¿Aceptar la redención? ¿Por qué? ¿De qué? Si esto significa volverse verdaderamente religioso, yo tendría que renunciar a muchas cosas, ¿no es así?
Estas son preguntas razonables.
Muchas personas piensan que la redención es algo así como un procedimiento santurrón, farisaico, virtuoso. Muchos de nosotros no nos damos cuenta de que nos dejamos redimir de maneras sencillas varias veces al día. ¿Tenemos que cocinar? Dejamos que las reglas para cocinar bien nos rediman de un desastre culinario. ¿Tenemos algún problema de negocios? Si somos sabios, dejaremos que las reglas para hacer buenos negocios rediman nuestros esfuerzos y nos den la solución correcta. Hay una armonía que sostiene las cosas; si se desobedece, surgen la confusión, las dificultades y las equivocaciones. Si se obedece, esta armonía, que nos sostiene, siempre viene a rescatarnos. ¡Nada más que ganancias por todas partes! No tenemos por qué renunciar a nada que sea bueno; tenemos que vencer nuestra renuencia a hacer el esfuerzo necesario.
La historia de los viajes espaciales refleja el trabajo de esos pioneros que permitieron que las armonías increíblemente adelantadas de las matemáticas se volvieran reales para ellos en formas nuevas y significativas. La Biblia nos habla de aquellos que correctamente suponían que la respuesta a los enigmas de la vida humana jamás se encontraría en la materia. Dejaron de contemplar lo finito para dejar que la paz y la armonía de Dios, el bien, se derramaran en su pensamiento que estaba despertando y esto bendijo su vida inmensamente, guiando sus pasos mentales en dirección diferente.
Por supuesto que en la vida diaria todos enfrentamos desafíos. Muchas personas están tan acostumbradas a tener problemas y a vivir con ellos, a llevar una vida de altibajos, que muy pocas veces esperan o buscan soluciones. Por cierto, la redención de toda clase de angustias parece muy lejana en nuestra sociedad, orientada a las dificultades, una sociedad saturada de problemas. Nadie puede redimirse o rescatarse a sí mismo o a otros del castigo proveniente de actitudes mentales equivocadas, a menos que se desee empezar a cambiar esta perspectiva equivocada.
Los Científicos Cristianos, con profundo respeto y amor por quienes así piensan, no creen que los mortales puedan ser redimidos del pecado y de sus desastrosas consecuencias, aun de la muerte misma, por el mero hecho de la crucifixión de Jesús. Como ellos lo ven, es necesario apartarse radicalmente del antiquísimo punto de vista bajo el cual se ha considerado la prueba por la que pasó Jesús en el Calvario. En la esfera de los asuntos humanos, el sacrificio de una vida para calmar la ira de un gobernante, que de otra manera la habría descargado sobre el resto de sus súbditos, sería condenado de inmediato. Es difícil, para decir lo menos, creer que Dios, el Amor, pudiera aceptar el ritual del sacrificio humano. La respuesta, entonces, tiene que encontrarse en otra parte.
Refiriéndose al limitado concepto mortal de la existencia — enigmático, desconcertante, hasta rídiculo, y es eso lo que es — la Sra. Eddy escribe: “La mente mortal acepta el concepto erróneo y material de la vida y del goce, pero la idea verdadera se obtiene del lado inmortal”.Ciencia y Salud, pág. 536. Y fue “el lado inmortal” con el cual se identificó Jesús, quien confiaba absolutamente en Dios y sabía que Él redimiría su sentido humano de las cosas, rescatándolo aun cuando su vida humana parecía estar bajo amenaza de muerte. Se relata que sus últimas palabras en la cruz fueron: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Lucas 23:46.
Como acostumbraba hacerlo, Jesús estaba citando el Antiguo Testamento, y nadie que conociera las Escrituras tan íntimamente como él, habría podido jamás citarlas fuera de contexto. De manera que el contexto nos revela el razonamiento, y, en este caso, la gloriosa certeza que apoyaba su pensamiento. Estas palabras finales que tomó del Salmo 31, resplandecen con nuevo significado si se toman con las que siguen: “Tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad”. Salmo 31:5. Jesús estaba tan perfectamente consciente de la naturaleza divina de su propia indentidad a la manera del Cristo — su ser espiritual, eterno e indestructible — que él sabía que su vida verdadera, y la de los demás, estaba lejos de la materia, a salvo en Dios, aun cuando su cuerpo material había sufrido la terrible agonía de la crucifixión y, según toda apariencia, estaba pronto a morir.
Su sacrificio supremo del yo humano, que nacía de su profundo y permanente amor por la humanidad, nos mostró el camino triunfante que él abrió para nosotros — de la materia hacia el Espíritu — camino de redención que cada uno podemos y debemos seguir paso a paso con la ayuda de la eterna presencia de Dios. De ninguna manera quiere decir esto que de alguna forma nos espera la crucifixión física. Por el contrario, mediante la importancia que tienen para nosotros los sucesos que llevaron a las horas culminantes en el Calvario y los que tan dramáticamente siguieron, podemos ver nuestra propia resurrección y ascensión como una continua e inevitable hazaña espiritual, y podemos empezarla.
Si lánguidamente esperamos a que nos llegue la salvación, ésta nos eludirá. No tenemos que dejarnos llevar por la sugestión de que somos incapaces de alcanzarla activamente y hacerla nuestra. No existe ningún poder antimatemático que nos impida obtener las respuestas correctas a las verdades matemáticas. A menos que haya dos dioses o poderes opuestos — y no los hay — no existe poder fuera del poder de Dios, y, por tanto, nada puede detenernos de ser redimidos mediante la aceptación de la Verdad, el Cristo siempre presente y salvador. Hay muchos pasajes, tanto en la Biblia como en el libro de la Sra. Eddy, Ciencia y Salud, donde se da énfasis a la necesidad de la salvación. En este último, por ejemplo, leemos: “A medida que los mortales alcancen, mediante el conocimiento de la Ciencia Cristiana, un concepto más elevado, procurarán aprender, no de la materia, sino del Principio divino, Dios, la manera de demostrar que el Cristo, la Verdad, es el poder curativo y salvador”.Ciencia y Salud, pág. 285.
Dándose cuenta de lo que se ha hecho por su bien a tal precio, los Científicos Cristianos reconocen con profunda gratitud su deuda con el Fundador del cristianismo, Cristo Jesús, y con la Sra. Eddy, cuya obra sigue tan de cerca y revela tan claramente los pasos de Jesús en su camino hacia lo alto. Cada uno de nosotros, aunque todavía enfrentándose a desafíos y, al parecer, un mortal, ha captado una vislumbre de lo que Pablo dijo cuando escribió, citando el Antiguo Testamento: “Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, allí serán llamados hijos del Dios viviente”. Rom. 9:26.
De eso se trata la experiencia gloriosa de la redención, redención que enriquece espiritualmente.
No temas,
porque yo te redimí;
te puse nombre,
mío eres tú.
Isaías 43:1
 
    
