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No dejes que el prestidigitador te engañe

Del número de noviembre de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Has visto alguna vez a un prestidigitador hacer trucos mágicos como, por ejemplo, convertir un pañuelo en bastón o hacer desaparecer un objeto? Tal vez hayas visto alguno en la televisión o tuviste uno en tu fiesta como diversión.

¡Qué trucos tan extraordinarios hace! Los hace tan bien que casi te hace creer en la magia: que la moneda desaparece en el aire y que la leche en el vaso realmente se transforma en una bandera. Pero tú sabes que todo es un truco ¿verdad?, un truco ingenioso, pero simplemente una ilusión. A un prestidigitador a veces se lo llama ilusionista, porque crea ilusiones.

Puedes estar igualmente seguro sobre otra clase de truco o ilusión, la ilusión que te quisiera hacer creer que la enfermedad, el enojo, la crueldad, los accidentes u otras cosas malas son verdaderas. A veces esos errores parecen tan reales que podrías ser engañado y creer en ellos. Pero la Sra. Eddy dice del error: “Es aquello que parece ser y no es”.Ciencia y Salud, pág. 472.

Mediante el estudio de Ciencia Cristiana aprendes a no dejarte engañar. Aprendes que sólo lo que es bueno es real y verdadero. Todo lo que sea malo jamás puede ser real. Esto es así porque Dios es Amor y nunca creó nada que no sea bueno como Él Mismo. La Biblia dice: “Vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” Gán. 1:31. y “todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Juan 1:3.

Cristo Jesús demostró esto al sanar toda clase de condiciones: ceguera, sordera y cojera. Él sabía que no eran verdaderas, a pesar de lo reales que parecían. Cuando vio a un hombre con una mano seca, Jesús le dijo: “Extiende tu mano”. Y entonces “él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra”. Mateo 12:13. A un hombre que había estado paralítico durante treinta y ocho años le dijo: “Levántate, toma tu lecho, y anda”, Juan 5:8. y el hombre hizo exactamente eso.

Podemos ser como Jesús y saber que la enfermedad y el dolor, por aterradores que parezcan o por mucho tiempo que hayan durado, no son más que ilusiones, tan irreales como los trucos del prestidigitador.

La Sra. Eddy lo dice así: “El nombre mismo, ilusión, señala la nada”.Ciencia y Salud, pág. 129.

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