Mi primer contacto con la Ciencia Cristiana fue muy memorable, y determinó mi deseo de aprender más acerca de ella. Hace unos treinta años, por habérmelo recomendado un amigo que era Científico Cristiano, busqué la ayuda de una practicista de la Ciencia Cristiana en lo concerniente a una relación difícil. Además, sufría de una inflamación muy fea y dolorosa en las manos, que había sido diagnosticada como reumatismo infeccioso. El tratamiento médico no había podido sanarla.
Al entrar en la oficina de la practicista, le expliqué que no podía darle la mano debido a mi enfermedad y le mostré mis manos. No hizo comentario alguno, sino que me preguntó la razón de mi visita. Después de haberle explicado, ella me preguntó si creía en Dios. Le contesté que yo me había criado en un hogar ateo, y que no sabía quién o qué era Dios. En seguida me preguntó: “¿Cree usted en el bien?” “¡Sí, por supuesto!” exclamé. “Entonces usted cree en Dios”, respondió suavemente. Después de eso me dio algo de literatura de la Ciencia Cristiana para que leyera; ella, mientras tanto, oraba en silencio.
En unos pocos minutos sentí que me invadía una gran paz y confianza, me sentí libre y llena de una dicha que nunca olvidaré. Cerca de media hora más tarde, cuando me levanté para retirarme, de pronto vi que mis manos estaban completamente bien, la piel estaba tersa y sana, y mis dedos habían vuelto a su tamaño normal. “¡Mis manos han sanado!” exclamé con júbilo. La practicista solamente se sonrió, y me ayudó a comprender que mi verdadero ser espiritual nunca había sufrido ninguna enfermedad. Yo estaba tan asombrada por lo que entonces me pareció un milagro, que en ese mismo momento decidí averiguar lo que había causado la curación.
Aunque el progreso fue lento al comienzo, y yo captaba poco de lo que ese gran libro, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, me estaba diciendo, el cambio en mi carácter, que ocurrió en el transcurso de un año, hizo que mi hijo adolescente y mi hermana decidieran también estudiar Ciencia Cristiana.
Cuando mi hijo estudiaba en la universidad, tuvo una curación instantánea de bronquitis. Había perdido el conocimiento. Al volver en sí me pidió que llamara a una practicista; ante la insistencia de ella para que él mismo le hablara, mi hijo se levantó de la cama con dificultad y fue al teléfono. Estuvo escuchando unos minutos; luego lo vi pararse lleno de energía, declarando: “¡He sanado completamente!” Y, en realidad, fue así, porque en unos minutos se vistió, salió de la casa, y pasó una tarde muy animada con sus amigos.
Mediante la comprensión de la Ciencia Cristiana han sido vencidos problemas de relaciones humanas, económicos, físicos, temores y muchas otras dificultades. Pero mi gratitud más profunda es por la desaparición, en alto grado, de defectos de carácter tales como el falso orgullo, la crítica, el sarcasmo, el resentimiento y el egoísmo, todo lo cual me hacía muy difícil tener relaciones armoniosas con otras personas. Todavía me queda mucho por superar, pero el deseo firme y profundo de obedecer a Dios, como lo revelan las enseñanzas de la Sra. Eddy, me ha dado un amor más pleno por la humanidad y una verdadera alegría de vivir, y me ha ayudado a comprender que la abundancia de la bondad de Dios está siempre presente y no está limitada.
El camino para abandonar conceptos antiguos y aceptar los conceptos que lucho por tener ahora, no fue siempre fácil, y hubo veces en las que sentía que daba un paso hacia adelante y dos hacia atrás. Aunque me parece que apenas he puesto un pie en el primer peldaño de la gran escalera que lleva a la espiritualización que todo estudiante sincero de la Ciencia Cristiana tiene esperanzas de alcanzar, esta maravillosa aventura trae incomparable felicidad y serenidad.
Los siguientes pasajes de la Biblia y Ciencia y Salud me han ayudado en especial cuando la falta de ánimo o cualquier otra forma de error ha tratado de entrar sigilosamente en mi pensamiento. De Proverbios (3:5, 6): “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”. Y de Ciencia y Salud (pág. 485): “Emérjase suavemente de la materia hacia el Espíritu. No hay que imaginar que la espiritualización final de todas las cosas se pueda impedir, sino que hay que venir más bien de manera natural al Espíritu por medio del mejoramiento de la salud y las condiciones morales y como resultado de progresos espirituales”. También una parte del Padre Nuestro con su interpretación espiritual por la Sra. Eddy (ibid., pág. 17):
“Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros
perdonamos a nuestros deudores.
Y el Amor se refleja en amor”.
El aprender a recurrir a Dios y saber que Él sostiene a todos los que buscan comprenderlo y expresarlo, nos da fuerza y seguridad en todo lo que legítimamente emprendemos.
París, Francia
