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Es imposible enumerar las bendiciones que he recibido por medio...

Del número de julio de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Es imposible enumerar las bendiciones que he recibido por medio del poder sanador de la Ciencia Cristiana durante más de sesenta años.

Cuando era niña, me caí, lastimándome una de las rodillas. Se me infestó, y el veredicto del médico de la familia fue que era necesario realizar una intervención quirúrgica. En esa época mi mamá había conocido a una estudiante de Ciencia Cristiana. El médico fue al hospital para hacer los arreglos, pero mamá y la amiga que era Científica Cristiana me preguntaron si consentiría en dejar que un practicista de la Ciencia Cristiana orara por mí. Con infantil fe pregunté por qué no podíamos orar allí mismo en casa. Me explicaron el papel sagrado que cumplen los practicistas de la Ciencia Cristiana, y dí mi consentimiento. El tratamiento empezó inmediatamente.

Cuando el médico volvió para llevarme al hospital, se me había hinchado la rodilla y él exclamó: “¡Oh, esto es un milagro!” La hinchazón se abrió y drenó sin ninguna atención médica. El poder de la oración a través de la Ciencia Cristiana me había sanado.

Años más tarde me casé con un joven que estaba interesado en la Ciencia Cristiana y nos mudamos a California desde Denver, Colorado, donde se había producido mi primera curación. Estuvimos unas semanas en casa de la tía de mi marido, y ella me dijo: “Nosotros vamos a la Igesia de Cristo, Científico, y estás invitada a venir con nosotros”. ¡Qué alegría sentí al contarle la experiencia de mi niñez!

Mi marido y yo nos afiliamos a la iglesia local y a La Iglesia Madre en 1916. Después tomé instrucción en clase de la Ciencia Cristiana.

La curación siempre se ha realizado cuando he vuelto mi pensamiento a Dios en busca de guía o de alguna clase de ayuda, negando la sugestión falsa de que hay un poder aparte de Dios llamado vida en la materia o sentido material. A veces la curación ha sido rápida; otras veces me ha llevado más tiempo aceptar totalmente la verdad del ser. Por más difícil que haya parecido ser la situación al principio, siempre he aprendido una lección y mi comprensión de la unidad del hombre con Dios se ha fortalecido. La Ciencia Cristiana nos da un entendimiento práctico del Principio divino para ser vivido y amado.

Mientras escuchaba las declaraciones de verdad que hacía un practicista de la Ciencia Cristiana por teléfono, quien me consolaba asegurándome que la verdadera identidad del hombre es la expresión de la Vida divina, acepté con convicción la realidad de que el hombre es eternamente completo. Una hemorragia de la boca, nariz y orejas se detuvo instantáneamente.

Sané después de algún tiempo del agotamiento mental y físico que era la secuela de una apoplejía. Si bien me llevó más de dos años, logré verme totalmente libre de este problema. Aprendí muchas lecciones importantes. Desde entonces no he sentido molestias, y estoy bien.

El estudio diario de las Lecciones Bíblicas del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana y la lectura regular de la literatura de la Ciencia Cristiana, inclusive el The Christian Science Monitor, tienen un gran valor y con toda sinceridad puedo decir en las palabras de un himno: “Éstos son grandes compañeros” (Himnario de la Ciencia Cristiana, Himno No. 34, según versión inglesa).

Mi gratitud a Dios y a la Sra. Eddy no tiene límites. Estoy agradecida por el amor y la paciencia de mi familia y por todos los que me han ayudado en este camino. Oro humildemente para vivir más plenamente las enseñanzas de esta Ciencia.


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