar más y comprender mejor la naturaleza de Dios como Amor?

Tenemos que aprender a resistir la tentación de condescender en la conmiseración propia simplemente porque no se nos haya mostrado la atención afectuosa que realmente creemos merecer. Si seguimos el ejemplo de Jesús, obtendremos un concepto más desinteresado, tanto del amor como de la felicidad, y pensaremos más en dar que en recibir. Jesús ejemplificó la ternura con que el Amor incluye a todos imparcialmente. Sanó y redimió aun a aquellos que la sociedad había catalogado y proscrito como parias.

Jesús vivió para complacer a Dios. En consecuencia, no necesitaba que se le recordara lisonjeramente que todos los honores que la humanidad podía rendirle eventualmente seguirían a la obra de su vida. Su resurrección evidenció la inmortalidad del amor puro. Confirmó su preciado lugar en la infinita individualidad de la Mente divina. También confirmó que todos cuentan con un tierno lugar como amados del Amor.

El ejemplo de Jesús señala concluyentemente que ni el Amor divino ni nuestra propia naturaleza a la semejanza del Amor han sido jamás objeto de injusticia o daño. Las ideas del Amor no han expresado ni oído palabras ofensivas. No son victimarias ni víctimas ni testigos de la malicia. Tampoco pueden, como ideas de Dios, participar en la antipatía recíproca.

Jesús venció la muerte porque resistió y venció la tentación de creer que el Amor omnipresente podía estar ausente o ser eclipsado. Cooperó incesantemente con las leyes divinas del Amor, dejando que éste predominara sobre un sentido personal acerca de los demás — y aun acerca de sí mismo. Su victoria demuestra que la consciencia que se abriga acerca de la eternidad del Amor no hospeda sentimientos de pesar por lo pasado, no admite los errores del presente como realidades, ni anticipa la posibilidad de condiciones erróneas. “Su trabajo de tres días en el sepulcro imprimió al tiempo el sello de la eternidad. Él probó que la Vida no muere y que el Amor triunfa sobre el odio”,Ciencia y Salud, pág. 44; escribió la Sra. Eddy en Ciencia y Salud, el libro de texto de la Ciencia Cristiana.

La obra de la Sra. Eddy nos conduce al santuario de la Verdad demostrada — el Cristo eterno e impersonal, que Jesús ejemplificó— donde siempre podemos encontrar terreno para amar. Pese a aquello con lo que una persona parezca estar de acuerdo o discrepar, podemos abrigar activamente los pensamientos del Amor divino, el cual circunda y rodea a todos. Por cierto que nadie puede, una vez que ha escuchado al sentido espiritual, llegar acertadamente a la conclusión de que no es amado, que no es útil o que es rechazado.

Para el sentido espiritual no existe conocimiento falso, mente mortal, hombre mortal, odio, o pérdida de la armonía. El Amor, el Espíritu divino, es Todo-en-todo. Si el sentido material pareciera presentar un cuadro de crueldad o dureza, debemos recordar que el sentido material alega que puede haber algo aparte de la plenitud divina, y saber, por lo tanto, que ese sentido es falso. ¿Es razonable entonces resignarse a ser rechazados debido a una mirada, una palabra o un desaire — o debido a cualquier otra manifestación que parezca proceder de los sentidos materiales falsos de vista, oído o tacto? ¿Es sabio basar nuestra seguridad en las pretensiones de lo que no es nada más que una ilusión, o creer que ésta puede destruir nuestra seguridad?

El sentido material proclama erróneamente una supuesta ausencia del Amor. Por lo tanto, aquellos que se preocupan por el testimonio del sentido material, sufren más por sus propias creencias en el mal que por las acciones de los demás. Quienquiera que se halle oprimido por tales autodecepciones, debe abandonar sus propias creencias en las mentiras acerca de Dios y del hombre y dejar de condescender en ellas. El remedio para los tormentos del sentido material es la espiritualización del pensamiento.

Las verdades espirituales están siempre disponibles para maniatar las reacciones del testimonio del sentido material que impulsan a huir del problema o a vengarse. La inteligencia divina reprende la tentación de sentirse excluido o no amado. El Amor omniactivo mantiene intacta la armonía.

Las miríadas de visiones, sonidos y sensaciones que sugieren que pueden haber tantas posibles fuentes para el afecto o el desafecto como hay mortales, proceden de una misma ilusión, la cual se burla de Dios. Los esfuerzos que usted haga para aferrarse a la verdad del Amor divino romperá el mesmerismo de la ilusión y así lo liberará eficazmente de la sensación de creerse rechazado, innecesario o no amado. Por medio del sentido espiritual se reconoce que el amor para cada uno y para todos procede de Dios, la única y sola Mente del hombre. El entendimiento espiritual lo circunda y envuelve a usted en el amor, porque la Verdad es Amor.

¿Puede existir solaz más preciado que el saber que Dios no ama a nadie más de lo que lo ama a usted? Considere además el consuelo que aporta el comprender que Dios no ama menos a otros de lo que lo ama a usted. La Sra. Eddy escribe: “Fuera del concepto material de las cosas, todo es armonía”.ibid., pág. 489;

El Amor inagotable y perpetuo rodea todo su ser tiernamente porque usted es su idea preciosa y peculiar. El Amor infinito que todo lo abarca, nos une a todos. El amor incesante es el efecto mismo del Amor. ¿Puede el efecto separarse de su causa? ¿Podría tan siquiera una identidad apartarse alguna vez de la infinitud del Amor, o ser expulsada de esta infinitud que hace imposible que exista algo fuera de este Amor? El Amor es siempre perfecto y completo. Es la Vida eterna — la sustancia indestructible e incorruptible que une de manera perfecta a cada persona con las demás. El Amor es intacto.

En la magnanimidad de su divinidad, el Amor abarca hasta los más débiles esfuerzos que hace la humanidad por perdonar y olvidar malentendidos. En consecuencia, podemos confiar en el amor del Amor para construir y fortalecer, para mejorar y restaurar cualquier relación humana que contribuya a avanzar nuestros inmaturos conceptos de Dios, que promueva nuestro desarrollo hacia el Espíritu, hacia la salvación universal — hacia todo lo que verdaderamente nos concierne. El Amor se nos manifiesta en la proporción de la espontaneidad y pureza con que amamos.

Cuando alguien se encuentra totalmente desprovisto de ayuda y afecto humanos entonces se ve forzado a buscar su lugar en la familia del Amor divino, cuya amplitud siempre incluye todo lo que hay de felicidad y cielo. Alguien que tal vez emergió de las profundidades de la desolación escribió para nuestro consuelo: “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá”. Salmo 27:10;

En cumplimiento de las palabras y obras de Jesús, la Ciencia Cristiana ofrece a la humanidad la mano extendida de Dios, el Consolador que otorga el Amor. Por lo tanto, en el curso de nuestra resistencia a las trivialidades mesméricas del materialismo y en la lucha por liberar de él nuestros pensamientos, nunca estamos solos. Usted y yo siempre estamos listos y preparados para participar de las compasivas misericordias prometidas por nuestro Redentor a cada individuo: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”. Juan 14:18; Y a medida que aprendemos la lección de abandonar todo lo mundano — y esto eventualmente le ocurrirá a todos de un modo u otro — entonces el libro de texto de la Ciencia Cristiana, estudiado y practicado, invariablemente nos aportará la manifestación cabal de una de las declaraciones más notables de la Sra. Eddy: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”.Ciencia y Salud, pág. 494.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / enero de 1978

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.