Me sentía desanimado al presentarme a un examen de admisión en una universidad. Los resultados del mismo determinarían si estaba calificado para asistir a una clase a nivel universitario o a una clase para corregir y mejorar mi inglés.
En la primera parte de la prueba no tuve ninguna dificultad, las palabras eran fáciles de definir. Pero a medida que procedía, las definiciones eran más difíciles; no lo estaba haciendo muy bien.
A pesar de que teníamos un tiempo determinado para la prueba, hice una pausa y oré para que Dios me guiara. Le pedí a Dios que me dijera lo que yo necesitaba saber. Casi inmediatamente el título de este artículo me vino al pensamiento. Me pregunté: ¿Por qué no sé fracasar? Porque el hombre de Dios refleja la inteligencia divina, fue la respuesta. Comprendí que el hombre de Dios era mi verdadera identidad, y la de todos.
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