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[Original en español]

“Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estaremos alegres”...

Del número de noviembre de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estaremos alegres” (Salmo 126:3). Esto siempre lo afirmaba con gran regocijo y confianza durante el tiempo de mi noviazgo “a larga distancia”. (Fue en un campamento en Brasil para jóvenes Científicos Cristianos sudamericanos en donde conocí a quien es ahora mi esposo.)

Durante este período mi fe y optimismo a veces parecían flaquear. Él estaba en otro país, y parecía que nunca tendríamos la oportunidad de vernos de nuevo algún día.

Fui a ver a una practicista de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), quien me alentó a seguir adelante y a saber que si este matrimonio era lo correcto, nada tenía poder para impedirlo. Lo que la Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras (pág. 254) fue de gran ayuda: “Son consecuentes quienes, velando y orando, pueden ‘correr, y no cansarse; ...caminar, y no fatigarse’, que logran el bien rápidamente y mantienen su posición, o que lo obtienen lentamente y no se rinden al desaliento”.

Así fue que, siguiendo estas instrucciones, perdí toda noción de los meses. Negué además todo pensamiento ansioso que se presentaba y me olvidé de hacer mis propios planes. Decidí dejar que la Mente divina cuidara de mí.

Cumplía con mis actividades (el trabajo, los estudios y la iglesia) con gratitud. Y todas las mañanas, cuando algún pensamiento de duda o temor respecto al futuro me quería apresar, lo invertía con declaraciones de verdad, sabiendo que como el hombre es la expresión del bien de Dios, sólo podía experimentar el bien.

Como resultado de esta manera de pensar, llegó al fin el momento (habían transcurrido siete meses) en que mi prometido vino a conocer a mi familia. Pero entonces regresó a su país, y otras dudas me asaltaron. Susurraban que pasaría mucho tiempo antes de volvernos a ver y poder concretar lo que tanto anhelábamos: nuestro matrimonio.

Seguí orando y afirmando nuestra unidad con el bien, Dios. Unos cuantos días después, mi prometido llamó para decirme que iba a regresar para casarse conmigo y formar nuestro hogar. Esta demostración incluyó además su empleo, pues él encontró un trabajo a los quince días de establecerse en este país. Nos casamos un mes más tarde.

Ahora los dos, afirmados en la única Verdad, no sólo podemos expresarnos en nuestra relación de esposos, sino también enfrentamos y vencemos las dificultades que surgen en la vida diaria. A propósito, quisiera relatar brevemente una curación que tuve en el momento en que debía viajar para asistir a la reunión anual de mi Asociación de Estudiantes de la Ciencia Cristiana.

Tres días antes de ese acontecimiento, mostré síntomas de lo que un familiar, que había sufrido de lo mismo, llamó hepatitis. Además de otros síntomas perturbadores, apenas podía comer y me debilité tanto que no podía mantenerme en pie.

Pero mi esposo y yo nos afirmamos en las verdades de la Ciencia Cristiana, sabiendo que el hijo de Dios no está privado de ningún bien. Asistir a la reunión de la Asociación era algo muy valioso para mí, y no podía haber nada que obstruyera ese propósito.

Sin embargo, los síntomas de la enfermedad parecían manifestarse con tanta fuerza que me resultaba difícil permanecer tranquila y confiada. El temor trató de apoderarse de mí hasta tal punto que tuve la idea de devolver los pasajes (pues sólo faltaban veinticuatro horas para realizar ese viaje y yo no había experimentado mejoría alguna).

Entonces llamamos a una practicista, quien nos visitó de inmediato y comenzó a darme tratamiento en oración. Juntas alcanzamos una comprensión más clara de conceptos sobre Dios y el hombre, afirmando sólo el poder del bien. Poco a poco, mi pensamiento se serenó. No le presté más atención al paso del tiempo, sino que en vez reconocí que para Dios no hay nada imposible.

Muy pronto me sentí renovada, con fuerzas y llena de una inmensa gratitud y alegría. Todo se desarrolló armoniosamente después de eso y la demostración fue más completa aún con el buen comportamiento de nuestra hija. Ella no tenía más que nueve meses de edad y el viaje duró casi doce horas; pero ella descansó plácidamente y sin inconveniente alguno durante todo el tiempo.

Por haber comprobado una vez más la eficacia de la Ciencia Cristiana cuando la aplicamos en forma sincera y desinteresada, y por poder demostrar que Jehová hace grandes cosas con Sus amados hijos, estoy profundamente agradecida.


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