Las presiones económicas no son nada nuevo para la humanidad. El cuadro humano oscila de la abundancia a la escasez y limitación, y viceversa. Pero la economía divina tiene un uso correcto para toda idea correcta, y en esa economía ninguna idea jamás está empobrecida o es desperdiciada, sino que siempre está satisfecha. La Biblia está llena de relatos de diferentes necesidades humanas que fueron satisfechas cuando se vislumbró algo de esta economía divina.
Uno de estos casos fue el de una viuda cuyos dos hijos iban a ser vendidos como siervos, pues a ella no le era posible obtener el dinero para pagar a sus acreedores. Ella pensaba que estaba en la miseria. Eliseo, el profeta, le preguntó qué podía hacer por ella. Después le pidió que le dijera lo que ella tenía en la casa. Vio la necesidad de la mujer y despertó el pensamiento de ella cambiándolo del temor y la escasez a la expectativa del bien. La despertó para que viera el aceite que tenía como la evidencia del bien presente e infinito de Dios. La mujer quizás comprendió, en cierto grado, que en realidad jamás había estado sola, falta de amor, agobiada o empobrecida, jamás separada de Dios, la fuente de todo bien. La vasija de aceite siempre había estado allí. “Consagración; amor; dulzura; oración; inspiración celestial” Ciencia y Salud, pág. 592., así es como la Sra. Eddy define “aceite”.
Eliseo dijo a la mujer: “Vé y pide para ti vasijas... vasijas vacías, no pocas”. 2 Reyes 4:3.
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