Cuando la gente se encuentra ante problemas serios, es posible que su fe esté expuesta al fuego.
En tales momentos de prueba no basta meramente declarar que todo saldrá bien porque creemos en Dios y en Su habilidad para sacarnos de dificultades. Es posible que estemos bien provistos de fortaleza para soportar experiencias difíciles o de paciencia para cuidar a un familiar enfermo. Pero el propósito decisivo de nuestra fe debe ser el de llegar a comprender a Dios. Esto nos capacita para encontrar soluciones satisfactorias y curación completa de manera que no meramente aceptemos los problemas como algo natural e inevitable, o que equivocadamente tratemos de ayudar a Dios con remedios humanos y lograr así resultados solamente parciales.
La fe es una búsqueda activa para comprender a Dios y nuestra relación con Él, aun cuando nuestra vida esté exenta de dificultades. Tal comprensión exige de por sí un esfuerzo, y se profundiza cuando surgen problemas. La fe es una cualidad moral a la cual aspira la mente humana y la logra cuando se regenera.
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