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La ética de la práctica de la curación—2

Del número de febrero de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El método de curación de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) trae al sentido humano un reconocimiento cada vez mayor del infinito poder del Amor divino y de su disponibilidad para sanar y salvar. Para el pensamiento material, la existencia de un poder espiritual restaurador, invisible a los sentidos pero al alcance de la humanidad, parece sumamente incomprensible. Sin embargo, las innumerables e importantes curaciones obtenidas como resultado de una confianza radical en el Padre-Madre Dios — sobre todo las de Cristo Jesús, pero también las que sus primeros seguidores llevaron a cabo y las realizadas en la época moderna por medio de la Ciencia Cristiana — dan testimonio del poder sanador otorgado por Dios, el cual se puede descubrir comprendiendo lo que el Salvador enseñó e hizo.

Nuestro Maestro identificó el origen de este compasivo poder curativo cuando dijo: “... el Padre que mora en mí, él hace las obras”. Juan 14:10. Explicó sin lugar a dudas que este poder está al alcance de sus fieles seguidores: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8:31, 32.

La teología de la Ciencia Cristiana es congruente con su práctica correcta. Por ejemplo: La premisa de un Dios perfecto lleva a la conclusión del hombre perfecto a Su semejanza. La premisa del poder omnímodo del Principio divino, Dios, lleva la la conclusión de que Su ley está presente aquí y ahora y, en verdad, gobierna al hombre. La premisa de Su bondad perfecta como Vida y Amor infinitos lleva a la conclusión de que Su ley y Su poder, entendidos y utilizados, nos confieren salud y redención.

Dar prueba de esto en la curación requiere espiritualización del pensamiento: una cristianización tan profunda de la vida y del carácter que nos permita conocer a Dios y confiar en Él. Reconocer a Dios como el bondadoso y ministrante Amor que llega a nosotros mediante el toque sanador del Cristo, la Verdad, limpia nuestro corazón de temor y nos deja en libertad para confiar en Él completamente y sin reservas. Este reconocimiento mueve el pensamiento humano hacia un sentido de mansedumbre, reverencia y fe firme. Esta fe es mucho más que esperanza, emoción o creencia. Se basa en un entendimiento científico — que se conoce y se siente profundamente en la oración ferviente — de la omnipotencia y presencia sanadora del Amor divino que está disponible inmediatamente.

Es esta sincera y espontánea confianza en la bondad y el poder omnímodo del Amor infinito lo que explica las sorprendentes curaciones que se obtienen por medio de este método puramente espiritual. Cristo Jesús describió la firmeza de una indivisa confianza en Dios cuando se refirió a la unidad de visión que hace que nuestro cuerpo esté “lleno de luz”. Y dijo: “Ninguno puede servir a dos señores”. Mateo 6:22, 24. Mary Baker Eddy apoya esta norma de modo práctico cuando escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “Es imposible obrar desde dos puntos de vista distintos... Obediencia a la ley material impide plena obediencia a la ley espiritual — la ley que vence las condiciones materiales y pone la materia debajo de los pies de la Mente. Los mortales ruegan a la Mente divina que sane a los enfermos, e immediatamente excluyen la ayuda de la Mente usando medios materiales, actuando así en contra de sí mismos y de sus oraciones y negando la habilidad otorgada por Dios al hombre para demostrar el poder sagrado de la Mente”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 182.

En conformidad con esto, el practicista de la Ciencia Cristiana se ajusta estrictamente a medios espirituales exclusivamente como su norma ética en la práctica. En su oración depende de todo corazón de las leyes salvadoras y espirituales de Dios, y no de las leyes humanamente concebidas de la fisiología, la biología o de las teorías médicas.

El paciente no está sometido a coerción mental, ni a ninguna otra forma de coerción. El practicista puede explicar su apoyo de la ética de la Ciencia Cristiana en el ejercicio de su práctica, sin tratar de ejercer influencia o presión; el paciente siempre está en libertad de decidir si quiere continuar con el tratamiento de la Ciencia Cristiana o recurrir a otros métodos.

A decir verdad, si hay alguna forma de coerción, lo más probable es que provenga no de quienes aplican la Ciencia Cristiana, sino de quienes propugnan el tratamiento físico. Como dice la Sra. Eddy: “La creencia universal en la física pesa contra las altas y poderosas verdades de la metafísica cristiana. Esa creencia general errónea, que apoya a la medicina y produce todos los resultados médicos, actúa en contra de la Ciencia Cristiana; y el porcentaje de poder del lado de esa Ciencia tiene que preponderar poderosamente sobre el poder de la creencia popular, para curar un caso cualquiera de enfermedad”.Ibid., pág. 155.

Como el tratamiento cristianamente científico descansa por entero en la omnipotencia de la Mente, Dios, toda confianza en medios materiales para la curación — píldoras, tranquilizantes, dietas, ejercicios, medicamentos o tratamiento médico — es un alejamiento del método de la Ciencia Cristiana y es incompatible con él. Esto no quiere decir que ese alejamiento deba ser motivo para que otros hagan juicios morales o para que el paciente se condene a sí mismo. No significa tampoco que la capacidad de la ley divina para curar tiene límites. Lo que sí indica es la necesidad de un mayor desarrollo del entendimiento de esta gran Verdad, que sana de manera eficaz por medios espirituales exclusivamente. Debería alentar al paciente a obtener un sentido todavía más fuerte de la solícita presencia del Amor divino en toda necesidad. Debería ser una oportunidad para que otros ejerzan una compasión como la del Cristo y un interés solícito que sirvan para fortalecer al sufriente en su lucha.

El hecho de que recurrir a sistemas médicos sea un alejamiento del método de la Ciencia Cristiana y de la norma ética de su práctica no significa que se tenga prejuicio u hostilidad hacia otros sistemas de curación; se trata sencillamente de lo que es y lo que no es eficaz en la curación metafísica. Tratar de depender simultáneamente tanto de medios materiales como espirituales sería inconsecuente y contraproducente, pues un método tendería a anular la eficacia del otro. Como lo declara el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “Mientras que la materia sea la base de la práctica, no se puede tratar eficazmente a la enfermedad por el procedimiento metafísico”.Ibid., pág. 456. Tratar de utilizar simultáneamente los medios de curación físicos y espirituales significaría obrar desde dos puntos de vista distintos: simplemente no es eficaz. Montar dos caballos que van en direcciones opuestas difícilmente es práctico.

Consideraciones similares se presentan en lo que respecta al diagnóstico médico. Un diagnóstico físico tiende por lo general a apartar la atención de la naturaleza espiritual del hombre y de la causa y el efecto espirituales y la distrae de lo que es necesario curar mentalmente. El practicista de la Ciencia Cristiana nunca trata de dar un diagnóstico físico ni de atribuir nombres a las enfermedades; esto queda fuera de su esfera de competencia y está excluido por la ética cristiana de la Ciencia Cristiana. El practicista se ocupa por entero de los elementos mentales específicos que sustentan la enfermedad y la discordancia, incluso la creencia básica de que el hombre es un organismo material sujeto a la materia; y él afirma las verdades metafísicas que echan fuera esos errores y producen la curación.

El diagnóstico médico, que se ocupa de la materia, y el diagnóstico metafísico, que se ocupa únicamente de los elementos mentales que constituyen la enfermedad, no son guías compatibles para la prognosis o el remedio. El primero indica los remedios físicos fabricados por el hombre, en tanto que el segundo requiere las eficaces cualidades sanadoras y vitalizadoras de la Verdad, el Amor divino. Ajustándose al método material distraería la atención del sanador metafísico de los problemas que realmente se plantean, estimularía el temor, tendiendo a viciar el tratamiento metafísico.

Adhiriéndose a la norma científica de la ética, el practicista de la Ciencia Cristiana debe tener en cuenta todas estas cuestiones para determinar cuáles casos aceptar o con cuales casos debe continuar trabajando. ¿Dónde ha puesto el paciente su confianza? es una pregunta crucial. Como se dijo antes, el practicista no dice al paciente lo que debe o no debe hacer; el paciente siempre está en libertad de continuar confiando en los medios espirituales o de buscar otra clase de ayuda. La responsabilidad de esta decisión recae siempre sobre el paciente. Pero si el paciente opta por los medios materiales, el practicista abandona el caso con amor y sin condenación o reproche y continúa manteniendo la norma necesaria para la práctica metafísica eficaz.

A veces se presentan situaciones en las que, por una u otra razón, no parece haber otra alternativa que aceptar ciertos servicios médicos. Uno de esos casos se plantea cuando existe una obligación legal que no hace excepción en favor de los que reciben tratamiento de la Ciencia Cristiana. La Sra. Eddy trata compasivamente esas situaciones en sus referencias a la vacunación obligatoria (ver The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, págs. 219–220 y 344–345). En el libro de texto ella se refiere específicamente al reajuste de huesos fracturados en ciertos casos y al alivio del dolor agudo, de modo que el Científico pueda entonces tratar mentalmente su propio caso. Como nuestra Guía deja claramente establecido en sus escritos, esas concesiones, que significan un alejamiento del método de la Ciencia Cristiana, serán menos probables a medida que vayamos adquiriendo una comprensión básicamente clara del poder curativo de esta Ciencia y de su ética pura. La decisión en casos específicos recae sobre los directamente interesados; jamás es una cuestión de las reglas de la iglesia o de reglamentos administrativos, pues no existen ningunos que limiten la libertad del individuo para decidir. Un estudio cuidadoso de las sabias y compasivas referencias sobre los distintos aspectos de este tema en los escritos de la Sra. Eddy proporcionará una guía inestimable.

En esta época, en que prevalecen seguros de salud, programas de asistencia social subvencionados por el Estado e intensa educación y propaganda médicas, es especialmente importante que los Científicos Cristianos tengan muy claro cuál es la norma ética para la práctica sanadora eficaz de su religión. Pueden y deben ser siempre bondadosos, compasivos, tiernos y solícitos con los que recurren a otros medios para obtener curación. Sin embargo, su profunda investigación de la Ciencia Cristiana demostrará, con mayor claridad, por qué el tratar de mezclar los medios materiales de curación con los espirituales no resulta práctico. Su deseo de confiar solamente en medios espirituales se basa en la comprensión que ellos tienen del poder y la disponibilidad del Amor divino para curar, en su comprensión de la Ciencia de la curación por el Cristo mediante la cual eso se comprueba, y en sus experiencias que lo confirman en demostraciones prácticas.

[Éste es el segundo de dos editoriales sobre la ética. El primero, que contrasta la Ciencia Cristiana con los sistemas basados en la mente humana, se publicó en el número de enero del Heraldo.]

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