Mi lengua dice: “¡No puedo!”
Me siento y lloro.
Mi voz grita: “¡No lo haré!”
Mamá suplica: “¡Inténtalo!”
Entonces las dos escuchamos a Dios
Para que nos diga lo que es verdad.
El discutir no me sana,
Pero los pensamientos de Dios siempre sanan.
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