La declaración de Mary Baker Eddy, frecuentemente citada, “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”,Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 494 ; indudablemente ha bendecido, sanado y consolado a miles de personas. Transmite la bondadosa naturaleza de Dios y expone la función del Cristo como la expresión pura de Dios. Incluye la universalidad del amor de Dios, la íntima ternura de Su cuidado, y la estabilidad de Su relación con el hombre. Aprendemos en la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) que Dios es Amor perfecto, el bien ilimitado, y que Su creación debe manifestar la perfecta naturaleza del creador.
Pero al considerar la cita mencionada, la mente humana a menudo se hace algunas preguntas: ¿Cómo sabe Dios lo que yo necesito? ¿Cómo puedo tener la certeza de que Él responderá a mi necesidad así como a la multitud de necesidades de otros individuos?
Es esencial comprender la absoluta bondad de Dios, Su totalidad y perfección. Es esencial comprender la perfección del hombre a semejanza de Dios. Éstas son piedras fundamentales en la Ciencia del ser. El Amor divino responde a la necesidad humana no porque reconoce la necesidad sino porque manifiesta la infinitud y compleción del Amor y la perfección del hombre como semejanza de Dios. Dios, quien es el bien infinito, jamás podría estar consciente de ninguna forma de mal. El mal, la escasez, el error, no existen en la Mente divina. Aprendiendo a obedecer el mandamiento de tener un solo Dios, una sola Mente, podemos abandonar el error enteramente y así sanar de los males de la mortalidad. Es comprendiendo la totalidad de Dios, la perfección de la Mente única, y la irrealidad de cualquier creencia contraria que llegamos a sentir la bondad de Dios en la respuesta a las necesidades humanas.
La consciencia es la llave de la experiencia. Todo lo que nos ocurre en nuestra vida diaria es un modo de consciencia humana proyectado. Cualquier necesidad es la manifestación de un falso concepto — un concepto de limitación o de carencia de algo: salud, provisión, armonía. Cuando se hacen evidentes la plenitud y la bondad de Dios, cuando se comprende que hay una sola Mente, esto borra la creencia de necesidad, de cualquier escasez de bien. Dios es Todo-en-todo. Él es el bien ilimitado. No hay presencia fuera de Su presencia. No hay espacio que Él no llene. Él es, literalmente, la única presencia y poder. Cuando se haya despejado la consciencia del concepto falso — de creencia en el mal — entonces se manifestará la idea correcta y la consciencia humana cambiará donde se necesite el cambio.
Así como la marea cuando sube llena cada rincón y cada grieta en la orilla de la costa, así el Amor divino viene a la consciencia humana respondiendo a cada necesidad con su presencia misma. La venida del Cristo, personificada en la vida de Jesús, respondió a toda clase de necesidad.
Pero es posible que la mente humana pregunte: ¿Si Dios es perfecto y no conoce ni carencia ni mal ni pecado, por qué envió Él a Jesús para redimir a los hombres de la limitación y el pecado?
La verdad de la totalidad y perfección de Dios se revela a la consciencia humana según el grado de receptividad de la humanidad. La venida de Jesús evidenció la receptividad del pensamiento humano de esa época. Se estaba a la expectativa de un Salvador. Porque Jesús manifestó el Cristo, o la naturaleza de Dios, podemos decir que el fue “enviado”. Él mismo dijo: “Me es necesario hacer las obras del que me envió”. Juan 9:4 ; Pero en este concepto de que Jesús fue enviado no debemos admitir que la Mente divina está consciente del error, de la escasez o del pecado. La Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, incluye este punto en La Unidad del Bien en un examen que se titula: “Las cosas profundas de Dios”. Escribe: “El principio de la música desconoce la discordancia. Dios es la armonía en sí. Sus leyes universales, Su inmutabilidad, no son infringidas más en la ética que en la música. Para Él no existe la discordancia moral, como lo aprenderemos en la medida en que adquiramos la verdadera comprensión de la Deidad. Si Dios pudiera estar consciente del pecado, Su poder infinito reduciría inmediatamente al universo en caos”.Unidad, pág. 13 ;
El advenimiento de Jesús fue la manifestación a la humanidad de la verdad acerca de la totalidad y bondad de Dios, en tal forma que ésta pudiera entender y percibir. El Cristo, como la idea verdadera de Dios, se hace carne en nuestra vida a medida que lo aceptamos en nuestro pensamiento, y viene de una manera que podamos apreciar y percibir. El Amor divino responde a la necesidad humana al revelar que el hombre ya es espiritual y perfecto, y que el concepto de necesidad es obsoleto. Cristo Jesús reveló la filiación del hombre con Dios, y esto, a su vez, elevó a la consciencia humana por encima de la creencia de la falta de bien a la presencia misma de bien. Una de mis amistades lo dijo de esta manera: “Todo lo que Jesús necesitaba saber era que no necesitaba nada”. El entendimiento, a la manera de Cristo, de la perfección y plenitud del hombre se nos revelará a cada uno de nosotros en la manera en que podamos entenderlo y percibirlo.
Cuando se borra de la consciencia el concepto de escasez, se satisface la necesidad humana. Si bien esta operación es esencialmente mental, también la provisión humana queda satisfecha. Cuando la consciencia humana se ajusta al hecho de la totalidad y presencia del bien, los objetos de los sentidos se presentan de la manera que satisfagan la necesidad humana. Esto se manifiesta en nuestra vida en provisión, salud, armonía y gozo. Jesús sanó a los enfermos y pecadores y proveyó a las multitudes con los alimentos que necesitaba porque él sabía que el Amor divino siempre responde a toda necesidad humana.
Ahora bien, ¿por qué envió Dios al Consolador, la Ciencia Cristiana, en esta era científica? Debemos estar convencidos de que Dios no sabe ahora nada del pecado, como tampoco lo supo antes ni lo sabrá jamás. El Amor divino siempre se está expresando en la perfección y en el orden de su creación. El Cristo, el Consolador, se manifiesta a la consciencia que está lista para recibirlo, y se revela en curación y regeneración. Esta manifestación es la que estamos atestiguando, y se manifestará en la manera en que responda a la necesidad humana dondequiera que esa necesidad pueda estar.
Algunas veces se les presenta a los Científicos Cristianos el desafío en cuanto a si son lo bastante activistas, es decir, activos en los medios materiales que proveen cosas materiales que la sociedad necesita. Cuando se analiza la situación adecuadamente, vemos que el problema radica en la consciencia, o sea, que es un estado de pensamiento, y que no podemos responder cabalmente a las necesidades de la humanidad con la sola distribución de bienes materiales. Se necesita la idea verdadera acerca de Dios y del hombre a Su semejanza.
Por cierto que en el proceso de traer la Ciencia Cristiana a la humanidad, se exige una actitud cristiana y verdaderamente desinteresada. Pero es sólo en la medida en que el Cristo viene a la consciencia humana, en la medida en que la totalidad y bondad de Dios penetra en el pensamiento humano, que se logrará algún progreso verdadero en satisfacer las necesidades humanas. De esta manera la solución a nuestras necesidades vendrá de dentro de nosotros mismos, y la curación será permanente. Nada, sino esto, llevará a la humanidad a la meta de la perfección y realización.
Empezaremos a ver más claramente que el advenimiento de Jesús estaba apoyado por el gran Principio creador, el Amor divino, que trae a la humanidad al Cristo, que responde a las necesidades de la humanidad. El gran ímpetu que preparó al pensamiento humano para el descubrimiento de la Ciencia Cristiana era el Amor divino que responde a toda necesidad humana, trayendo a la escena humana el segundo advenimiento del Cristo.
La fundación de la Iglesia de Cristo, Científico, por la Sra. Eddy, es un paso nuevo para traer al Cristo a la humanidad.
La naturaleza infinita del Amor que responde a toda necesidad humana es representada en esta estrofa de un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana:
Divino Amor, Tu plenitud
por siempre nuestra es ;
a todos te revelas Tú
perfecto, inmortal.Himnario, No. 142.
