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Cuando yo era pequeña, mientras que a los otros niños que conocíamos...

Del número de noviembre de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando yo era pequeña, mientras que a los otros niños que conocíamos se les enseñaba a temer a Dios como a un severo juez, a mi hermano y a mí nos enseñaron que Dios, el Amor, cuida de todos nosotros; que sin nosotros, Él no podría ser expresado por completo; que no somos unos pobres mortales aguardando en una lista de espera por un remoto y casi inaccesible reino de los cielos. Por el contrario, somos el reflejo perfecto del Padre perfecto. Como Cristo Jesús dijo (Lucas 17:21): “El reino de Dios está entre vosotros”. Gracias a nuestra madre, que era Científica Cristiana, y a nuestro padre, que era de mente suficientemente amplia como para permitir que perteneciéramos a una religión tan diferente a la de su familia, se nos educó para que amáramos a Dios y creyéramos en Él de esa manera.

Muchas son las experiencias regeneradoras y progresivas que he tenido y por las cuales estoy muy agradecida. Cuando realmente vivimos la Ciencia Cristiana, nuestra perspectiva en la vida es tanto gozosa como estimulante. Los problemas se convierten en pasaderas hacia un pensamiento más espiritualizado. Hasta el fallecimiento de seres queridos puede hacernos comprender que la vida es eterna, que el hombre como linaje de Dios es Su manifestación siempre viviente.

Por algún tiempo sufrí de severos dolores en la cabeza cada vez que el tiempo cambiaba; me volví un barómetro andante. Hasta mi carácter empeoró debido a los frecuentes ataques de fiebre y náusea. Me sentí esclava de la situación en vez de dominarla. Aunque oraba, no había progreso aparente. Yo estaba erróneamente tratando de sanar una condición material en vez de saber que, debido a que el verdadero ser es espiritual, no hay materia que tenga que ser sanada. Tengo que admitir que muchas veces cuando el dolor era intenso — el espíritu muy decaído y la desesperación muy grande — estuve tentada de ir al médico. Pero la certeza de que Dios es la medicina más eficaz, me previno de fracasar en vivir de acuerdo con mis convicciones espirituales.

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