A lo largo de la historia nadie ha igualado el impacto que Cristo Jesús hizo en la consciencia humana. En tres breves años de público ministerio él cambió literalmente el curso de la historia del mundo, de hecho mucho más de lo que incluso muchos cristianos piensan. Sin embargo, considerando lo que los cristianos reconocen y aprecian en la obra de Cristo Jesús, no es de asombrarse que durante el año mediten tanto sobre el significado de la vida de Jesús. Y no es de sorprenderse tampoco que los cristianos dediquen tiempo para celebrar ese singular nacimiento, para profundizar su amor y su reconocimiento por la obra que llevó a cabo el Salvador.
Los cristianos reconocen cuán profundamente ha sido bendecido nuestro mundo mediante el ejemplo que Cristo Jesús nos dio con tanta fidelidad. Todo cuanto atañe al nacimiento de Jesús es inmensamente inocente, puro y genuino. Estas cualidades definen virtualmente toda su vida. La Navidad es ocasión apropiada para que recordemos que el nacimiento y la vida de Cristo Jesús, inclusive su crucifixión, resurrección y ascensión, dieron prueba de la naturaleza eterna del hombre: su inmortalidad y su expresión de la perfección de Dios.
El Cristo es la verdadera esencia de la filiación con Dios, la idea verdadera y permanente de Dios. Jesús dio prueba plena y abundante de esta verdad. Nos mostró cómo percibir que el Cristo es el mensaje del Amor divino que aflora en la consciencia, que revela la perfección del hombre y destruye las creencias del mal. Sin embargo, la vida de Jesús, que ilustra tan singularmente la perfectibilidad del hombre, todavía no ha llegado a comprenderse completamente al cabo de dos mil años de historia. Más aún: el mensaje que trajo a la humanidad suele encontrar fuerte resistencia. ¿Qué es esta resistencia?
Ese antagonismo hacia Dios y Su Cristo es lo que Pablo llama la mente carnal (véase Rom. 8:7). Esta supuesta mente carnal es esencialmente hostil a la salud y al gozo que el Cristo saca a la luz. Juan se refiere muy específicamente al hecho de que la resistencia de la mente mortal muestra varias facetas, cuando dice: “... así ahora han surgido muchos anticristos”. 1 Juan 2:18;
Un aspecto particular de esta resistencia es la renuencia a admitir la existencia de Cristo Jesús como figura histórica, que anduvo por esta tierra como ser humano, como cualesquiera de nosotros; que este hombre llamado Jesús trajo al mundo una profunda comprensión y demostración del Cristo. Juan insiste en que “todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo”. 4:3;
El profundo amor del cristiano por Jesús, por lo que la obra de su vida llevó a cabo, por el supremo sacrificio que hizo, refuta toda faceta del anticristo que quiera tratar de ignorar o evitar lo que la presencia física de Jesús en la tierra significó para el mundo. La Navidad, que con tal elocuencia habla de la venida de Jesús a la carne, puede ser una oportunidad para reafirmar y afianzar nuestro amor por este hombre y para negar al anticristo que quisiera borrar del pensamiento el lugar que Jesús ocupa en la historia.
No se puede confiar en la mente carnal, pues siempre está fluctuando. Mientras que el anticristo, en cierto momento, podría negar la aparición de Jesús en el mundo y su significado para el mundo, otra faceta del anticristo nos llevaría al otro extremo: a reflexionar en la personalidad de Jesús a tal punto que el Cristo, la pura y santa idea de Dios, sería eclipsado. Esta falacia acaso sea hoy la más agresiva.
La Navidad debiera ser una oportunidad para reconocer y meditar en la venida de Jesús, pero debemos reflexionar sobre el significado más profundo de lo que Jesús representó. Jesús alejó a los hombres de su personalidad finita para que reconocieran su Principio, Dios. Alentó a sus seguidores a aceptar que el Cristo no era una personalidad humana, sino la presencia salvadora de Dios, siempre presente: “antes que Abraham” y “hasta lo último de la tierra”. Jesús, de hecho, se identificó con el Cristo tan completamente que las limitaciones materiales se disiparon. Sus enseñanzas llevaron a quienes creían en él a hacer lo mismo. Él no nos enseñó a ocuparnos de su personalidad física y perder de vista su manifestación del Cristo.
Cierta vez, al escribir acerca de su poema ilustrado “Christ and Christmas”, la Sra. Eddy dio esta explicación: “Reflexionando sobre la personalidad finita de Jesús, el hijo del hombre, no se llega al Cristo, o Hijo de Dios, la idea verdadera del Principio divino del hombre.
“Prevengo a los estudiantes que no caigan en el error del anticristo. El estar consciente de la corporeidad y de todo cuanto se relacione con ella, debe ser superado. Las falsedades corporales incluyen todos los obstáculos a la salud, la santidad y el cielo”.Escritos Misceláneos, pág. 309.
Una misión esencial del Cristo en la era cristiana primitiva fue curar. Su misión, hoy en día, es curar. El anticristo quisiera negar esta misión sanadora. Un aspecto sutil de esta negación, una manera de frustrar la curación cristiana, es reflexionar en la personalidad de Jesús en lugar de dejar que su vida nos señale hacia el Cristo que él demostraba. Durante la Navidad debemos estar especialmente alerta a fin de no ser llevados a pensar excesivamente en la personalidad mortal (la nuestra, la de nuestros amigos o la de Jesús). Ésta sería la expresión del anticristo, o sea, algo que nos alejaría del Cristo. Podemos aprovechar la Navidad para reflexionar sobre las cualidades a la manera del Cristo, tanto las nuestras como las de nuestro prójimo, y especialmente sobre la inigualada manifestación del Cristo realizada por Jesús.
Si la mente carnal trata de introducir enfermedad, soledad o desavenencia en nuestra observancia de la Navidad, podemos reconocer que “todos los obstáculos a la salud, la santidad y el cielo” se disipan cuando nos alejamos de la corporeidad y recurrimos fielmente al Cristo, a la buena y pura esencia de la individualidad verdadera.
La Navidad es una época maravillosa para reafirmar nuestro amor por Jesús y para reconocer y apreciar su propósito y lugar. En esta ocasión es esencial que comprendamos más del Cristo que Jesús reveló tan ampliamente. El Cristo está aquí ahora para que reflexionemos sobre él y le amemos; está aquí para bendecirnos y sanarnos.
