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El Cristo transforma la vida humana

Del número de diciembre de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un químico puede añadir una pizca de un producto químico a una mezcla y producir una reacción tan básica que el producto original se transforma en algo nuevo y provechoso.

Cuando se agrega levadura a la masa, se inicia una reacción química y biológica, la cual, bajo un microscopio, se ve como una guerra feroz y terrible. Pero el procedimiento — junto con el calor del horno — transforma la masa en un pan fresco y esponjoso.

Hay un proceso químico del carácter humano también. Básicamente, no es un fenómeno físico, sino uno moral y mental, aun cuando, por cierto, influye en el bienestar físico. Tanto en el pensamiento humano latente como en el consciente, con frecuencia los conceptos y las cualidades luchan entre sí, sacudiendo la vida de los hombres y mujeres individual y colectivamente.

Los conceptos que reflejan bondad, justicia y amor universales y genuinos no reaccionan ni luchan entre sí, sino que se mezclan como la crema y el azúcar, cada uno complementando al otro. Todas las cualidades del Cristo, la expresión del carácter divino de Dios, son puramente buenas, y los elementos del universo espiritual de la Mente divina se mueven en concordia universal.

Pero la mente de la humanidad, siguiendo el modelo del árbol del conocimiento en el Jardín del Edén, incluye una convicción de que el mal y el bien coexisten y son reales. Estos elementos opuestos son violentamente antagónicos entre sí y no pueden mezclarse. Están destinados a accionar y a reaccionar en el pensamiento humano hasta que el poder divino del bien finalmente elimine todo sentido del mal en la consciencia de la humanidad. El papel del Cristo es destruir todo error. El Cristo transforma la vida humana fundamentalmente.

Adhiriéndose con toda fidelidad al tema central de la Biblia, la Ciencia Cristiana enseña que la nada del mal puede ser demostrada. Ésta es una declaración radical, ya que los sentidos materiales le asignan al mal un valor igual, si no superior, al bien. Tanto la historia de la Biblia como su enseñanza insisten en la supremacía del Espíritu Santo sobre toda forma de mal. Los milagros narrados en ambos Testamentos, en el Antiguo y en el Nuevo, señalan claramente la invalidez de la materia y del mal. No sólo Dios, el Espíritu, es bueno sino que el bien mismo es Dios, el Espíritu.

La catálisis moral es inofensiva

La naturaleza humana cree que las flaquezas humanas son parte integrante del carácter y que, por lo tanto, su eliminación sería algo así como una amputación. Encarar una falta o una flaqueza puede ser atemorizante. Algunas veces personas buenas esconden sus debilidades, y se esconden de ellas, por esta razón. Pero la naturaleza humana tiene que someterse a la química divina.

El Cristo, la Verdad, como fue vivido por Jesús, revoluciona el sentido humano del yo. El hecho de que el mal es nada significa literalmente que cualquier mal dentro de nuestra naturaleza humana finalmente se ve que no forma parte de nuestro ser. Sólo aquello que refleja la transparente bondad del Amor divino es lo verdadero en nuestro carácter individual. Lo demás es sombra que proyecta la ignorancia acerca de la totalidad del bien. La humanidad sufre dolorosamente por no comprender que todos somos, en realidad, linaje de la Vida divina, y que reflejamos con precisión la belleza, el resplandor y la inocencia de la Mente misma. El pecado, la enfermedad, la debilidad, la naturaleza animal y la forma orgánica no son componentes verdaderos del carácter del hombre, sino que son imposiciones de la ignorancia. Por tanto, la corrección cristiana no es amputación de ninguna manera, es un proceso purificador que expulsa aquello que no forma parte de la textura del carácter.

Cristo Jesús vivió una vida de inmensa ternura y amor puro. Vivió para sanar y salvar a toda la humanidad. Su enseñanza y ejemplo estaban destinados a traer a “la tierra paz, buena voluntad para con los hombres”. Lucas 2:14; Y, sin embargo, dijo: “¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino disensión”. 12:51; También dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da”. Juan 14:27; Su ministerio no fue para pacificar la naturaleza humana, sino para purificarla. Sólo la pureza está en paz. Su insistencia sobre la pureza espiritual, el amor desinteresado y la obediencia al Principio divino enfrentaron eficazmente la cobardía moral, la hipocresía y toda forma de egoísmo y sensualidad. Jesús hizo naufragar el compromiso con el mal y desenmascaró la sinceridad vacilante.

La curación transforma el pensamiento y el cuerpo

El tratamiento en la Ciencia Cristiana produce catálisis mental. El Científico Cristiano se empeña en expresar nítidamente los atributos cristianos y las cualidades del Amor divino, los cuales neutralizan y destruyen a sus opuestos. Esta expresión despierta en el pensamiento del paciente un reconocimiento de la presencia de Dios. Capacita al paciente para sentir la poderosa acción mental y espiritual del amor y de la verdad en la mente y el cuerpo. Tales cualidades de Dios son influencias activas. Son típicas de las energías de la bondad divina que constituyen la sensación y sustancia verdaderas. La química moral y espiritual de la Ciencia Cristiana, activa en el pensamiento consciente y latente, ejerce una influencia directa en el cuerpo. A medida que lavamos espiritualmente nuestro amor y purificamos nuestros móviles con las cualidades del Cristo, los dolores y las tensiones producidos por la creencia en un cuerpo material se liberan y desaparecen en el olvido.

El cuerpo físico mismo es una creencia — un pensamiento — en esencia, diseño, forma y calidad. Por eso el cuerpo lleva en sí los síntomas de la manera de pensar. Los pensamientos verdaderos son genuinos y vienen de Dios. Las formas del mal no son pensamientos verdaderos, porque no hay Mente sino la Mente infinita y divina, y Dios no genera malos pensamientos. Por tanto, las situaciones y sentimientos destructivos son meras sugestiones vacías, jamás condiciones reales.

Agregar la levadura espiritual de la divinidad al pensamiento humano puede que parezca producir una gran batalla en la mente y en el cuerpo. Sin embargo, este proceso transforma la condición humana en algo seguro, saludable, moral y bello.

La Sra. Eddy explica: “De la misma manera que un ácido y un álcali forman al encontrarse una tercera cualidad, así la química mental y moral transforma la base material del pensamiento, dando más espiritualidad a la consciencia y haciendo que dependa menos de la evidencia material. Estos cambios, que se efectúan en la mente mortal, sirven para reconstruir el cuerpo. De este modo la Ciencia Cristiana, por la alquimia del Espíritu, destruye el pecado y la muerte”.Ciencia y Salud, pág. 422;

La Verdad perfecta es implacable con la escoria moral, la cual no es parte de la naturaleza del hombre. Pero no lo es con la gente. Si compramos una joya queremos que el oro sea puro y los diamantes sin defectos. Cuando procuramos amar y ser amados, realmente no queremos transigir con el egoísmo. Deseamos el amor genuino que nunca falla, que nunca miente y que jamás abandona. Cuando procuramos la salud, no buscamos un mero alivio de los síntomas. Deseamos la salud genuina: la integridad y la sanidad mentales.

De manera que, a veces, es posible que la Verdad nos sacuda un poco. ¡Pero qué recompensa el liberarnos de todo error! Siempre que parezcamos identificarnos tanto con el mal como con el bien, sentiremos la conmoción que la Verdad inicia para sacudir y disolver las creencias irreales.

La mejor manera de dominar las sacudidas de la catálisis moral es desasociándonos de las cualidades irreales que están siendo remecidas. En el proceso de purificación, el oro no cambia; simplemente es revelado. En la purificación espiritual, el hombre verdadero no sufre cambio; es revelado. Tampoco sufre a causa del trastorno. El sufrimiento, el dolor y la confusión son escoria, y el trastorno es, científicamente hablando, tan irreal y carente de dolor como el error original. En el jardín las peonías no se quejan cuando se remueve la tierra para desarraigar los dientes de león.

La esencia del pecado es un falso sentido del yo. La esencia de la verdadera identidad es el Cristo, como el reflejo del Espíritu divino. De manera que el encontrar nuestra verdadera identidad no es un proceso de sicoanálisis doloroso y tenso de sentimientos y personalidad perturbados, sino que es un gozoso descubrimiento de las maravillosas cualidades y bellas energías creativas otorgadas por Dios, las cuales forman nuestra inocencia y compleción esenciales. Los tesoros de nuestra verdadera bondad son como luces que disuelven a las sombras en el instante mismo en que caen sobre ellas. Y así, el odio, el temor, la concupiscencia y el engaño son destruidos.

La química física en la medicina no es el método curativo del Cristo espiritual, tal como ella no fue la medicina en la práctica de Cristo Jesús. Sólo los elementos mentales y morales que son divinamente buenos, administrados a la mente humana, pueden traer armonía. Los conceptos y cualidades del Cristo — comprendidos y expresados — son las prescripciones de Dios para la curación de un mundo desequilibrado moral y físicamente.

El Cristo sacude los siglos

El impacto del ejemplo de Cristo Jesús fue una fuerza tangible espiritual y moral, la cual operó dentro de la consciencia del mundo con la agitante insistencia de un terremoto. En los siglos transcurridos, toda clase de teorías — religiosas, sociales y médicas — han sido sacudidas, como Jesús dijo que lo serían. Pero a través de todas las angustias del pensamiento, lo que realmente ha estado ocurriendo es el amanecer de un respeto por la individualidad, libertad, honradez, justicia universal y amor, en otras palabras, un amanecer de elementos del Cristo. El mal secreto ha sido sorprendido en su oscura cámara mental por la luz divina, y todos sus negativos están siendo arruinados, expuestos como irreales.

La historia mortal puede verse como un terrible tumulto. Pero también puede verse como una cruzada del Cristo, la Verdad, sacudiendo — y expulsando — todo lo desemejante a la Verdad e insistiendo en que la pureza, la sabiduría y el amor toman posesión de la consciencia humana universal y la gobiernan. El poder del amor espiritual está abatiendo al Goliat del materialismo y haciendo retroceder las oleadas del pecado.

La Biblia nos dice: “Así ha dicho Jehová el Señor:. .. A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré”. Ezeq. 21:26, 27;

Cristo Jesús fue crucificado porque sus acusadores dijeron: “Alborota al pueblo”. Lucas 23:5. Por cierto que lo hizo. Alborotó los siglos. Y ahora, en natural secuencia, la Ciencia Cristiana está firmemente sacudiendo los residuos de los conceptos equivocados de la humanidad, y expulsándolos.

El siglo veinte lleva la marca de esta catálisis. Una catálisis final comenzó cuando la Sra. Eddy introdujo la Ciencia Cristiana en toda la mixtura del pensamiento del mundo. El mal sorprendente y el heroísmo espiritual maravilloso que se han evidenciado a través de estas décadas son precursores de la victoria total de la Verdad sobre el error.

Por cierto que podemos comprender el alboroto de nuestros tiempos y descansar en el hecho de que nada real es sacudido. Las guerras, los crímenes, el hambre, el caos económico, las tormentas y los terremotos no pueden destruir la vida e individualidad espirituales y fundamentales de nadie. Cualesquiera que sean las malas cualidades que son arrancadas, cualesquiera los elementos limitativos que son disipados, dos cualidades vitales y componentes del hombre permanecerán imperturbables: su individualidad y su consciencia. Nadie las perderá jamás en el curso de la autodestrucción del mal. Cada uno verá finalmente la majestad de su ser eterno, individual y consciente en la Mente. La ilusión del mal arrogante e ignorante, junto con su incómoda agitación, será por siempre olvidada.

El destino final de la humanidad es libertad de todo mal. Sea cual fuere el trastorno que contemplen los sentidos, por muy fiera que sea la batalla, el hecho es que cada uno de nosotros está a salvo en el cielo de la realidad divina. Mediante el Cristo, que introduce progresivamente la verdad pura y el amor genuino en las mixturas de las teorías mortales, las ilusorias angustias de la ignorancia humana se desvanecerán en el olvido. La humanidad, para su alegría, despertará al hecho de que todo sufrimiento es ilusión, y celebrará las armonías permanentes de la Vida única y buena.

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