Por medio de la Ciencia Cristiana he sanado de epilepsia. Me siento muy feliz al poder expresar mi profunda gratitud por todas las bendiciones que he recibido. Desde mi niñez había sido epiléptica. Esto parecía un mal muy difícil de vencer; muchos practicistas de la Ciencia Cristiana habían orado por mí en distintas ocasiones. Mi madre tenía un gran temor de que me pasara algo y le daba miedo dejarme sola.
Algún tiempo después, en mi iglesia filial, conocí a un joven quien al poco tiempo me pidió que me casara con él. Le dijimos acerca de mi caso pero él no vio ningún obstáculo en ello.
Como ya no estaba sola y tenía un compañero en mi vida, el temor de mi madre se calmó; y los ataques no sólo ocurrieron con menos frecuencia sino que también fueron menos violentos. La curación no fue rápida, pero habíamos “peleado la buena batalla”, habíamos “guardado la fe” (2 Timoteo 4:7), y hace ya muchos años que estoy completamente libre de esa enfermedad.
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