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La promesa que da paz

[Original en español]

Del número de febrero de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La infinita presencia de la Verdad está con nosotros y es tan asequible ahora como en el tiempo de Cristo Jesús; sostiene a los que luchan en el encrespado mar de las dudas y pregunta: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” Mateo 14:31. La Verdad dice al desanimado: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Mateo 28:20.

Esta promesa de estar con nosotros “hasta el fin del mundo” — el mundo de pensamientos materialistas, opuestos a la Verdad — fue hecha por Jesús hace veinte siglos. Pero el Cristo ha existido a través de todos los tiempos, y aquellos de ánimo espiritual han podido percibir su dirección. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), dice en su libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Antes que el conocimiento humano se hundiera profundamente en un concepto falso de las cosas — en una creencia en orígenes materiales que desechan a la Mente única y la verdadera fuente del ser — es posible que las impresiones de la Verdad fueran tan claras como el sonido, y que llegaran como sonido a los profetas primitivos”.Ciencia y Salud, págs. 213–214.

A través del sentido espiritual podemos recibir “las impresiones de la Verdad” que traerán curación. Estas intuiciones nos elevan por sobre las creencias mortales hacia una comprensión más clara de la Vida infinita, Dios. Entender que Dios, la Verdad, y Sus ideas son la única realidad, es prepararse para vivir en el eterno día de Dios. Cristo nunca se fue; siempre ha estado aquí. La Ciencia Cristiana nos enseña cómo encontrar el espíritu de Verdad.

Esta afirmación del Cristo siempre presente, tuvo su principio para mí hace cinco años cuando lo encontré “con las señales que... seguían”, tal como en el cristianismo primitivo, aunque no lo reconocí inmediatamente. Como el menesteroso de la época de Jesús, yo estaba cubierta con los harapos y el polvo de los pensamientos mortales cuando regresé del sanatorio donde estuve internada debido a una difícil operación quirúrgica, y en mi hogar encontré la tierna presencia del Cristo en la forma de una invitación para asistir a una conferencia de Ciencia Cristiana.

Una amiga, reciente Científica Cristiana, me localizó después de varios años de ausencia y me habló por teléfono sobre la conferencia. Acudí por fin con ella al moderno salón de la confitería donde se daba la conferencia. El tema de la conferencia era “El método sanador de la Ciencia Cristiana”. Como debieron de haberla sentido los que se acercaron a Cristo Jesús hace veinte siglos, así sentí yo también la presencia del Espíritu. El conferenciante transmitía el mensaje de Dios, y yo, aunque no entendía del todo la nueva lengua del Espíritu, pedía a Dios fervientemente que sanara la herida bastante grande que había dejado la operación, cuya supuración de ya veinte días no permitía cicatrizar. Al regresar de la conferencia, y al disponerme a cambiar las vendas, asombrada vi que la herida estaba totalmente cerrada. Mi agradecimiento a Dios y a la Ciencia Cristiana fue inmenso.

Esta comprobación de la presencia de la Verdad fue mi comienzo en la Ciencia Cristiana, y continúo comprendiendo mejor el amor de Dios a través del estudio diario de la Lección-Sermón. En el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana.

La promesa del Cristo de estar “con [nosotros] todos los días” nos da aliento. El Cristo, el Salvador, nos libera, nos sana y nos resucita, tan positivamente como cuando Jesús lo demostró. La enseñanza de la Ciencia Cristiana es el camino estrecho por donde paso a paso — por medio de la práctica y del estudio concienzudos — somos guiados a emular a Cristo Jesús. Somos sus discípulos según manifestamos la Verdad a través de la demostración. El valor moral que va adquiriendo el discípulo a medida que logra una consciencia más espiritual le brinda jovial progreso hacia la meta preciosa, en vez de tristeza frente a la necesidad de vencer el materialismo del mundo.

La dulce promesa del Cristo con nosotros se cumple cada vez que demostramos la realidad eterna de la consciencia espiritual.

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