En la Nochebuena de 1977, hallé a mi esposo sin conocimiento. Como estaba sola, pensé en llamar a una enfermera de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) para que me ayudara. No obstante, comencé a darme cuenta de que mi verdadera necesidad era abrigar en mi corazón devotamente la idea-Cristo, el hombre de la perfecta creación de Dios, que es invisible a los sentidos mortales. Así que me aferré firmemente a esta comprensión científica acerca de la vida y la identidad.
Mientras oraba, hasta ya entrada la noche, los dos últimos versos del poema de Mary Baker Eddy “Alba de Navidad” estuvieron constantemente en mis pensamientos (Himno 23 del Himnario de la Ciencia Cristiana):
Rayo de Vida y de Amor,
no hay muerte en ti;
Verdad que por encima estás
de lucha y mal,
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