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Un mensaje de amor

[Original en español]

Del número de diciembre de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En la primera noche de Navidad, hace casi veinte siglos, llegó al mundo un mensaje de paz y de bien infinito. “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”, Lucas 2:14; es el mensaje de amor que registra el Evangelio según San Lucas. Fue el amor de Dios expresado a todos los hombres, mujeres y niños de todos los tiempos, razas y credos. Esa noche nació un niño singular, el representante visible del Cristo sanador y salvador. Jesús demostró en su vida que la idea espiritual, el Cristo, es un poder que destruye el error de creer que hay un poder separado de Dios, el Amor.

Como símbolo de una nueva era, la luz de una estrella brilló para los que estaban dispuestos a recibir la bondad y ternura del Cristo. La oscuridad del entendimiento no iluminado resplandeció con la gloria de la verdad de Dios. Esa comprensión divina llevó a los pastores y a los tres reyes magos hasta donde estaba el niño Jesús.

El representante de la idea espiritual tuvo un comienzo aparentemente humilde. Pero la magnitud de su misión — expresar el amor edificador que Dios tiene por la humanidad — se manifestó en toda su plenitud cuando Cristo Jesús resucitó sano y libre de la cruz y de la tumba. Sus enemigos perdieron frente al amor que perdona.

La actividad del Cristo nunca estuvo limitada a la persona de Jesús, ni a una fecha calendaria. La idea-Cristo siempre existió, aun antes del nacimiento de Jesús, y continuará brillando eternamente como la revelación progresiva de la naturaleza de Dios. Jesús fue el mayor exponente del Cristo, y, por lo tanto, lo llamamos Cristo Jesús. Aunque individuos alertas espiritualmente, como los patriarcas y los profetas, tuvieron vislumbres y dieron pruebas de la revelación eterna del Cristo, nuestro Maestro realizó una demostración sin paralelo en la historia de la humanidad.

En los siglos que siguieron a su sorprendente revelación de la Verdad, el poder salvador y redentor que Jesús vivió y enseñó se fue diluyendo, y su aplicación a todo problema humano quedó prácticamente olvidada. Entonces, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens), estableció en un sistema impersonal de curación y redención el señorío del Cristo siempre presente. Ella dice en una de sus obras: “Sólo hay un Cristo. Y desde la eternidad y hasta la eternidad este Cristo nunca está ausente”.Message to The Mother Church for 1900, pág. 7;

La Ciencia del Cristo, o la Ciencia Cristiana, ilumina las enseñanzas del Maestro, y establece reglas y métodos que nos permiten a todos glorificar y demostrar en nuestros pensamientos y en nuestra vida la acción siempre presente, siempre disponible, del poder espiritual.

El Cristo manifiesta la inteligencia y sabiduría de la Mente, no del pensamiento material, disipa el falso sentido del hombre como un pobre mortal y lo remplaza con el entendimiento del hombre espiritual, que coexiste con la Mente y es el reflejo fiel del Amor infinito. Este entendimiento destruye todos los males de los engañosos sentidos físicos: la enfermedad, el pecado, el temor, la incertidumbre y la hipocresía. La acción del Cristo hace que cumplamos el designio del Amor, nos capacita para hacer el bien, para ser pacientes, compasivos, altruistas, humildes, agradecidos y rectos. Y así, por medio del mensaje del Cristo, aprendemos a demostrar en nuestra vida que el hombre es el hijo de Dios. La acción eficaz del Cristo nunca se interrumpe, ni se demora o se estanca; es instantánea, aunque a veces respondamos a ella lentamente. Tampoco se desgasta o envejece. Como la manifestación de Dios, el Cristo es constante, exacto, justo, divinamente natural y espontáneo. Es la acción del Amor que se revela en la consciencia individual.

La misma acción del Amor divino que caracterizó e impulsó la obra del Maestro fue lo que motivó a la Sra. Eddy a establecer su Iglesia, La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston, Massachusetts, con el fin de curar al enfermo y salvar al pecador. Todas las iglesias filiales de La Iglesia Madre tienen el mismo objetivo. Al dar los primeros pasos para fundar esta Iglesia, la Sra. Eddy definió el propósito que ella tenía: “Organizar una iglesia destinada a conmemorar la palabra y las obras de nuestro Maestro, la cual habría de restablecer el Cristianismo primitivo y su perdido elemento de curación”.Manual de La Iglesia Madre, pág. 17.

La presencia sanadora del Cristo está disponible en cada momento, por ello no es necesario esperar que llegue el día que está señalado para conmemorar la natividad de Jesús para así evocar y repetir ese mensaje de bondad y curación. Desterrando ritos, dogmas y demás influencias materialistas de nuestro pensamiento, podemos conmemorar constantemente al Cristo haciendo el bien y expresando de la mejor manera que podamos las cualidades espirituales del Amor divino. Así nos acercamos al hombre perfecto creado por Dios. Aquí y ahora podemos esforzarnos por utilizar la energía infinita de la acción reformadora del Cristo. Considerando el efecto universal que tiene cada pensamiento semejante al Cristo, la comprensión se difundirá más y más entre los hombres y las naciones, iluminando el sendero hacia la libertad, la paz y la buena voluntad. Amar de esta manera es un poder que nos ha sido dado a todos, es el mensaje de Navidad.

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