En una u otra ocasión casi todo el mundo ha pasado por la experiencia de obsesionarse tanto con algún interés o temor que le ha sido difícil liberarse del control anormal que ocupa su atención. Quizás haya habido algún asunto personal en el cual uno haya temido, o anhelado, verse envuelto. O tal vez se haya sentido el deseo de estar más cerca, ¡o más distanciado! de algún lugar o persona en particular. Esos estados mentales pueden fluctuar desde el vagar sin rumbo y soñar despierto hasta extremos de preocupaciones perjudiciales.
No obstante, cuando estamos realmente conscientes de la presencia de Dios, podemos detectar la legitimidad o ilegitimidad de lo que requiere nuestra atención y, por consiguiente, la esclavitud irreal de creencias basadas en la materia no nos puede adormecer o manipular.
¿Qué es lo que atrae mayormente nuestra atención hoy en día, durante nuestros momentos conscientes y hasta cuando no estamos tan alerta? Esta pregunta es trascendental. Nos ayudará en gran medida a ver la sustancia de nuestra experiencia; pero más importante aún, nos indicará lo que Dios significa para nosotros.
La Ciencia Cristiana muestra que Dios es la Mente infinita, el bien omnipotente. El único Dios, la única Mente, es en realidad la Mente que poseemos ahora mismo. Más aún, esta Ciencia indica cómo liberarse de la versión falsificada que los sentidos materiales tratan de imponernos: la noción de que cada uno de nosotros tiene una pequeña mente limitada que tratamos de usar para nuestro mayor provecho. ¡Pero a veces la encontramos usándonos a nosotros para su propio provecho!
Conocer a Dios como la Mente infinita y perfecta significa poder saltar por encima del círculo vicioso del razonamiento material y de los juegos mentales y comprender, además de demostrar de manera práctica, que el hombre de Dios está totalmente gobernado por la consciencia divina. Toda persona honrada puede verse libre de enfermedad, pecado o situaciones desdichadas. Pero posiblemente tenga que comenzar primero por desafiar lo que parece ser una atracción contraria en su pensamiento. Si lo corporal, ya tenga carácter atemorizante o placentero, absorbe su atención, entonces tiene que encarar de manera terminante esta falsa noción de control y decidirse a no consentir en ello. Podrá lograrlo profundizando su reconocimiento de que Dios es la única Mente, el único que puede ejercer control.
Si esto se hace con sinceridad, los resultados serán aparentes en su vida. Ese reconocimiento vendrá a ser literalmente, una convicción científica, una ley para esa persona, en cumplimiento de la promesa bíblica: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti he confiado”. Isa. 26:3.
Pocos de nosotros deseamos experimentar temor o enfermedad; y, sin embargo, a veces pareciera que consentimos en dejarnos horrorizar o fascinar mesméricamente por las ilusiones de los sentidos físicos. La tendencia es la de permitir que la mente mortal tome las “riendas mentales”, por así decirlo, y dirija el pensamiento. Esta tendencia y su opuesto espiritual son descritos así en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy: “Es la espiritualización del pensamiento y la cristianización de la vida diaria, en contraste con los resultados de la horrible farsa de la existencia material; es la castidad y pureza, en contraste con las tendencias degradantes y la gravitación hacia lo terrenal del sensualismo y de la impureza, lo que realmente comprueba el origen y la eficacia divinos de la Ciencia Cristiana”.Ciencia y Salud, pág. 272.
Esta declaración de la Sra. Eddy debería despertar en tal forma nuestro sentido espiritual que rehusemos ser arrastrados a pensar o a actuar como si hubiéramos olvidado que pertenecemos a Dios. Podría considerarse que la “gravitación hacia lo terrenal del sensualismo y de la impureza” no sólo se refiere a la inmoralidad sexual en el pensamiento y la acción, sino también a las atracciones generales y sutiles de los sentidos físicos que alegan regir nuestro destino.
Es menester ver cómo “actúa” el mecanismo llamado mente mortal, de manera que cada vez más podamos sabiamente ir liberándonos de él y de sus maquinaciones. Este es un paso hacia el entendimiento espiritual que nos permite declarar inteligentemente y sin ingenuidad, que comprendemos que Dios es el único poder, el Todo-en-todo. Y podemos progresivamente probar que sabemos que la mente mortal — el magnetismo animal o error — es irreal, que no tiene poder sobre nuestros pensamientos ni sobre nuestros cuerpos ni sobre ningún aspecto de nuestra vida.
Los términos “magnetismo animal” e “hipnotismo” usados en Ciencia y Salud son sinónimos para el error, o el mal. Estos términos son útiles para indicar la naturaleza de la imposición. Cuando estamos lo suficientemente preparados y somos lo suficientemente sabios para ver la verdad con claridad, es sencillamente imposible que seamos hipnotizados por los sentidos mentirosos que declaran lo contrario; no podemos ser hipnotizados ni atraídos.
Nuestra relación con Dios no incluye algo como un “magnetismo divino” que nos atrae. El control divino del Amor infinito no consiste en tirar y aflojar, ni es un poder ejercido sobre la vulnerabilidad. La influencia que la Mente ejerce sobre nosotros se manifiesta en el reconocimiento que Dios tiene de Sus propias ideas. El hombre es la expresión individual de Dios, la Mente infinita, el Amor; es la emanación de la Mente divina y no conoce más que el bien siempre presente. La omnipotencia no está luchando con otro poder.
Una mayor percepción de este hecho nos libera de la creencia de que estamos por siempre atrapados en medio de una batalla entre el bien y el mal, ¡en algo así como una lucha sagrada de tira y afloja! Podemos elevarnos y saber que no tenemos que ser arrastrados hacia Dios. Ya somos uno con el Amor infinito. Estamos sostenidos en la perfección continua de la Mente. Y nada nos puede apartar.
Si uno es Científico Cristiano, esto significa más que meramente algo sobre lo que pensar. El Científico tiene la responsabilidad de mantenerse alerta a los hechos espirituales. En más de una ocasión la Sra. Eddy pidió a sus seguidores que prestaran especial atención a estas lineas de Ciencia y Salud: “Científicos Cristianos, sed una ley para con vosotros mismos que la malapráctica mental no puede dañaros ni dormidos ni despiertos”.Ibid., pág. 442.
Todos tenemos que crecer en nuestra comprensión individual de lo que este enérgico consejo significa. Permanecer despierto y alerta a su mensaje puede requerir gran determinación y deseo. Pero en la medida en que observemos el consejo, veremos los resultados sanadores. Se demostrará que la mala práctica — en otras palabras, el pensar y actuar incorrectamente — no tiene poder, y que la Mente es omnipotente.
Las circunstancias pueden poner a prueba nuestra obediencia y firmeza; no obstante, por difícil que sea la situación — ya sea que se trate de síntomas físicos o de una gran tentación, de hecho, sea lo que sea que esté en juego — no tenemos por qué temer. La ley omnipotente de Dios nos sostiene, permitiéndonos ver la totalidad del bien, la nada del mal.
La vida y carrera monumentales de Cristo Jesús muestran el éxito que él tuvo en demostrar el amor de su Padre en medio de toda tentación y amenaza por la que pasaba. Dijo: “Viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí”. Juan 14:30. Sus pensamientos estaban tan llenos de Verdad que no había elemento mental alguno que el magnetismo animal pudiera pretender atraer.
Unos jóvenes Científicos Cristianos ingeniaron una buena ilustración para describir cómo podemos demostrar inmunidad contra las pretensiones del magnetismo animal. Vertieron en un plato vacío una medida de azúcar blanca para representar la consciencia incontaminada por creencias de pecado, enfermedad o muerte. Entonces mezclaron con el azúcar cierta cantidad de arena ferruginosa para representar las sugestiones del tal llamado pensamiento mortal, o sea, la manera de pensar que se basa en la materia. Al pedírseles que separaran la arena ferruginosa del azúcar, uno de los jóvenes comenzó laboriosamente a tratar de hacerlo, pero pronto se desalentó ante lo inútil del esfuerzo. Sin embargo, cuando se introdujo un imán en la mezcla todos descubrieron con una sonrisa que el imán no producía efecto alguno sobre el azúcar. Sólo la sustancia ferruginosa respondió al imán.
Aun cuando las analogías tienen sus limitaciones, todos podemos agradecer el recordatorio de que ningún magnetismo tiene efecto o poder alguno sobre los pensamientos puros. Al aceptar sólo estos pensamientos, deseando conscientemente eliminar, por medio de la acción de la Verdad, las “sustancias ferruginosas” que parezcan estar en nuestro pensamiento, reduciremos en gran medida y por último eliminaremos las imposiciones del error. Podremos decir cada vez más con Jesús que “viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene” en nosotros. Nada que arrastrar. Nada que atraer. Como dice la Sra. Eddy: “El único poder del mal es el de destruirse a sí mismo”.Ciencia y Salud, pág. 186.
Repetimos, nuestra libertad espiritual no se logra cambiando los malos pensamientos mortales por buenos en el vestíbulo de una mente mortal. La verdadera libertad viene como consecuencia de despertar al reconocimiento de que el único Dios — la única Mente del hombre — es supremo, es Todo. Entonces la noción de un poder opuesto a Dios nos parece más y más absurda hasta que pierde toda su credibilidad, hasta que “nada tiene” en nosotros. Nuestra comprensión y confianza radican del todo en Dios.
Nuestra percepción espiritual del bien omnipotente no puede ser adormecida repentina o gradualmente cuando se ha reconocido que esa omnipotencia es la ley misma del ser del hombre. Observen las palabras escogidas por la Sra. Eddy para describir la actitud que el sanador debe adoptar al hacer frente a las sugestiones de enfermedad emitidas por la mente mortal. Ella dice al sanador: “combatid”, “borrad”, “levantaos en rebelión”, “exterminad”, “contradecid”; ¡y estos vigorosos vocablos se han tomado tan sólo de unos cuantos párrafos! Ver ibid., págs. 390–391.
A medida que aumenta nuestro deseo activo de obedecer a Dios, la autoproclamada “gravitación hacia lo terrenal” o arrastre de la materia, se rompe. Encontramos que somos más capaces de sanarnos a nosotros mismos y de sanar a los demás conforme a la ley de Dios, y nos elevamos para sentir la maravillosa vitalidad y paz perfecta que siempre fluye de una confianza en Dios que se hace cada vez más profunda.