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[Original en francés]

Por medio de la Ciencia Cristiana he sanado de epilepsia.

Del número de julio de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Por medio de la Ciencia Cristiana he sanado de epilepsia. Me siento muy feliz al poder expresar mi profunda gratitud por todas las bendiciones que he recibido. Desde mi niñez había sido epiléptica. Esto parecía un mal muy difícil de vencer; muchos practicistas de la Ciencia Cristiana habían orado por mí en distintas ocasiones. Mi madre tenía un gran temor de que me pasara algo y le daba miedo dejarme sola.

Algún tiempo después, en mi iglesia filial, conocí a un joven quien al poco tiempo me pidió que me casara con él. Le dijimos acerca de mi caso pero él no vio ningún obstáculo en ello.

Como ya no estaba sola y tenía un compañero en mi vida, el temor de mi madre se calmó; y los ataques no sólo ocurrieron con menos frecuencia sino que también fueron menos violentos. La curación no fue rápida, pero habíamos “peleado la buena batalla”, habíamos “guardado la fe” (2 Timoteo 4:7), y hace ya muchos años que estoy completamente libre de esa enfermedad.

Hace algún tiempo fui a hacer unas diligencias en mi bicicleta. En el camino empezó a llover pero seguí adelante. Tenía que bajar una colina, pero cuanto más apretaba los frenos, tanto más rápido iba pues los frenos resbalaban. Al final de la colina tenía que detenerme, había llegado a mi destino y además estaba la luz roja del tráfico. En ese momento la rueda delantera chocó contra el cordón de la vereda, y sufrí una fuerte caída. Segundos después me levanté y comencé a repetir “la declaración científica del ser” (Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, pág. 468). Hice lo que tenía que hacer y nuevamente continué en mi bicicleta; todo este tiempo iba orando y dando gracias a Dios.

Al llegar a casa me lavé las rodillas y después pensé en un pasaje en Ciencia y Salud (pág. 424): “Los accidentes son desconocidos para Dios, la Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el concepto correcto de la dirección infalible de Dios y de esta manera sacar a luz la armonía”.

Después de dedicar algo más de una hora al estudio y oración, nuevamente me dieron deseos de seguir con mis actividades diarias. Aunque mis rodillas estaban bien, me di cuenta de que no podía mover el brazo. Aparentemente no había ninguna fractura pero parecía que tenía un desgarramiento muscular que me causaba un gran dolor. Me dediqué a hacer mi trabajo metafísico otra vez, y el siguiente pasaje de Ciencia y Salud fue de gran ayuda (pág. 84): “Entender que la Mente es infinita, que no está limitada por la corporalidad, que no depende del oído y del ojo para el sonido o la vista, ni de los músculos y huesos para la locomoción, es un paso hacia la Ciencia de la Mente, por medio de la cual percibimos la naturaleza y existencia del hombre”.

Quisiera mencionar que esta caída ocurrió dos días antes de la hermosa Reunión sobre la Meta de la Curación que se llevó a cabo en París. Qué feliz me sentí y cómo le daba gracias a Dios por haberme protegido tan bien que pude caminar y asistir a dicha reunión.

Sin embargo, después de unos diez días todavía me dolía el brazo. Hablé con una practicista sobre esto. Ella me dijo que no pensara en la caída. Eso me hizo despertar, pues ciertamente había estado pensando en la caída, y cada vez me caía mentalmente, y, por consiguiente, todavía sentía dolor y no me era posible finalizar la curación. Fui obediente y me liberé del panorama mental de haber sufrido una caída. En una de las páginas ya mencionadas leí (ibid., pág. 424): “Bajo la Providencia divina no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección”. Algunos días después pude usar el brazo sin molestias, estaba perfectamente bien.

Me siento profundamente agradecida a Dios por estas curaciones, por la Ciencia Cristiana y por la Sra. Eddy. También estoy agradecida por la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana a la cual asistí desde mi niñez. La instrucción en clase y la afiliación a La Iglesia Madre y a una iglesia filial han enriquecido mi vida.


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