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“Ninguna otra señal”

Del número de febrero de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Curación: ¡motivo de regocijo! Desde los primitivos tiempos bíblicos muchos han reconocido la manifestación de la curación obtenida mediante la oración, como cierto símbolo de la presencia y el amor de Dios. El supremos poder de Dios, actuando en la experiencia humana con la fuerza de la ley divina, ha movido montañas cuando la enfermedad y el dolor surgieron amenazadores. Sinceros y pacientes seguidores del Cristo, la Verdad, pueden ver que la oración devota para obtener curación y regeneración es respondida.

Tal vez la enfermedad más temible en los registros de la historia bíblica haya sido la lepra. La víctima era un paria. Nadie, al parecer, se preocupaba por el leproso. Y, sin embargo, hubo casos de curación espiritual que por cierto evidenciaron la protección divina, demostrando una fuente más elevada de curación consoladora que cualquier cosa ofrecida por el ritualismo religioso o la medicina. En cierta ocasión, hace casi tres mil años, el profeta Eliseo sanó de la lepra a un preeminente ciudadano. Ver 2 Reyes 5:1–14. La ley divina superó lo que parecía ser una ley física y destruyó sus aparentes efectos. La curación espiritual demuestra que las “leyes” mortales de la enfermedad son erróneas; no hay ley de enfermedad.

Luego los registros bíblicos muestran que siglos más tarde Cristo Jesús en su ministerio sanó varios casos de lepra, incluyendo en una ocasión a diez leprosos al mismo tiempo. Uno de ellos ciertamente percibió la importancia de su curación como prueba de la realidad y del poder de Dios. Vio su curación como una señal, y glorificó a Dios. Ver Lucas 17:15.

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