La Ciencia Cristiana permanecerá siempre como la revelación total y final del Amor. La Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, señaló bien la definición no escrita y la sublime demostración del Amor divino en la vida de nuestro Maestro, Cristo Jesús. Ella compartió su descubrimiento de esa esencia espiritual y entidad inefable — el Amor — que es infinitamente superior al más puro y fuerte afecto humano.
La Ciencia Cristiana es la revelación que Dios Mismo ha dado de Su naturaleza, así como de Su nombre. La Ciencia afirma que el Amor — en su unidad, armonía y permanencia — es Espíritu. El Amor es la Verdad que nos libera de creer en lo que los mentirosos sentidos materiales sugieren.
El Amor es Vida. Vivir de acuerdo con la Vida inmortal contradice y serenamente contrarresta todo falso testimonio de que hay una sustancia o una identidad separada de Dios. La Vida que es Amor nos despierta a nuestra verdadera individualidad e identidad a semejanza de Dios.
El Amor es la Mente que fue expresada en las palabras y obras sanadoras de Cristo Jesús. El Amor es la Mente expresada también en nuestras actividades sanadoras espirituales, en la proporción en que seamos semejantes al Cristo.
El Amor es el Principio confiable y demostrable, el Ser de la ley y lógica infalibles que nos liberan de la horrible creencia de que el Amor puede estar circunscrito. El Amor es también Alma, donde encontramos el santuario y la salvación de la práctica de la Ciencia Cristiana.
El Amor excluye el mal debido a la consciencia y acción mismas de su propia bondad infinita. Por consiguiente, el Amor vigoriza el tratamiento de la Ciencia Cristiana en toda su trayectoria del deseo a la demostración. La Sra. Eddy resume la relación indispensable entre el Amor y la curación en la Ciencia Cristiana cuando escribe: “El Amor divino es la sustancia de la Ciencia Cristiana, la base de su demostración, sí, su fundamento y superestructura. El Amor impulsa las buenas obras”.Escritos Misceláneos, págs. 357–358.
Si hemos de seguir a nuestro Maestro y a nuestra Guía definiendo y demostrando que el Amor es nuestro Dios, debemos hacer más que mostrarnos agradables, y luego decir que eso es el reflejo del Amor. Debemos hacer más que apremiar a otros diciéndoles que podrían sanar si sólo expresaran más amor, y calificar eso como tratamiento de la Ciencia Cristiana. Debemos mirar más allá del engañoso sentido material que dice que hay muchas personas y afectos variables. Debemos santificar al único Amor, del cual emana el afecto no adulterado y sin afectación que sana. Debemos venerar al Amor de tal manera que podamos comprender, practicar y demostrar cada vez más el atributo principal del Amor, el verdadero amor, que la amada manifestación del Amor, el hombre, expresa por naturaleza. En la Iglesia de la Sra. Eddy, el amor fraternal se demuestra cuidando de manera práctica al enfermo, corrigiendo bondadosamente el pecado, siendo caritativos con los menesterosos y consolando a los afligidos. Ese amor fraternal besa los pies de la cualidad divina, el amor del Amor, que sana la enfermedad, el pecado, la escasez y la pérdida porque excluye todo lo que es desemejante al amor.
Cristo Jesús enseñó a su seguidores a orar — a poner todo pensamiento, palabra y acción de acuerdo con — “Santificado sea tu nombre”. Mateo 6:9. Su inigualable obra de curación atestigua que el Maestro santificaba el nombre de Dios. La oración reverentemente atribuye a Él “el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos”. Mateo 6:13.
Si deseamos gozar de los beneficios de la curación en la Ciencia Cristiana, debemos orar manifestando vidas consagradas, como Jesús lo hizo. Podemos santificar de tal manera el poder ilimitado del Amor para expresarse a sí mismo, que nuestra obra también individualizará la realidad inalienable del Cristo, la Verdad. Para alguien que desea la ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana, puede ser suficiente esperar que el practicista brevemente refleje bastante amor sanador como para rescatarlo y sanarlo. Pero el practicista debe esforzarse por saber incesantemente que todas las personas — aun aquellas que se llaman pacientes — en su naturaleza espiritual, en realidad, no dejan de expresar el perfecto Amor. El Cristo, la Verdad, está siempre presente en la consciencia individual, y hasta una percepción clara y consciente de la Verdad tiene poder para sanar.
Comprender el Amor divino y practicar el amor puramente espiritual, que se origina en Dios y que refleja a Dios, inspira nuestra obra sanadora y acelera sus efectos. Pero el Amor cabalmente comprendido, y el amor puesto en práctica sin cesar, espontáneamente suplantaría el temor, la ansiedad y escasez con la confianza, la abundancia y el regocijo. La habitual disciplina espiritual nos capacita para demostrar infaliblemente que todos, constante y totalmente, reflejamos el Amor. Dar testimonio del Amor es a la vez el móvil y el efecto de la práctica de la Ciencia Cristiana.
Los problemas no pueden resistir la sencillez y lo directo del Amor santificado en un corazón humilde. El Amor es infinitamente más poderoso que la más triste historia de decadencia, tiene más autoridad que el veredicto de incurabilidad, y es siempre más atractivo que la ilusión de morir. La Sra. Eddy rinde el último tributo al Amor cuando escribe: “Amor es el término genérico para Dios”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 185.
A pesar de lo enfurecidos o extenuados que nos podamos sentir, el Amor divino es sumamente capaz de restaurar nuestra ecuanimidad y renovar nuestros esfuerzos espirituales. En la proporción exacta en que aceptamos con confianza similar a la de un niño que el Amor demuestra amor, participamos en le gozo espontáneo de la curación, pues sanamos de la creencia de que alguien o algo puede ser menos o más que el perfecto y completo reflejo del Amor.
Dios es amor;
y el que permanece en amor,
permanece en Dios, y Dios en él.
1 Juan 4:16
