¿Desde qué punto de vista vemos el Manual de La Iglesia Madre? ¿Lo vemos como a un libro de reglamentos? ¿Como a un liberador? ¿Como a una dinámica y afectuosa fuente de protección para la Iglesia y para el miembro individual?
Debido al papel vital del Manual de la Iglesia como protector y guiador, los Científicos Cristianos tienen mucha razón para sentir gratitud por su autora, Mary Baker Eddy.
El Manual establece la estructura del gobierno de la Iglesia que mantiene unida la Causa de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) y salvaguarda sus actividades. Pero también establece los reglamentos para administrar la Iglesia y para ayudar al miembro a mantener su progreso espiritual, motivación y ética. Cuanto más uno estudia devotamente sus páginas, tanto más claramente percibe la profundidad de su significado, y esta profundidad de significado espiritual es lo más importante.
A fin de ver el Manual bajo su verdadera luz, es necesario considerar (1) con atención el ánimo espiritual que motiva y se evidencia en todas sus estipulaciones y (2) en términos de la intención de nuestra Guía.
Cuando consideramos sus Reglas y Estatutos bajo la luz de estos elementos fundamentales, percibimos con claridad la integridad espiritual del Manual. Nuestra Guía, la Sra. Eddy, dice acerca de sus Estatutos que “fueron impulsados por un poder impersonal...” Escritos Misceláneos, pág. 148. Al reconocer su integridad espiritual, comprendemos su necesidad y valor contemporáneos y también su permanencia invulnerable.
Un ejemplo excelente del impulso espiritual que anima las estipulaciones del Manual se encuentra en el Artículo VIII, Sección 1 1, que dice en parte: “Ningún miembro de esta Iglesia deberá comprar, vender ni circular literatura sobre la Ciencia Cristiana que no declare con exactitud el Principio divino, las reglas y la demostración de la Ciencia Cristiana”.
A primera vista, tal estipulación puede parecer excesivamente restrictiva. Sin embargo, si nos preguntamos cuál será su motivo y su propósito, vemos que esta regla lleva al estudiante a cerciorarse de la pureza de lo que lee acerca de la Ciencia Cristiana. Ésta es una dirección sabia, afectuosa y necesaria para quienes buscan los beneficios sanadores y salvadores de que la Ciencia Cristiana es capaz. En vista de la cuantiosa multiplicidad de sistemas religiosos, filosóficos, psicológicos, manipulativos y ocultistas de nuestros días, esta salvaguardia del Manual tiene una gran significación contemporánea para los buscadores que quieran encontrar al Cristo verdadero, la idea revelada por Dios, y demostrar el poder salvador de la Verdad.
Por cuanto establece la estructura institucional de la Iglesia, protegiendo la integridad de la institución y el progreso espiritual del individuo, el Manual ha sido siempre el blanco preferido de los opositores que querrían obstruir la Ciencia Cristiana e invalidar el trabajo de toda la vida de su Descubridora y Fundadora. Actualmente, estos ataques se concentran en la intención de la Sra. Eddy respecto a la permanencia del Manual y de la Iglesia. En forma específica, en esos ataques se sugiere, sin fundamento, que era intención de la Sra. Eddy que, al tiempo de su fallecimiento, desaparecieran gradualmente las principales funciones de La Junta Directiva de la Ciencia Cristiana, establecida por el Manual, de tomar decisiones.
Esas afirmaciones tergiversan las pruebas históricas. Ignoran el hecho de que la Fundadora de la Ciencia Cristiana trabajó por más de treinta años, con la mayor abnegación y sabiduría, para perfeccionar la estructura unificadora de su Iglesia y asegurar su continuidad en perpetuidad. Cuando algunas de sus declaraciones se citan fuera de su contexto escrito, y sin una comprensión de las circunstancias en las que fueron hechas, es posible, mediante una tergiversación, que la Sra. Eddy aparezca diciendo justamente lo opuesto de lo que en realidad dijo — en forma inequívoca, concluyente y repetida — acerca de la continua necesidad de la organización y la unidad de acción de la Iglesia. Sin embargo, de acuerdo con las pruebas históricas, es imposible equivocarse sobre su intención.
Los argumentos que actualmente se usan son una repetición de ataques que datan de sesenta y cinco años atrás, y que hace mucho fueron desacreditados por la evidencia histórica que se acumula de la intención de nuestra Guía, el historial coherente de una larga práctica en la Iglesia y las decisiones de los tribunales.
Es abrumadora la evidencia de que la Sra. Eddy concibió el Manual a fin de preservar la estructura básica de su Iglesia en la forma en que ella la veía. Esto queda demostrado en una carta que en 1903 envió a La Junta Directiva de la Ciencia Cristiana y de la que pidió que se dejara constancia en los registros de la Iglesia. En dicha carta, la Sra. Eddy dice: “Nunca abandonéis los Estatutos ni el gobierno denominacional de la Iglesia Madre. Si yo no estoy personalmente con vosotros, la Palabra de Dios, y mis instrucciones en los Estatutos, os han guiado hasta ahora y continuarán guiándoos con seguridad, y las enseñanzas de San Pablo son tan útiles hoy como lo eran cuando se escribieron por primera vez.
“La prosperidad presente y futura de la causa de la Ciencia Cristiana se debe, en gran medida, a los Estatutos y al gobierno de ‘La Primera Iglesia de Cristo, Científico’ en Boston. Nadie puede saber, como lo sé yo, la importancia de que el sentimiento combinado de esta Iglesia se mantenga firme en sustento de sus actuales Estatutos”.Permanency of The Mother Church and Its Manual (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1972), pág. 12.
De esto se entiende claramente que ella esperaba que la Iglesia continuara existiendo después de que ella ya no estuviera presente; que los Estatutos del Manual (incluida la estructura de la Iglesia) continuaran vigentes, que La Junta Directiva de la Ciencia Cristiana mantuviera las relaciones institucionales y las actividades del movimiento establecidas en el Manual tal como ella las había estructurado en el Manual; y que previó que los Estatutos serían un mentor que la Junta Directiva necesitaría para administrar los asuntos de la Iglesia.
Varios años después, en 1909, la Sra. Eddy afirmó vigorosamente su convicción de que la organización es necesaria para un movimiento religioso de cierta significación, y que sin organización, la Causa de la Ciencia Cristiana quedaría sin protección. Ver ibid., pág. 5.
De estos ejemplos, y del peso de muchas otras pruebas demasiado extensas para mencionarlas aquí, se ve con claridad que la Fundadora y Guía de la Ciencia Cristiana esperaba que la relación de La Iglesia Madre con sus filiales continuara permanentemente en la forma en que existía antes de su deceso. También es evidente que confirió a la Junta Directiva no solamente la responsabilidad, sino también la autoridad, para llevar adelante las actividades establecidas en el Manual y para mantener en forma permanente la estructura unificada de la Iglesia. Las ideas, sugeridas por algunos opositores, de que el Manual debía ser el instrumento para abolir la estructura institucional establecida por sus propias disposiciones, son sólo estratagemas para promover el desmantelamiento de la Causa fundada por la Sra. Eddy.
Para los Científicos Cristianos leales la clara evidencia de la intención declarada de su Guía dirime cualquier cuestión acerca de la continuidad de la Iglesia y del papel de la Junta que la gobierna. Sin embargo, es necesario hacer notar que esta posición ha sido puesta a prueba y apoyada por la práctica, los precedentes y las decisiones jurídicas. En una decisión de 1921, en la que en efecto se reconoció la validez del Manual, el presidente del Supremo Tribunal de Massachusetts formuló esta importante afirmación: “Todo instrumento escrito, aunque no pueda ser modificado o regido por la evidencia extrínseca, se debe interpretar teniendo en cuenta todas las circunstancias materiales de las partes al tiempo de su otorgamiento, a la luz de todos los hechos pertinentes en conocimiento de quienes lo suscribieron y de modo tal de dar validez al principal propósito que debía cumplir el instrumento”. Aplicando esta norma a los instrumentos fiduciarios (porque así lo exigían las circunstancias del caso), el magistrado dijo que esos documentos “se han de interpretar de modo de dar efecto a la intención del fundador del fideicomiso puesto de manifiesto por las palabras usadas bajo la luz de todos los hechos concurrentes, salvo cuando sea incongruente con una norma jurídica o repugnante a los términos del instrumento” Norman Beasley, The Continuing Spirit (Nueva York: Duell, Sloan and Pearce, 1956), pág. 359. (subrayado añadido).
Estos puntos fueron fuertemente reafirmados por el mismo tribunal en 1924, en otra importante decisión cuyo resultado fue validar el Manual y la autoridad por él conferida a La Junta Directiva de la Ciencia Cristiana.
Estas confirmaciones por el derecho y la justicia tienen gran importancia. Sin embargo, para los Científicos Cristianos, la autoridad final del Manual se deriva de su origen espiritual e integridad. Como se deduce claramente de las propias palabras de la Sra. Eddy y de las pruebas históricas, las disposiciones del Manual emanaron de la oración afectuosa y de la labor de una Guía abnegada en su tierna preocupación por su Iglesia. Ver Esc. Mis., pág. 148; ver también Robert Peel, Mary Baker Eddy: The Years of Authority (Nueva York: Holt, Rinehart and Winston, 1977), págs. 88–93, 236 y 318. Surgieron como resultado de la dirección divina y representan los pasos inspirados de la Fundadora para asegurar la permanencia, estructura unificada y fortaleza institucional de su Causa, es decir, la coherencia necesaria para su protección y para el cumplimiento de su misión en todo el mundo.
En una época en que el uso de la “documentación” plausible pero engañosa parece haber llegado a ciertos extremos, haríamos bien en tener en cuenta la eterna lección de Nehemías cuando construía el muro de Jerusalén. La estrategia de sus opositores era tratar de persuadirle a que invalidara su propio trabajo, convirtiéndolo así en instrumento de su propia ruina, un objetivo que sus opositores buscaron por medio del engaño, la lisonja, las verdades a medias y las armas del temor. Ver Neh., caps. 4–6. Hoy día hay evidencia suficiente, como la hubo en la historia pasada de la Ciencia Cristiana, de que sus opositores querrían persuadir a los Científicos Cristianos de que deben debilitar o desmantelar la Causa de la Verdad, con la cual se han comprometido firmemente. Éste es un buen momento para obedecer la advertencia del Maestro, Cristo Jesús, de evitar las sutilezas del mal que querrían, si pudieran, engañar al incauto.
