La Ciencia Cristiana
Christian Science (crishchan sáiens) nos enseña que al pensar en el hombre, en lo que realmente pensamos es en la expresión misma de Dios, y nunca podemos pensar en el hombre de ningún otro modo, porque el hombre es inseparable de su origen divino.
Por ejemplo, no podemos decir: “Bueno, ahora para resolver este problema, voy a pensar durante los próximos días solamente en Dios y a dejar al hombre fuera del asunto” o “voy a pensar solamente en el hombre y a descubrir qué es el hombre y qué está causando este problema y voy a dejar a Dios fuera del asunto”. Esto no se puede hacer. El hecho de que la Ciencia Cristiana nos revela a Dios como Principio, Mente, Espíritu, Alma, Vida, Verdad y Amor divinos, significa que la Ciencia nos está revelando al hombre como la expresión de Dios mediante esos términos. Y el hecho de que estamos viendo al hombre en la radiante espiritualidad de su ser significa que lo que estamos en realidad viendo es la expresión misma de Dios.
A un pequeño niño un amigo escéptico le preguntó dónde estaba Dios.
—¿Está aquí? — preguntó.
— Oh, sí — fue la respuesta inmediata.
—¿Está al final de la calle?
— Oh, sí.
—¿Está al otro extremo del pueblo?
— Sí.
— Bien, dime entonces, si estuvieras tú solo en una isla desierta, sin ninguna otra persona, ¿estaría Dios allí?
— Oh, sí — replicó el pequeño.
—¿Cómo lo sabes? — interpeló su amigo.
— Porque yo estaría allí, ¿no es verdad? — respondió prontamente el muchachito.
¡Cuán consolador es saber que jamás podemos estar en ningún lugar donde Dios no esté? El hecho mismo de que estemos allí, no importa cuáles sean las circunstancias, o cuál el problema, significa que Dios está allí; y el hecho de que Dios esté allí quiere decir que en realidad no estamos en la situación errónea, porque no hay tal situación en la omnipresencia infinita de Dios, el bien, que es todo Vida y Amor. Éstas no son meras palabras; es verdad sobre la cual hay que pensar, y que hay que aceptar y demostrar. En Dios no puede existir condición errónea. El hombre no es una entidad separada de Dios en quien, por medio de quien, o para quien Dios obra. Dios actúa porque Él es todo acción, toda la acción que existe. No hay acción de Dios que no sea armoniosa, nada que pueda estancarse, tardarse, o detenerse. Y el hombre, la expresión misma de Dios, manifiesta esa acción. De modo que no hay nada en la identidad del hombre que pueda estancarse, tardarse o detenerse.
Esta unidad de Dios y Su idea es algo que debe de ser espiritualmente reconocido y comprendido. El hombre y el universo reflejan la absoluta unidad del Principio e idea; esto no deja posibilidad alguna de separación, deformación, disolución o aniquilación. El hombre coexiste con Dios. Esto no quiere decir que el hombre sea Dios o que Dios sea el hombre. Dios es la Mente creativa, y el hombre existe en la Mente como Su idea. El efecto no es causa, la idea no es Principio, el hombre no es Dios — pero nunca puede haber efecto sin causa, idea sin Mente, hombre sin Dios, o vice-versa.
Comprender al hombre en términos de esta unidad con Dios, es comprender la continuidad de nuestra identidad e individualidad; es percibir la preexistencia e inmortalidad del hombre. La Vida nunca comenzó; nunca termina — la identidad y la individualidad nunca comenzaron y nunca terminan. El hombre no comenzó con el nacimiento, ni tampoco pasa de un estado consciente del ser a otro. Mary Baker Eddy dice en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “El Espíritu es la única sustancia y consciencia reconocida por la Ciencia divina”.Ciencia y Salud, pág. 278;
Para comprender esta verdad, debemos comenzar por reconocer la Mente como el único Ego, expresándose a Sí mismo infinita y eternamente. Debemos mirar más allá de la superficie material y descubrir que Dios es la única causa y el único creador. En esta consciencia de unidad encontramos resguardo y seguridad, ¡somos del todo inexpugnables al sentido material de las cosas!
“Antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído”, Isa. 65:24; es la promesa bíblica. Esta unidad consciente del Principio y su idea es el hecho espiritual de nuestro ser aquí mismo, ahora mismo. Todo lo que es metafísicamente cierto debe ser manifestado humanamente, y es práctico y demostrable aquí y ahora. Tal es la coincidencia de lo humano y lo divino.
Debemos mantener en claro que esta unidad no es como dos cosas o seres separados y unidos en uno, porque no existe ni la más mínima división. La inspirada realización de nuestra unidad, o unión, con Dios hace que nuestra experiencia humana florezca. Refiriéndose al hombre cuyo deleite está en la ley de Dios, el Salmista cantó: “Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”. Salmo 1:3; Las corrientes de aguas representan la Verdad que fluye continuamente; nunca se detiene, nunca cambia, nunca disminuye o se seca, no importa cuán árida sea la tierra, cuán larga la sequía, o cuán intenso el calor. A cada uno de nosotros, el Cristo, la Verdad, le está diciendo: Tú eres ese hombre.
Con una metáfora igualmente bella, Isaías describe esta consciencia del verdadero estado del hombre como “escondedero contra el viento, y como refugio contra el turbión; como arroyos de agua en tierra de sequedad, como sombra de gran peñasco en tierra calurosa”. Y esta consciencia llega con curación en sus alas, pues el profeta prosigue: “No se ofuscarán entonces los ojos de los que ven, y los oídos de los oyentes oirán atentos. Y el corazón de los necios entenderá para saber, y la lengua de los tartamudos hablará rápida y claramente”. Isa. 32:2 4; Debemos aceptar esta promesa en su sentido literal, y también pensar en ella cuando enfrentamos algún problema para el cual no tenemos la solución, o cuando nos parezca que no podemos expresar la inteligencia y la inspiración que necesitamos.
La Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, lo expresa bellamente: “¡Cómo se amplifica el hombre, visto a través de la lente del Espíritu, y cómo se contrapesa su origen del polvo, y cómo se abre paso hacia su original, jamás separado del Espíritu!” The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 129; “Se abre paso hacia su original”, nunca declina o cae en la inutilidad y el deterioro. El hombre nunca converge hacia la muerte, sino siempre hacia la Vida infinita. Reclamemos esta verdad y nunca nos desprendamos de ella.
El verdadero concepto de la unidad del hombre con Dios, incluye nuestra identidad e individualidad, nuestra preexistencia y coexistencia con Dios, y, por lo tanto, nuestra inmortalidad. La personalidad humana no es el hombre. El hombre espiritual en toda la magnitud de su grandeza es la verdad de nuestro ser, aquí y ahora mismo. Debemos invertir continuamente el testimonio de los sentidos materiales y no dejarnos engañar por él. El sentido material nunca nos dice la verdad, ya sea que arguya que hay enfermedad o pérdida de las facultades, o pretenda que hay bienestar en un sentido meramente material o corporal. Debemos basar nuestro concepto de la salud en nuestra comprensión de Dios. Este sentido espiritual de lo que es Dios y el hombre se manifestará en el funcionamiento armonioso de la mente y el cuerpo.
La comprensión espiritual derriba progresivamente las barreras del tiempo y de los sentidos. Rompe el mesmerismo que arguye que uno es o muy joven o muy viejo para tal o cual posibilidad; que uno está limitado por condiciones hereditarias, por la forma en que fue criado, por falta de educación, por oportunidades perdidas, tendencias sociales, leyes físicas, errores del pasado, temor al futuro, desilusiones, fracasos — ni uno solo de estos argumentos es cierto. La comprensión espiritual acerca del verdadero estado del hombre se remonta por sobre el tiempo y las limitaciones.
La Ciencia Cristiana no ha venido a hacernos mortales felices y contentos, sino a romper las cadenas de la mortalidad — todas ellas; a revelar lo que la Vida realmente es y a despertarnos a nuestra obligación y capacidad espirituales para demostrar esta verdad. El hombre no tiene poder que no se derive de Dios. Jamás ha perdido la perfección; nunca ha perdido usted la perfección y compleción de su ser.
La Ciencia Cristiana nos eleva a esta consciencia verdadera y nos abre los ojos a la percepción de la naturaleza y grandeza de lo que realmente somos. Esto ha de demostrarse paso a paso, y esta demostración debe continuar — y continuará— hasta que, por medio de la Ciencia Cristiana o del sufrimiento, el sentido corporal ceda al bautismo del Espíritu. La eterna unidad del Principio y su idea está establecida, esa unidad en la cual descubrimos al hombre como realmente es y encontramos nuestra verdadera individualidad e identidad escondida por toda la eternidad con Cristo en Dios. La Sra. Eddy resume nuestra emergencia al Espíritu de este modo: “Las gravosas moléculas mortales, llamadas hombre, desaparecen como un sueño; mas el hombre nacido del gran Sempiterno, continúa viviendo coronado por Dios y bendecido”.Escritos Misceláneos, pág. 205.
Tenemos que dejar de continuar adorando las “gravosas moléculas mortales”, dejar de continuar temiéndolas y sirviéndolas y ser “el hombre nacido del gran Sempiterno”, ser el testigo y la expresión misma siempre presentes de Dios.
Esto es lo que es usted y nada menos que esto es su ser.