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Curación espiritual verdadera

Del número de julio de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante las últimas décadas ha resurgido un amplio interés en métodos mentales de curación, tanto de parte de las iglesias como del público en general. Algunas iglesias que hasta hace poco se rehusaban a considerar la posibilidad de curación espiritual en nuestros tiempos, están ahora investigando el tema. Mucha gente se pregunta hoy en día si la Iglesia de Cristo, Científico, es especial en este sentido o si se trata solamente de un culto más y de una iglesia más entre los muchos cultos e iglesias que hoy en día practican la curación mental.

La Sra. Eddy definitivamente no abrigaba dudas acerca de la naturaleza especial de la Ciencia Cristiana. Ella la vio como la misma Ciencia o ley divina de Dios que Cristo Jesús demostró. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy declara: “Nuestro Maestro no enseñó meras teorías, doctrinas o creencias. Fue el Principio divino de todo ser real lo que él enseñó y practicó. Su prueba del cristianismo no fue una forma o un sistema de religión y de adoración, sino la Ciencia Cristiana, demostrando con obras la armonía de la Vida y el Amor”.Ciencia y Salud, págs. 26–27;

Cuando Juan el Bautista envió a preguntarle a Jesús si era él el esperado Mesías, Jesús se refirió a las obras de curación, que daban testimonio del poder del Cristo (ver Mateo 11:2–6). La prueba del cristianismo ofrecida por la Ciencia Cristiana se encuentra en el amplio registro de curaciones efectuadas durante estos últimos cien años, las que confirman que la Ciencia Cristiana se basa en las Escrituras. La eficacia de esta Ciencia no descansa únicamente en la cantidad y naturaleza científica de sus curaciones, sino en su variedad. Provee a toda necesidad de la persona. No sólo sana cuerpos y mentes enfermas sino también dificultades en los negocios, escasez, problemas de la comunidad, problemas tecnológicos — todo lo que pueda limitar a un individuo en su expresión del bien. Y el método por el cual tales obras se logran difiere de todos los otros sistemas.

La Ciencia Divina concuerda con la profecía de Jesús respecto a la segunda llegada del Cristo, la cual mucha gente espera hoy en día. Él indicó que este otro Consolador, el cual Dios enviaría en su nombre para enseñarnos “todas las cosas”, no sería de apariencia humana. Vendría como “el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros”. Juan 14:26, 17; La Sra. Eddy se refiere a esta profecía así: “En las palabras de San Juan: El Padre ‘os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre.’ Este Consolador, según yo lo entiendo, es la Ciencia Divina”.Ciencia y Salud, pág. 55; Esta Ciencia está al alcance de todos como la expresión del poder del Amor divino, universal e imparcial.

Los Científicos Cristianos no están en guerra con nadie que esté trabajando con compasión para aliviar el sufrimiento de la humanidad — y es bien sabido que algunas curaciones asombrosas se están llevando a cabo a través de otras iglesias y sistemas. Sin embargo, la Ciencia Cristiana es única en su método y no guarda relación alguna con lo que comúnmente se clasifica como “curación por la fe”, o “la mente sobre la materia”: espiritualismo, yoga, autosugestión, siquiatría, pensamiento positivo. La Ciencia Cristiana no tiene conexión con la mayoría de lo que la gente considera curación espiritual, donde tal curación se basa en la creencia de que la materia, el mal y la enfermedad son reales.

¿Cuál es entonces el verdadero criterio para la curación según se entiende en la Ciencia Cristiana? Éste: que en la curación por la Ciencia Cristiana uno inequívocamente acepta y comprende la totalidad y perfección absolutas de Dios, el Espíritu infinito, Mente, Vida, Verdad, Amor. El corolario esencial e inevitable de lo anterior, es la absoluta inexistencia, impotencia e insustancialidad de la materia — ya sea considerada buena o mala — y de todos sus concomitantes — el mal, la enfermedad, la muerte. Tal curación no es de “la mente sobre la materia” sino la comprensión de que la Mente divina excluye la materia.

No importa cuán notable o asombrosa pueda ser una curación, ésta fracasa en alcanzar el nivel de curación según se comprende en la Ciencia Cristiana si se basa en la más mínima creencia o confianza en la materia; o en la más insignificante fe en medios médicos; o en la más ínfima creencia en la realidad de la enfermedad, la muerte, el pecado, o el mal; o sobre cualquier molécula de temor a poderes que no provengan de Dios, el bien; o sobre cualquier pensamiento de que Dios está en algún lugar distante, separado del hombre.

A menos que una curación esté fundada sobre la roca del Cristo — la verdad acerca de la totalidad y omnipotencia de Dios y la semejanza eterna del hombre con Dios — la curación involucra primordialmente un cambio de creencia, el cual opera dentro del ámbito supuesto de una mente humana y, por lo tanto, la condición está propensa a una recaída o cambio. Todos los fenómenos de la existencia mortal son estados subjetivos de la mente mortal que los percibe y, en consecuencia, falsificaciones de las ideas perfectas y espirituales de la Mente divina. Los cambios de creencia que ocurren en la mente mortal aparecen como cambios externos; sin embargo, en realidad, éstos son únicamente proyecciones de la mente mortal.

Hipnoterapia, espiritualismo, yoga, brujerías, vudú, y otros sistemas mentales relacionados entre sí por la premisa de que existe mente en la materia, operan dentro de este supuesto ámbito; producen sus supuestos efectos mediante la mentalidad mortal, la cual parece controlar o manipular la materia. La materia y la mente mortal son simplemente distintos aspectos de este mismo fenómeno ilusorio. Queda en claro entonces que, dentro de este ámbito, la curación no cumple con la regeneración espiritual que es tan importante en los estados de resurrección y ascensión de nuestro pensamiento.

La oración sanadora en la Ciencia Cristiana no tiene por objeto simplemente mejorar la materia o hacerla más confortable. No intenta representar en la mente cuadros de cuerpos materiales, órganos o situaciones como perfectos. La Ciencia Cristiana traduce los fenómenos materiales en conceptos mentales, luego rechaza los conceptos falsos por las ideas verdaderas de la Mente, Dios. Esta oración rechaza toda creencia en la materia, en la mente mortal, en la enfermedad y en la suposición de que el mal tiene poder. La oración sanadora no es la repetición de una fría fórmula metafísica sino un humilde reconocimiento de la omnipresencia del Dios viviente y de Su irresistible autoexistencia. En realidad, nosotros no ponemos la ley divina en operación; ella está siempre operando y es siempre omnipotente. Nuestro trabajo es reconocer con alegría la totalidad y perfección de Dios y negar completa e immediatamente, como una mentira sin base alguna, todo lo que parezca desmentir la omnipresencia de Dios.

La oración en la Ciencia Cristiana no es asunto de implorar a una Deidad lejana y renuente o mendigarle favores, como si Dios pudiera retener lo bueno u olvidar a Su creación. La curación se manifiesta mediante el poder dinámico del Cristo — la expresión misma de Dios — que revela la gloria, el poder, y el dominio divinos por medio del hombre, quien es el testigo de Dios. La Ciencia Divina es la revelación dada por Dios, de Su propia presencia y poder. Dios es el que actúa. Esto cambia nuestra relación con la Ciencia. En lugar de ser alguien que “utiliza” la Ciencia, como utilizaría las matemáticas, uno viene a ser un testigo, o una transparencia, a través de quien la luz del Cristo, la Verdad, puede brillar. “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Filip. 2:13;

La Ciencia Cristiana no es “curación por la fe” en el sentido común de la frase, aunque una fe absoluta es elemento esencial en la verdadera curación; ella es lo que da fuerza al tratamiento por la Ciencia Cristiana. Hay “curadores por la fe” que logran curaciones notables, pero una fe ciega es propensa a producir resultados inciertos y variables, porque no está fundamentada en la inequívoca comprensión de la invariable ley divina.

La clase de fe por la cual Jesús trabajaba y la que nosotros nos esforzamos por tener es una convicción espiritual que se basa en la comprensión de la naturaleza de Dios, el Amor divino, como el Principio divino omniactivo y omnipotente de todo ser verdadero, la única causa y creador, quien mantiene al hombre y al universo en eterna armonía y perfección. Esta oración de fe reconoce la nada de la materia, del pecado, la enfermedad, la muerte; la nada de todo mal, porque acepta la absoluta totalidad de Dios, el Espíritu, el bien. Reconoce y enuncia el poder del Amor divino, la Verdad, el Cristo impersonal, como el Salvador; la Palabra divina, irrevocable, imperativa, porque no existe ley o poder opuestos.

La Sra. Eddy escribe: “Los Científicos Cristianos no son hipnotizadores, no son curadores por la mente mortal, ni curadores por la mera fe; tienen fe, pero tienen Ciencia, comprensión y obras también. No son los apéndices, los etcéteras, o nuevas ediciones de viejos errores; sino que son lo que son, es decir, estudiantes de una Ciencia demostrable guiando las épocas”.Message to The Mother Church for 1901, págs. 20–21.

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