La Biblia revela la ley de Dios, la ley de la Vida. Esto es especialmente evidente en la vida y ejemplo de Cristo Jesús, quien dijo (Juan 6:63): “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha”. Y en esta época, la verdad que él enseñó se hace absolutamente comprensible mediante la revelación divina de la Ciencia del Cristo a Mary Baker Eddy.
Algunas veces cuando pienso lo que todo esto implica, me digo: “Seguramente tienes un largo camino que recorrer”. Pero este pensamiento me alienta: “No somos mortales esforzándonos por ser perfectos algún día. En realidad, ahora mismo somos ideas inmortales de Dios”. Y armados con esta verdad podemos vencer diariamente un concepto falso acerca de nosotros mismos como mortales a medida que nos “[despojamos] del viejo hombre con sus hechos, y, nos [revestimos] del nuevo” (Colosenses. 3:9, 10). Al igual que un escultor, cincelamos los vestigios de creencias falsas hasta que el concepto verdadero sale a relucir.
Hace muchos años cuando comencé a estudiar Ciencia Cristiana, mis padres, que no eran Científicos Cristianos, estaban preocupados, porque había dejado de someterme periódicamente a exámenes físicos. Me advirtieron, diciéndome que estaba predispuesto a contraer una enfermedad hereditaria, diabetes. Les dije que yo iba a estar bien. Sin embargo, en mis oraciones no di atención específicamente al temor, el de mis padres por mí y el mío.
Un día comencé a sentir síntomas de diabetes, y durante más de diez años estos síntomas continuaron apareciendo. No obstante, durante este período jamás puse en duda que Dios me curaría, y ni una sola vez pensé en recurrir a medios materiales para la curación. En varias oportunidades recibí tratamiento por medio de la oración a través de diversos practicistas de la Ciencia Cristiana. Pero aunque estoy sinceramente agradecido por la ayuda recibida, en último análisis, la curación fue el resultado del esfuerzo diario por despojarme “del viejo hombre”, o concepto falso de mí mismo, y por comprender y demostrar mi verdadera identidad espiritual. Finalmente, porque me convencí de mi espiritualidad y perfección innatas, los síntomas simplemente desaparecieron y, más importante aún, también desapareció todo temor a este problema. ¡Me regocija saber que la enfermedad no tiene poder!
Si alguno de los que leen este testimonio ha estado sufriendo dificultades durante mucho tiempo, yo le diría lo siguiente: “Siga trabajando. Esfuércese cada día por cincelar los vestigios de un falso concepto del hombre que esté albergando, y regocíjese en ser quien usted realmente es: la idea amada de Dios”. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud (pág. 21): “Si el discípulo está progresando espiritualmente, está esforzándose por entrar. Se aparta constantemente del sentido material y mira hacia las cosas imperecederas del Espíritu. Si es sincero, será diligente desde el comienzo y ganará un poco cada día en la dirección correcta, hasta que al fin acabe su carrera con gozo”.
No tengo palabras para expresar mi gratitud por el ejemplo incomparable de Cristo Jesús, nuestro Mostrador del camino, por la Sra. Eddy y su maravilloso descubrimiento de la Ciencia divina, y especialmente por el amor de Dios que circunda el universo.
Vista, California, E.U.A.
He sido testigo de la libertad que gradualmente mi esposo fue obteniendo sobre los síntomas de diabetes. Hubo muchas oportunidades en que me llamaba por teléfono desde el trabajo pidiéndome declaraciones afirmativas de la verdad, de lo cerca que él estaba de Dios, de cuánto Dios lo amaba, y también de su unidad con Él. Mi marido repetía a continuación en voz alta para sí mismo estas verdades para resistir perder el conocimiento.
Durante este largo período de pruebas jamás pensamos en recurrir a otra clase de ayuda. Solamente el temor era lo que había que eliminar, y a medida que él aprendía y vivía su naturaleza espiritual verdadera como amada idea de Dios, el temor y sus síntomas agresivos de enfermedad desaparecieron.
