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Escojamos la paz, no la guerra

[Original en alemán]

Del número de diciembre de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Dios, el bien, gobierna el universo, y en el reino de Dios el mal es desconocido. Por consiguiente, una guerra nunca está de acuerdo con la ley de Dios. Si todos obedecieran a Dios y Sus mandamientos, habría paz perpetua. Pero en tanto que la gente ignore la omnipotencia de Dios y actúe según su propia voluntad, es posible que no se vea preservada de los conflictos.

Hace más de tres mil años Moisés llamó la atención a los hijos de Israel sobre hechos similares. Después que les hubo dado los Diez Mandamientos, les hizo ver claramente que todo les saldría bien si obedecían estos Mandamientos, pero que si se desviaban de ellos podían esperar calamidades. Les dijo: “Os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”. Deut. 30:19; Y estuvo en lo cierto pues la historia muestra que todo les marchó bien en tanto que obedecieron a Dios, pero cuando lo negaron para servir a dioses terrenales, se privaron de Sus bendiciones, y pasaron por grandes aflicciones.

Fue Cristo Jesús quien, mediante sus obras, ilustró claramente cómo el reino de los cielos podía establecerse en la tierra. En su Sermón del Monte explicó que el amor es la clave para un perfecto reflejo del Padre perfecto (véase Mateo 5:43–48). Y posteriormente dijo a sus discípulos: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros”. Juan 13:34; El amor a la manera del Cristo que expresamos hacia nuestro prójimo ciertamente cumple los mandatos mosaicos. Si este nuevo mandamiento del Maestro fuera persistentemente obedecido, estableceríamos el cielo en la tierra.

Confrontando la agresividad actual de la voluntad humana, manifestada en actos de terrorismo y crimen, bien podemos preguntarnos a dónde conduce todo esto. El materialismo, la inmoralidad y el negar a Dios nos obligan a hacer un alto y a reflexionar. Los israelitas del siglo sexto a.C. cayeron en el cautiverio de Babilonia, en parte porque miraron en menos la advertencia de Moisés. Dejaron que la reverencia debida a Dios fuera oscurecida por la mundanalidad y la idolatría. Si observamos esto detenidamente, hallamos fenómenos similares que superar en nuestra época. Que el ateísmo y el materialismo conducen al cautiverio mental se ve en los difíciles problemas que enfrenta el mundo hoy en día.

La humanidad indudablemente se halla frente a una encrucijada. Uno de los caminos conduce más y más hacia la esclavitud del materialismo; el otro, hacia la libertad del Espíritu. Las palabras de Moisés tienen la misma validez ahora que la que tuvieron siglos atrás, puesto que el mensaje de los Mandamientos es aún valedero. Nuestra Guía, la Sra. Eddy, nos advierte: “¿Quién está avisando a la humanidad del enemigo en acecho? ¿Es el informante uno que ve al enemigo? Si es así, escuchadle y sed sabios. Escapad del mal, y marcad como mayordomos infieles a aquellos que han visto el peligro y no han dado el aviso”.Ciencia y Salud, pág. 571;

Dos guerras mundiales y diversos conflictos podrían haberse evitado si la gente hubiese estado más alerta a los métodos engañosos del mal. El mal a menudo se presenta en el nombre del bien y promete libertad y prosperidad. Sin embargo, después de cada guerra, los participantes en ella se han visto obligados a reconocer que las promesas fueron ilusorias. Es divinamente imposible que un individuo o una nación pueda ganar algo mediante el hurto perpetrado a otro individuo o a otra nación. Tenemos que aprender que no es necesario experimentar algo terrible para adquirir sabiduría y aprender a obedecer a Dios.

La Ciencia Cristiana no sólo nos capacita para reconocer la verdad del ser sino que también nos instruye sobre cómo detectar y destruir la creencia en el mal. Ignorancia acerca del poder de Dios yace siempre en la raíz de cada conflicto. Esta Ciencia enseña la nada del mal. Dios es el único poder, la única Vida, la única ley y el único bien real.

Cada investigador honesto de la Verdad contribuirá hoy en día a la salvación de la humanidad, ya que en la actualidad hay más gente hambrienta de Verdad y libertad de lo que se ve en la superficie. Nuestros pensamientos y acciones han de estar tan imbuidos del Cristo eterno, la Verdad, que los asuntos mundiales se beneficien con ello. Cuando los efectos de una consciencia purificada tocan el corazón de los hombres, la fraternidad se hace cada vez más evidente, las tensiones del mundo disminuyen y el mal desaparece. La Sra. Eddy lo dice bien claramente: “Durante este conflicto final, ciertas mentes malignas se esforzarán por encontrar medios para causar más daño; pero los que conozcan la Ciencia Cristiana pondrán un freno al crimen. Ayudarán a expulsar el error. Mantendrán la ley y el orden, y esperarán gozosos la certeza de la perfección final”.ibid., págs. 96–97.

Éste es nuestro trabajo para el mundo.

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