En la Nochebuena de 1977, hallé a mi esposo sin conocimiento. Como estaba sola, pensé en llamar a una enfermera de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) para que me ayudara. No obstante, comencé a darme cuenta de que mi verdadera necesidad era abrigar en mi corazón devotamente la idea-Cristo, el hombre de la perfecta creación de Dios, que es invisible a los sentidos mortales. Así que me aferré firmemente a esta comprensión científica acerca de la vida y la identidad.
Mientras oraba, hasta ya entrada la noche, los dos últimos versos del poema de Mary Baker Eddy “Alba de Navidad” estuvieron constantemente en mis pensamientos (Himno 23 del Himnario de la Ciencia Cristiana):
Rayo de Vida y de Amor,
no hay muerte en ti;
Verdad que por encima estás
de lucha y mal,
de toda mancha y credo cruel;
en nuestro andar
tú nuestro firme apoyo fiel,
Señor, serás.
Este mensaje fue realmente mi “apoyo fiel”, mi oración y mi constante compañero durante las horas siguientes. Vi claramente que el aspecto terrenal de la celebración de la Navidad necesitaba ser vigorosamente desafiado y reemplazado por el concepto correcto, con la verdadera idea de Vida inmortal que la llegada de Jesús señaló. Comprendí que aceptar la creencia del mundo de que la vida es inherente a la materia, significaba aceptar también la creencia de que la vida puede terminar. A medida que negaba tal posibilidad pude sentir la presencia sanadora de Dios rodeándome. Seguí orando para glorificar a Dios y a Su Hijo, el Cristo, y pronto perdí de vista el cuadro mortal aterrador. Poco después de las dos de la mañana mi esposo recobró el conocimiento, y pronto le fue posible ir a acostarse por el resto de la noche.
A la mañana siguiente todo estaba como siempre. No se presentaron consecuencias y nada se dijo sobre lo ocurrido. Fue una Navidad gozosa. Y no fue sino hasta varios meses más tarde que mi esposo mencionó lo que había ocurrido en la Nochebuena. Él tiene ahora más de noventa años y disfruta estudiando la Ciencia del ser cada día, en su búsqueda de un entendimiento más profundo de esta declaración de la Sra. Eddy (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 214): “Ni edad ni accidente pueden estorbar los sentidos del Alma, y no existen otros sentidos reales”.
Muchos años atrás tuve una difícil experiencia similar con mi madre. Sin embargo, mi comprensión no había madurado aún lo suficiente en aquella época como para adoptar una posición tan firme yo sola, así que llamé a una enfermera de la Ciencia Cristiana para que la cuidara y tuve la ayuda de una practicista de la Ciencia Cristiana. El apoyo que me brindaron me fortaleció inmensamente, lo cual me ayudó a seguir adelante y a no aceptar el cuadro material que tenía ante mí. Muchas veces parecía que mi madre no pasaría la noche; estuvo en estado de coma durante mucho tiempo; pero después de varios meses ella también sanó completamente.
A través de los años nuestra familia ha presenciado curaciones casi instantáneas de enfermedades agudas. Condiciones tales como urticaria, sarampión, paperas, gripe, bronquitis, escarlatina, encías infectadas, orzuelos y carbunclos, han cedido rápidamente al poder de la oración. Además, yo misma he sido sanada de una afección al corazón, de ataques biliares, de una parálisis de los músculos de las piernas y de una afección cutánea facial.
Mi esposo y yo estamos muy agradecidos por todas las bendiciones que hemos recibido, incluyendo las de protección en las carreteras y de provisión abundante para nuestras necesidades diarias, y, especialmente, por la tranquilidad mental que se logra cuando el sentido mortal del “yo” es destruido mediante un reconocimiento más completo de que Dios lo es todo.
Tratando de vivir de acuerdo con las enseñanzas de Cristo Jesús y utilizando la verdad práctica dada a nuestra era por la Sra. Eddy, su seguidora, hemos podido ayudar a otros a encontrar este glorioso camino al cielo, a la armonía. ¡Nada satisface más! ¡Qué privilegio y razón para seguir trabajando! La Verdad, la Vida y el Amor no pueden ser ocultados. Ellos no conocen vencedor. Gracias a la Ciencia Cristiana nos es posible demostrar lo que comprendemos de la Verdad, así como lo prometiera nuestro Maestro, Cristo Jesús, a aquellos que siguieran su palabra (Juan 8:32): “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.
St. Petersburg, Florida, E.U.A.
Deseo verificar la curación que mi esposa ha relatado y que tuvo lugar en la Navidad de hace ya varios años. No ha habido consecuencias. Continué manteniéndome activo y al año siguiente aprobé mi exámen de conductor. Estoy agradecido por esta curación, por ser miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial y por la comprensión que estoy ganando mediante mi estudio de la Ciencia Cristiana.
