¿Qué podría decirse de la frialdad, la falta de solicitud y de afecto espiritual en la iglesia?
¿Nos regocijamos espontáneamente por la bondad y el amor que encontramos en nuestra iglesia? ¿O tenemos motivo para entristecernos?
Nuestra Guía, Mary Baker Eddy, habló con franqueza sobre este tema después de un sermón en el culto de comunión en La Iglesia Madre en 1896. Con compasivo realismo escribió así a algunos amigos: “Observo que la atmósfera general de mi iglesia es tan fría y solemne como los pisos de mármol”. En otra nota hizo este comentario: “Mis alumnos están haciendo una buena y gran obra, y la reunión y la forma en que fue conducida regocijan mi corazón. Pero sí sentí frialdad, una falta de inspiración en los amados corazones (no hacia mí, por supuesto que no, pues son sumamente leales); pero percibí una solemnidad, una ausencia de energía y celo espirituales”. Citado en Robert Peel, Mary Baker Eddy: The Years of Authority, Nueva York, Holt, Rinehart and Winston, 1977, pág. 97.
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