¡Valor moral! Cumplir con una norma elevada de amor. Las acciones desinteresadas, quizás realizadas con esfuerzo y sin tomar en cuenta la seguridad personal, nos conducen más allá del fiarnos de la capacidad humana hacia la confianza en la ayuda divina.
La vida de Cristo Jesús es un modelo de valor moral. Su amor en medio del odio apaciguó las tormentas mentales y físicas, sanó al enfermo en presencia de los escépticos, protegió a la mujer adúltera de una muchedumbre asesina, resucitó a una niña mientras los demás lamentaban su muerte y trataban de ridiculizar a Jesús. Cuando dijo: “Yo y el Padre uno somos,” la gente volvió a “tomar piedras para apedrearle”. Juan 10:30, 31. Jesús enfrentó cada situación con dominio, incluso los sucesos del huerto de Getsemaní y la crucifixión. La Sra. Eddy escribe: “Con adoración percibí el Principio de su heroísmo santo y ejemplo cristiano en la cruz, cuando se rehusó a beber el ‘vinagre mezclado con hiel’, una preparación de adormidera o acónito, para atenuar las torturas de la crucifixión”.Retrospección e Introspección, pág. 26.
Siguiendo las huellas del Maestro, la Sra. Eddy fue un modelo de valor moral, tanto en su vida cotidiana como al fundar la Iglesia de Cristo, Científico. Constantemente luchó contra la tiranía mental, física y social. Durante la última parte de su vida resistió las corrientes materialistas de la ciencia, la medicina y la religión popular para proclamar la supremacía de la Ciencia del Espíritu sobre la tierra.
La Ciencia nos enseña que el valor y la integridad son cualidades otorgadas por Dios. El Cristo, la verdadera idea de Dios, las pone al alcance de la humanidad. A medida que expresamos más al Cristo, manifestamos, en forma natural, mayor integridad y valor moral.
El valor del Cristo es intrépido, activo, reverente; es una convicción, sostenida por Dios, de que el bien tiene poder sobre el mal. El Salmista dijo: “Exalten a Dios con sus gargantas, y espadas de dos filos en sus manos”. Salmos 149:6.
La Verdad es la espada del cristiano, que defiende y guía: uno de sus filos corta el error, mientras que el otro revela el bien. El valor moral es la mano que empuña la espada de la Verdad, guiada, afirmada y fortalecida por Dios. Es la manera en que el cristiano utiliza la espada con amor y poder para resistir el mal y para reconocer el bien; para decir “¡No!” al error y “¡Sí!” a la Verdad. La Sra. Eddy declara: “Se requiere valor moral para enfrentar al mal y proclamar lo que es justo”.Ciencia y Salud, pág. 327.
El filo del valor moral que niega o resiste (que se enfrenta a lo injusto) está expresado en los Diez Mandamientos (ver Éxodo 20), el “no” que niega la idolatría, lo profano, la irreverencia, el crimen, el adulterio, el robo, la mentira, la codicia y mucho más. El lado positivo del valor a la manera del Cristo (que proclama lo justo) se manifiesta en las cualidades que Jesús recalcó en las Bienaventuranzas tales como: mansedumbre, justicia, misericordia, pureza, pacificación, gozo (ver Mateo 5). La Sra. Eddy profetiza: “El trueno del Sinaí y el Sermón del Monte van tras los siglos y los sobrepasarán, reprendiendo en su carrera todo error y proclamando el reino de los cielos en la tierra. La Verdad está revelada. Sólo es menester practicarla”.Ibid., pág. 174.
La demostración comienza con el dominio sobre nuestro pensamiento que nos da el Cristo. El valor moral — que resiste al mal y hace lo justo mediante la dirección impartida por Dios — es el protector soberano de nuestra mentalidad y establece el reino de los cielos dentro de nosotros. El valor moral guía nuestra honestidad, cuida de nuestro gozo, asegura nuestra paz, preserva nuestra mansedumbre, dirige nuestro tierno cuidado e interés por los demás, protege nuestra paz mental de las destructivas incursiones del error. La Sra. Eddy dice: “El valor moral es ‘el león de la tribu de Judá’, el rey del reino mental”.Ibid., pág. 514.
“El rey del reino mental” es vital en la redención cristiana del temor, la ignorancia y el pecado. El dinamismo del estado espiritual del Amor divino resiste el mal. La complacencia cobarde, la estupidez, la falta de honradez y el sensualismo están destinados a su autodestrucción. No llevan en sí elementos de verdad o de amor, y no han pertenecido jamás al hombre verdadero. La vigilancia espiritual los echará fuera.
El corazón cristiano lleno de amor, que renuncia a la materialidad por la espiritualidad, nunca busca una lucha ni huye ante el error. El valor cristiano no se somete al temor ni a la tiranía, sino que los destruye, y combate el egoísmo, la violencia y la ciega insistencia en que hay vida en la materia con la verdad acerca del ser espiritual. La Sra. Eddy escribe: “Es valiente a toda prueba el que se atreve en esta época a refutar el testimonio de los sentidos materiales con las verdades de la Ciencia, y por ello llegará al estado verdadero del hombre”.Escritos Misceláneos, pág. 183.
Cuando nuestra moral es desafiada por las presiones (o halagos) sociales ¿tomamos una posición con la convicción que nos da la Verdad y que el Amor sostiene? El valor moral se opone a fuerzas superiores y las vence — o parece perder — pero nunca compromete la integridad ni se desvía de la justicia que proviene de Dios. Amar cuando otros odian, negar los placeres y dolores de los sentidos, regirse por la vida espiritual, es del dominio del hombre y de la mujer. Un adolescente que dice “¡No!” a las drogas, una persona que rechaza el adulterio, manifiestan la protección de los Mandamientos y de las Bienaventuranzas, que les permite resistir el mal y hacer lo que es correcto según la dirección del Cristo. Tales individuos se están acercando al “verdadero estado del hombre”.
La espada de la Verdad es también indispensable para la curación. A medida que refrenamos el pensamiento material, detenemos sus efectos dañinos en el cuerpo. Resistiendo a todo aquello que pretende conducirnos hacia el pecado y la enfermedad damos entrada a la pureza y la salud. Al despojarnos de intereses egoístas, nos saciamos del bien divino. Reclamando nuestra perfección y santidad decretadas por Dios, experimentamos la salud otorgada por Dios. Se necesita valor durante una prueba para mantenerse firme en la verdad del ser, hasta que el pensamiento se espiritualice y se realice la curación.
Con el reino de los cielos ya establecido dentro de nosotros, podemos comenzar a establecerlo en la tierra. La moralidad institucional es inseparable de la moralidad individual. El valor del Cristo (amoroso, firme, sin temor al mal, determinado a hacer lo correcto) lucha diligentemente para eliminar el error con la verdad en la educación, los negocios, el gobierno. Esta lucha jamás es inflexible o farisaica, ni es restringida ni fastidiosa, sino que es espiritualmente flexible, amplia, pura. Este tipo de lucha jamás devuelve mal por mal, no induce a persona contra persona, ni a grupo contra grupo, ni a institución contra institución, sino al bien contra el mal. El valor moral resiste firmemente toda clase de mal — los sistemas falsos, el crimen, la enfermedad, la inmoralidad. Se mantiene firme en el Principio divino — la Verdad invariable y el Amor armonioso — que gobierna todo con justicia.
Más valeroso que los actos excepcionales de valor (por impresionantes que éstos sean) es el callado valor de una vida diaria cristiana, el valor moral de una vida altruista, útil, íntegra, “escondida con Cristo en Dios”. Col. 3:3.