Hoy en día es posible percibir un retorno a los valores previamente rechazados tales como la lealtad, la obediencia y la solicitud motivadas por el amor. La lucha contra la autoridad, sin embargo, continúa en maneras tanto deseables como indeseables. Pero en verdad tiene razón la Biblia en decir: “Sométase toda persona a las autoridades superiores”. Rom. 13:1.
Podemos comprender la ley espiritual cuando recurrimos a la fuente de toda existencia — Dios — a quien la Sra. Eddy define de la siguiente manera: “Dios es Mente, Espíritu, Alma, Principio, Vida, Verdad y Amor, incorpóreos, divinos, supremos, infinitos”. En la misma página pregunta: “¿Hay más de un Dios o Principio?” Y responde: “No lo hay. El Principio y su idea es uno, y ese uno es Dios, el Ser omnipotente, omnisciente y omnipresente, y Su reflejo es el hombre y el universo. Omni es tomado del adjetivo latino que significa todo. Por tanto, Dios reúne en Sí todo poder o potencia, toda ciencia o conocimiento verdadero, toda presencia. Las variadas manifestaciones de la Ciencia Cristiana indican Mente, jamás materia, y tienen un solo Principio”.Ciencia y Salud, págs. 465–466.
La ley de Dios es incondicionalmente verdadera, ya sea que la persona esté más o menos — o que en el momento no lo esté— consciente de este hecho. El hombre verdadero no puede hacer menos que estar sometido a su origen, a su Padre-Madre Dios, la Verdad, el Amor y la Vida divinos. Esto es la autoridad que tiene poder sobre nosotros. Todos somos ideas de este único Dios, la Mente omnímoda. ¡Qué glorioso privilegio es estar sometido al bien divino, estar gobernado y motivado por él! En la proporción en que esto se comprenda y se reconozca más claramente, desaparecerá lo que sea dictatorial en la experiencia humana.
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