Al hablar con cristianos de otras religiones, los Científicos Cristianos podrían descubrir que persiste cierta confusión entre sus amigos respecto a lo que se enseña en la Ciencia Cristiana sobre la naturaleza de la oración. No obstante, para el Científico Cristiano, su concepto de comunión con Dios corresponde directamente con lo que enseña la Biblia.
La oración expresa el deseo sincero que el corazón siente de conocer y amar a Dios, de sentir Su tierno cuidado y dirección. Nuestra íntima comunión con Dios es un acontecimiento bendito. La oración alcanza su meta sanadora y redentora en la proporción en que tratamos desinteresadamente de descubrir y hacer la voluntad del Padre. Dios, la Mente divina, nos revela a cada uno exactamente lo que se necesita para cumplir con Su sagrado propósito.
La inspiración y el entendimiento, la espontaneidad, la humildad y el amor desinteresado, son las cualidades que forman la base de la oración. Su esencia no se encuentra en ritos aburridos, dogmas, credos, antiguas supersticiones, o fórmulas. La novedad y la vitalidad deberían brillar cada vez que recurrimos a Dios. Comprender el infinito poder y la autoridad de la Mente enciende la chispa del ánimo divino en nuestras oraciones individuales. El resultado: la actividad del Cristo, la Verdad, transforma la consciencia humana, regenera, sana. Y todo el mundo tiene habilidad para orar. El inteligente reconocimiento de la ley divina y de la eterna presencia del Espíritu está a disposición de todos.
La Biblia presenta vívidamente la historia del progreso alcanzado por la humanidad al poner su confianza en Dios. Hay en ella registrados numerosos ejemplos de hombres y mujeres que han recurrido humildemente al Amor divino. En tranquilas laderas y en bulliciosas ciudades, los grandes profetas e inspirados guías religiosos se volvían a Dios con frecuencia en busca de la dirección y el consuelo del Padre, glorificando Su santo nombre. La Sra. Eddy escribe: “Los patriarcas, inspirados por el Alma, oían la voz de la Verdad, y hablaban con Dios tan conscientemente como un hombre habla con otro hombre”.Ciencia y Salud, pág. 308.
La oración sostenía a los siervos de Dios en las pruebas más extraordinarias. Obtuvieron liberación de la esclavitud impuesta por reyes despóticos, vencieron el hambre y la pestilencia, sanaron la enfermedad y destruyeron el pecado. Las canciones de gozo y esperanza que encontramos en la Biblia, los ejemplos individuales de valor y fortaleza moral, por muchos siglos han servido para tranquilizar a la gente e influir en ella.
Las Escrituras describen la oración en multitud de actitudes diferentes. (Éstas también están ilustradas en los escritos de la Sra. Eddy.) Leemos, por ejemplo, sobre oraciones de alabanza, de gratitud, oraciones de petición y de afirmación, entre otras. Con frecuencia vemos combinados estos tipos de oraciones. Es común leer en la Biblia oraciones que expresan tanto alabanza como gratitud, o gratitud unida a una afirmación del poder de Dios, y así por el estilo.
Todos los que aman las Escrituras están familiarizados con el relato en el libro de Éxodo sobre los esfuerzos de Moisés por asegurar la liberación de los Israelitas de la esclavitud de Faraón. Finalmente obtienen su libertad e inician su largo viaje hacia una tierra nueva. Faraón, no obstante, decide enviar tropas para capturar otra vez a los hebreos.
La gente está desesperada al llegar al Mar Rojo, atrapada en el montañoso desierto, con los carros de Faraón acercándose por detrás. Sin embargo, Moisés había aprendido a venerar al Dios único, el gran Yo soy, confiando en el poder divino durante toda tribulación o prueba. Así que nuevamente Moisés recurre a Dios, y leemos en Éxodo, capítulo 14 sobre el resultado: la maravillosa liberación de Israel.
Después de esta experiencia, el pueblo toma tiempo para alabar a Dios con cánticos. La colorida descripción en la Biblia incluye las siguientes palabras: “Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación... ¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?... Jehová reinará eternamente y para siempre”. Éx. 15:2, 11, 18.
La alabanza a Dios eleva el pensamiento, alentando e inspirando a individuos y a naciones a seguir el propósito de Dios. Y la oración libera. La Sra. Eddy dice así sobre los que esperan en Dios: “Morando así en la Verdad, el calor y la luz solar de la oración y la alabanza y la comprensión madurarán los frutos del Espíritu, y la bondad alcanzará su primavera de libertad y grandeza”.Escritos Misceláneos, pág. 331.
La oración de petición a Dios puede ser útil si ayuda a preparar el pensamiento para que acepte humildemente la supremacía y omnipotencia de Dios. Sin embargo, pedir meramente a Dios que cambie condiciones materiales, o que provea más materia, o que apoye el limitado designio de la voluntad humana no está de acuerdo con la oración científica. Con todo, un sincero deseo de renunciar al orgullo, a las ideas preconcebidas y a las creencias morales restrictivas indica humildad y disposición para obedecer la voluntad divina, indica que se está preparado para aceptar lo que mejor promueva el progreso espiritual. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy pregunta: “¿Nos beneficiamos con la oración?” Y ella responde: “Sí, el deseo que se eleva, hambriento de justicia, es bendecido por nuestro Padre, y no vuelve a nosotros vacío”.Ciencia y Salud, pág. 2. El Salmista rogó sinceramente al Padre: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. Salmo 51:10.
La Biblia relata la historia de Josafat y el pueblo de Judá cuando esperaban un ataque inminente de varias naciones enemigas aliadas contra ellos. Preocupado por su pueblo, Josafat “humilló su rostro para consultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá. Y se reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehová”. 2 Crón. 20:3, 4.
Pero Josafat hizo más que suplicar a Dios. También afirmó que la ayuda y el apoyo omnipresentes de Dios son un hecho divinamente establecido. Josafat reconoció que siempre que el pueblo de Dios se enfrente a males —“espada de castigo, o pestilencia, o hambre”— entonces Dios nos oirá y salvará conforme a lo que se pida en oración. Finalmente, Josafat reconoció con humildad que su pueblo no era humanamente capaz, por sí solo, de hacer frente a la prueba con éxito. Concluyó: “No sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos”. Ver 2 Crón. 20:9, 12. Judá fue salvada.
Cristo Jesús fue el maestro de la oración eficaz. Su vida entera representó una oración del homenaje más elevado a su Padre-Madre. ¿Cuál es la voluntad del Padre divino? Jesús vio que ésta era la pregunta imperativa. Y todos sus pensamientos, palabras y acciones se basaban en la unidad con Dios científicamente comprendida. El poder de la oración de Jesús que instantáneamente sanaba a los enfermos y redimía a los pecadores procedía del firme conocimiento que él tenía de la omnipotencia invencible y del amor infalible de Dios.
Nuestras vidas, también, deberían ser testimonio viviente de la bondad infinita de Dios, del sagrado propósito del Amor divino para el hombre. Día tras día, la inspiración derivada de la oración nos sostiene como el agua que brota de la roca, al igual que en la experiencia de Moisés en el desierto Ver Éx., caps. 16, 17.. Es el maná que alimenta al corazón.
 
    
