Cada año millones de personas a través del mundo son llamadas para que participen en su gobierno mediante la votación. La votación es ciertamente una responsabilidad importante. También es una oportunidad para que pueda ejercerse sobre el gobierno humano la dirección divinamente derivada y que se obtiene mediante la oración inspirada. El recurrir a Dios dirige nuestro pensamiento a la Mente única, y, por ello, podemos afirmar la inteligencia divina de nuestra naturaleza verdadera y actuar de acuerdo con nuestro concepto más elevado del Principio. Aprendemos a evitar que se nos influya indebidamente por medio de encuestas o arengas políticas, y a confiar más en la inspiración, sabiduría y dirección divinas.
Seguir la dirección de la Mente, ¿significa acaso que oremos para que triunfe el candidato que hemos elegido o para que se haga nuestra voluntad? Por supuesto que no. Oramos y después actuamos de acuerdo con nuestro concepto más elevado de justicia. La Ciencia Cristiana enseña que Dios está siempre activo y siempre presente. Cuando ponemos en armonía nuestros pensamientos y actos con Su ley benéfica, somos capaces de hacer elecciones sabias.
Conociendo los hechos del gobierno de Dios en todo, uno podría preguntarse: “¿Por qué molestarme en votar si Dios cuidará de todas las cosas? Sólo con saber intelectualmente que todo está en manos de Dios, no es suficiente. Por ejemplo, podríamos saber mediante el estudio de Ciencia Cristiana que Dios es Mente y que el hombre refleja los atributos de la Mente, tales como inteligencia, sabiduría y comprensión. Pero tenemos que poner este conocimiento en práctica para expresar estas cualidades en nuestra vida. Hasta que todos tengamos una Mente — unidos en el propósito de Dios — necesitamos esforzarnos por elevar a la humanidad mediante cualquier acción que sea necesaria. La colaboración mayor y más fundamental que podemos hacer es la oración, y las obras que nacen de ella.
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