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En diciembre de 1974, debido a reajustes de personal, me dieron licencia...

Del número de diciembre de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En diciembre de 1974, debido a reajustes de personal, me dieron licencia por período indefinido en mi trabajo de azafata. Mi madre opinó que yo volviera a la universidad mientras me llamaba otra vez la compañía aérea, y unas semanas después reanudé mis estudios. Estaba comprometida para casarme con un muchacho a quien había tratado por algún tiempo. Después de un mes de haber vuelto a la universidad, nuestro compromiso se rompió, y me sentí ofendida y sola.

Aunque se me había educado en la Ciencia Cristiana, en esa época no la estaba estudiando. Un día tomé el Christian Science Sentinel y leí los testimonios, los cuales me dieron gran consuelo y paz. Poco después ya estaba leyendo el The Christian Science Journal, y estudiando otra vez la Lección Bíblica en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana con regularidad. Encontré un empleo adecuado, y estaba tan feliz en la universidad que cuando la compañía aérea me pidió que regresara, decidí seguir estudiando.

Durante los tres años siguientes fallecieron mi padre y mi madre. Fue un tiempo difícil para mí, pero oraba basándome en verdades espirituales, y obtuve consuelo. En la Ciencia aprendemos que Dios es nuestro Padre-Madre, y que el hombre verdadero no muere. Después que un amigo me explicó que en realidad todos vivimos en el reino de Dios, en la consciencia divina, empecé a ver que mis padres estaban incluidos en este reino. El hombre creado por Dios no puede morir, porque sólo existe la Vida divina, que es Espíritu eterno. Tuve que abandonar todo sentimiento de pérdida, egoísmo y dolor, y saber que Dios estaba cuidando de mis padres y de mí exactamente donde estábamos, como Sus ideas espirituales, eternas, que reflejan la única Vida. Nuestro verdadero Padre y Madre, Dios, está siempre con nosotros, y nunca estamos solos, porque Dios es omnipresente.

Terminé mis estudios en la universidad y comencé estudios postgraduados, pero a mediados de mi primer año los dejé y me mudé a unos 800 kilómetros al norte, donde encontré empleo cerca de una gran ciudad. El empleo no fue nada agradable, y creí haber cometido un craso error al permitir que me guiara mi voluntad personal, en vez de dejar que Dios me guiara. Medité sobre estas palabras de Cristo Jesús en la Biblia (Lucas 12:29–32): “Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud.. . Vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas. Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidad. No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino”. A los tres días conseguí un empleo en la ciudad con un alto ejecutivo. Yo había recurrido a Dios, y Él había dirigido mi camino.

Durante los años que siguieron traté de buscar primero el reino de Dios en relación con el verdadero significado de compañerismo y matrimonio. Estudié el capítulo intitulado “El Matrimonio” en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy y empecé a darme cuenta de que debía ver mi verdadera naturaleza como una idea completa y espiritual que incluía tanto las cualidades masculinas como las femeninas. Como hija de Dios, yo expresaba compleción en ese mismo momento. Un esposo no podía completar mi vida, puesto que yo ya era completa en mi verdadero ser, y esto nunca cambiaría.

La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud (pág. 266): “¿Significaría una existencia sin amigos personales un vacío para vosotros? Entonces el tiempo vendrá cuando estaréis solitarios, dejados sin simpatía; pero este aparente vacío ya está lleno de Amor divino. Cuando esa hora de desarrollo llegue, aun en el caso de que os aferréis a un sentido de goces personales, el Amor espiritual os obligará a aceptar lo que mejor fomente vuestro progreso”. Ahora podía ver que “este aparente vacío” ya estaba “lleno de Amor divino”. Mi “hora de desarrollo” había durado tres años, pero eso no tenía importancia. La pérdida de mi prometido y de mis padres me obligó a crecer espiritualmente, y aprendí una gran lección, a saber, que el Amor divino responde a todas nuestras necesidades. Ésta es una ley de la Mente inmortal.

No hace mucho me casé con un dedicado Científico Cristiano. Siento una gratitud profunda hacia Dios por esta maravillosa lección sobre la importancia de confiar en Él. Esta declaración de Ciencia y Salud tiene un nuevo significado para mí (pág. 57): “Las ráfagas invernales de la tierra podrán desarraigar las flores del cariño y dispersarlas a los vientos; pero esta ruptura de lazos carnales sirve para unir el pensamiento más estrechamente con Dios, porque el Amor sostiene el corazón angustiado, hasta que cese de suspirar a causa del mundo y empiece a desplegar sus alas para remontarse al cielo”.

Estoy sumamente agradecida por haber asistido a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, la cual proporciona una base firme para el crecimiento en la comprensión espiritual. La afiliación a La Iglesia Madre y a una iglesia filial son mis más preciadas posesiones. En realidad, en el Amor divino no existe vacío.


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