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Fe expuesta al fuego

Del número de noviembre de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando la gente se encuentra ante problemas serios, es posible que su fe esté expuesta al fuego.

En tales momentos de prueba no basta meramente declarar que todo saldrá bien porque creemos en Dios y en Su habilidad para sacarnos de dificultades. Es posible que estemos bien provistos de fortaleza para soportar experiencias difíciles o de paciencia para cuidar a un familiar enfermo. Pero el propósito decisivo de nuestra fe debe ser el de llegar a comprender a Dios. Esto nos capacita para encontrar soluciones satisfactorias y curación completa de manera que no meramente aceptemos los problemas como algo natural e inevitable, o que equivocadamente tratemos de ayudar a Dios con remedios humanos y lograr así resultados solamente parciales.

La fe es una búsqueda activa para comprender a Dios y nuestra relación con Él, aun cuando nuestra vida esté exenta de dificultades. Tal comprensión exige de por sí un esfuerzo, y se profundiza cuando surgen problemas. La fe es una cualidad moral a la cual aspira la mente humana y la logra cuando se regenera.

Cristo Jesús, mediante su total y firme confianza en la omnipotencia de Dios, no sólo nos enseñó a curar, sino que también nos mostró que las curaciones se efectúan mediante una fe genuina en los corazones de quienes recurren a Dios.

La Biblia relata acerca de una mujer que, después de muchos años de haber padecido una enfermedad, fue recompensada instantáneamente cuando recurrió a Cristo Jesús. El Maestro respondió inmediatamente a su deseo y a su fe. El reconocimiento de Jesús de la existencia espiritual fue manifiestado en la curación de la mujer. Ella se dio cuenta de que había ocurrido un cambio y vino hacia Jesús cuando él preguntó quién lo había tocado. Él la tranquilizó diciendo: “Hija, tu fe te ha salvado; vé en paz”. Lucas 8:48.

Se demuestra la fe eficazmente cuando la creencia humana en el poder de Dios es transformada en comprensión espiritual, la cual detiene y anula la enfermedad o el pecado de manera que deja de ser una realidad para quien busca curación o regeneración.

La Sra. Eddy tuvo su fe expuesta al fuego en muchas ocasiones, pero no perdió la fe en sí misma o en Dios. Con paciencia y valor progresó con cada experiencia. Su comprensión de Dios y total confianza en Él la llevó a curar a otros y a escribir el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, el cual revela la esencia espiritual de la Biblia. Explicó el método científico de las curaciones de Jesús de manera que todo aquel que lo desee pueda seguir totalmente el camino del Maestro. Es una revelación única y profunda.

En este libro de texto la Sra. Eddy nos dice: “La fe es más elevada y más espiritual que la creencia. Es un estado de crisálida del pensamiento humano, en el cual la evidencia espiritual, contradiciendo al testimonio de los sentidos materiales, empieza a aparecer, y la Verdad, lo siempre presente, empieza a comprenderse”.Ciencia y Salud, pág. 297.

A una mujer que vivía en los Estados Unidos se le informó que su hijo de catorce años de edad, quien vivía con su padre en otro país, había desaparecido. Ella accedió a dar fotografías recientes de su hijo para ayudar a la policía, y como estudiante de Ciencia Cristiana, oró. Recurrió a los hechos espirituales de Dios y a la verdadera identidad de este niño. El Glosario de Ciencia y Salud, explica que Dios es “el gran Yo soy; el que todo lo sabe, que todo lo ve, que es todo acción, todo sabiduría, todo amor, y que es eterno; Principio; Mente; Alma; Espíritu; Vida; Verdad; Amor; toda sustancia; inteligencia”.Ibid., pág. 587. El libro de texto define al hombre como “la compuesta idea del Espíritu infinito; la imagen y semejanza espiritual de Dios; la representación completa de la Mente”.Ibid., pág. 591.

La madre reconoció que, como idea del Amor, el niño no estaba sin la protección, provisión y dirección del Amor. Como la idea de la Mente que todo lo sabe y que todo lo ve, no podía estar perdido para la Mente ni dejar de ser la representación de la Mente. Ella sabía que el Cristo, la Verdad, revelaría el lugar donde estaba el niño. El hecho espiritual era que él jamás podía desaparecer de la Vida, sino que estaba sostenido todo el tiempo por Dios. Con la ayuda mediante la oración de un dedicado practicista de la Ciencia Cristiana, desaparecieron los temores de la mujer, y no había duda en su pensamiento de que se encontraría al niño.

Después de haber pasado casi un año, se le dijo a la madre que su hijo había sido hallado y que estaba a salvo. Fue a Inglaterra para gestionar que el niño viviera con ella en los Estados Unidos. Supo que debido a que el niño se negaba a ir con su padre, tenía que permanecer al cuidado de las autoridades locales hasta que cumpliera los dieciocho años de edad.

No preparada para esta complicación, amargamente desilusionada y frustrada ante su desamparo, la mujer explicó estos acontecimientos al practicista. Mediante su ayuda basada en la oración, se sintió aliviada de su angustia y de un falso sentido de responsabilidad. Su determinación voluntariosa cedió al deseo de que se hiciera la voluntad de Dios. Abandonó el sentimiento meramente personal de madre y, por tanto, la pretensión de querer saber qué era lo mejor para su hijo. Viendo más allá de lo que parecía un cuadro sin remedio, empezó a sentir una profunda gratitud por la protección que el niño ya había tenido.

Los esfuerzos de la mujer para llevarse al niño a su casa encontraron nuevas complicaciones. A medida que oraba, se fueron aclarando ciertos aspectos. Primero, era deseable que las relaciones del hijo con su padre se restablecieran, y segundo, que volviera al colegio y estableciera un estilo de vida normal. Como ninguno de estos dos parecían compatibles con la acción legal que había estado considerando, la madre decidió no tomar este paso.

Aun cuando se había opuesto previamente a la idea de un hogar adoptivo, después que ella conoció a la familia que estaba dispuesta a adoptar a su hijo, la madre reconoció con gratitud que esto era una provisión del Amor. Decidió, además, confiar en que debido a que Dios era el verdadero Padre-Madre del niño, Él le revelaría todo lo que necesitaba saber y comprender.

El niño volvió a la escuela y después empezó a visitar a su padre. Cuando cumplió los dieciséis años volvió a vivir con su padre nuevamente y las relaciones se restablecieron. A los dieciocho años ganó varios premios. En su trabajo del colegio y en su entrenamiento profesional este joven progresa continuamente, y en su vida privada se comunica con los demás para ayudarlos.

Con la ayuda del practicista y sus propias oraciones, la fe de la mujer soportó el fuego, y pudo demostrar el gobierno de Dios que la gobierna a ella y a su hijo.

Ni la esperanza ni su cualidad concomitante, la fe, son pasivas. Son peldaños útiles y necesarios que nos llevan de la creencia ciega en Dios — la cual no sabe realmente cuánto puede hacer Dios por nosotros — al punto donde podemos depositar nuestra entera confianza en Él. A medida que aprendemos que Su poder es invariable, nos salvamos de toda clase de experiencias desdichadas o perturbadoras.

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