Desde que mi familia conoció la Ciencia Cristiana, hemos recibido muchas bendiciones. Hemos sanado relaciones tirantes, resuelto diferencias personales de manera armoniosa, y nuestros ingresos han sido amplios. Cuando, debido a la construcción de una nueva autopista, fue necesario mudarnos de casa, encontramos una más hermosa todavía. Esto fue el resultado de nuestras oraciones para alcanzar una comprensión más espiritual de lo que es el verdadero hogar.
En cierta ocasión, nuestra pequeña hijita tenía unos verdugones rojos por todo el cuerpo. Juntas hablamos sobre el gran amor de Dios por Sus hijos, y además reflexionamos sobre la declaración que hace la Sra. Eddy en Ciencia y Salud (pág. 463): “Una idea espiritual no tiene ni un solo elemento de error, y esta verdad elimina debidamente todo lo que sea nocivo”. Nuestra hija pronto se recuperó. Una vez, en un sólo día sané de lo que parecía ser pulmonía. Casi no podía hablar con el practicista de la Ciencia Cristiana que accedió a orar por mí, pero con su ayuda, al día siguiente ya pude hablar sin dificultad.
Lo que me condujo a la Ciencia Cristiana fue un difícil problema personal que necesitaba resolverse en mi matrimonio. Oré “sin cesar” para comprender a Dios y la relación espiritual del hombre con Él. Pronto pude ver evidencias del amor de Dios obrando en muchas situaciones, incluso en mi matrimonio, que necesitaban ser sanadas — y que fueron sanadas — en aquel momento.
En agosto pasado, mi esposo, yo y un joven amigo de Australia íbamos en automóvil por una carretera en México, cuando un camión chocó con nosotros, golpeándonos por el lado de los pasajeros. El vehículo iba a demasiada velocidad y perdió el control, saliéndose de la carretera. Sintiendo un intenso dolor en las costillas, declaré silenciosamente que Dios era mi Vida. Cuando nuestro automóvil resbaló rápidamente por la bien transitada carretera, en calma yo reconocí el perfecto control de Dios sobre Su reino. Nuestro automóvil se deslizó por entre parte del tráfico que venía en dirección contraria, entonces chocó de lado con uno de los vehículos que se aproximaban, y ambos se salieron juntos del pavimento, deteniéndose. Permanecí sentada, afirmando en oración la verdadera unidad del hombre con Dios. También me recordé a mí misma de la realidad espiritual que “bajo la divina Providencia no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección” (Ciencia y Salud, pág. 424). Sentí una profunda gratitud porque todos estábamos a salvo, aunque yo tenía algunas lesiones en las costillas, un brazo y una pierna.
Al día siguiente, mi esposo se ocupó de los detalles necesarios relacionados con el automóvil, mientras que yo pasé el tiempo estudiando la Biblia y Ciencia y Salud. También oré para comprender la verdad espiritual de esta declaración (ibid., pág. 259): “La comprensión, semejante a la del Cristo, del ser científico y de la curación divina, incluye un Principio perfecto y una idea perfecta — Dios perfecto y hombre perfecto — como base del pensamiento y de la demostración”. Me sentí abrazada por el Amor, y reconocí que cada idea espiritual se mueve de acuerdo con su Principio divino.
Nuestro hijo nos recogió a la mañana siguiente. Mientras me vestía para irme, una costilla se movió suavemente, volviendo a su lugar, y yo me regocijé en silencio. Al llegar a casa, llamé a un practicista para que me ayudara a dominar la creencia en el dolor, que parecía tan persistente. Cada día después de esto, las sugestiones agresivas de lesiones fueron silenciadas progresivamente a medida que la caja torácica, el brazo, y finalmente la pierna, volvieron a la normalidad. Varias semanas más tarde, mi esposo y yo oímos otra costilla caer en su lugar. Esto puso fin a la última pequeña incomodidad. El trabajo de Dios no deja nada sin terminar.
Mientras todo esto se resolvía, ni mi esposo ni yo mencionamos nada del accidente a nadie, exceptuando al hijo que nos fue a buscar, hasta que la curación fue completa. Obtuve una vívida comprensión de que no tenemos que aceptar las pretensiones de la materia, porque éstas no tienen base alguna en la Verdad.
Glendale, California, E.U.A.
Me siento feliz de verificar que el testimonio de mi esposa es verdadero tal y como ella lo ha expuesto.
